La desinformación se define como información falsa o engañosa que se difunde de manera intencionada para engañar o intentar manipular las creencias, emociones y opiniones del público en general. Es evidente el carácter subjetivo de la determinación de lo que es manipulación o engaño. Un ejemplo son las campañas electorales, la propaganda partidista en general. Para los ateos, toda religión es desinformación. Para los fieles de una religión, sólo las demás manipulan o engañan. Para los rusos, la prensa occidental desinforma sobre la guerra de Ucrania. Y viceversa. Para la Santa Inquisición, afirmar que la tierra era redonda era desinformación. Y así podría seguir hasta el infinito.
Ahora, cuestionar, aunque sea parcialmente y con argumentos, la agenda globalista, la ideología woke, las causas del cambio climático, en definitiva, lo que se ha venido en llamar corrección política es desinformación susceptible de ser censurada. La gran pregunta es quién decide lo que es o no desinformación. En los regímenes autoritarios, la respuesta es sencilla: el control de la información por los aparatos del Estado es un elemento constitutivo de su propia naturaleza.
No sé qué es verdad o no, ni tan siquiera si existe una verdad absoluta, pero censurar la conversación no parece lo más adecuado
Lo que se debe denunciar para evitar males mayores es la deriva que puede observarse en las democracias occidentales. La pandemia del COVID-19 sirvió de experimento, no ya para censurar las teorías llamadas negacionistas sino para hacerlo de cualquier opinión, aún de médicos y científicos, que cuestionaran algún aspecto de las políticas oficiales. Elon Musk ha destapado la censura de tuits a instancias de autoridades públicas, alguna vinculada con farmacéuticas, tan poco negacionistas como las dudas sobre la conveniencia de vacunar a niños o la afirmación de que la inmunidad natural era más fuerte que la de las vacunas por lo que a las personas que habían sufrido la enfermedad probablemente era mejor no vacunarlas. No sé qué es verdad o no, ni tan siquiera si existe una verdad absoluta, pero censurar la conversación no parece lo más adecuado.
La censura es la mejor manera de fomentar los bulos. La transparencia y los argumentos la mejor manera de combatirlos. Pero, claro, están los intereses políticos o económicos que son los que se imponen. Ya están regulados los delitos de injurias y calumnias. Incluso ahora el delito de odio.
La división de poderes, la libertad de expresión y la presunción de inocencia, bases de la democracia, están en crisis en estos momentos
Superada la pandemia, la lucha contra la ‘desinformación’ se ha convertido en el gran arma de los gobiernos para encubrir la censura pura y duda. El instrumento que se usa en las dictaduras es el control directo y sin tapujos de las redes sociales y los medios. En las democracias occidentales, los mecanismos son algo más sutiles. Estos días en Davos se está haciendo hincapié en la lucha contra la desinformación, entendida como la lucha contra los que cuestionan las políticas de la open society, con medidas como el estrangulamiento financiero de medios y redes no suficientemente dóciles. Y, por contraposición, la generosa financiación de los medios amigos. Ahora también ha trascendido que Soros ha financiado con 131 millones de dólares entre 2016 y 2020 a los principales medios de comunicación mundiales para que difundan su agenda. El caso de Twitter ha evidenciado el papel de las tecnológicas en la censura. Basta evitar la difusión de lo que no se considera adecuado.
Una de las bases de la democracia ha sido la división de poderes, la libertad de expresión y la presunción de inocencia. Todos estos principios están en crisis. Los nuevos poseedores de la verdad , se autoproclaman defensores de lo justo. Y con esta justificación moral se convierten en los nuevos inquisidores. Todavía hay diferencias entre las democracias y las dictaduras pero las líneas de separación se van difuminando peligrosamente. Ya sabemos que el modelo chino tiene grandes defensores. Y lo que es más aparentemente sorprendente es la alianza entre parte de la izquierda y los globalistas. La agenda de Soros ha sido aceptada sin rechistar por la izquierda que se ha convertido en su principal propagandista por cuanto la división social le reporta caladeros electorales. No es casual que en esta edición de DAVOS no hayamos visto grandes manifestaciones contrarias ni violentos enfrentamientos con las fuerzas policiales. No entro a valorar la agenda de la Open Society que de hecho se ha convertido en el programa de muchos gobiernos como el español , lo que considero inaceptable es que se nos pretenda imponer sin trasparencia, ahogando el debate, abusando de la desinformación que dicen querer combatir. Lo que acaba con la democracia no es el debate, no es la discusión motivada, es la censura.