El pasado día 20, el programa Zona Franca, de TV3, tuvo a bien interpretar el himno de España con pedos —en principio de origen artificial, no natural—, y se supone que la cosa tiene gracia. Todos los niños, de tres a cinco años más o menos, pasan por la fase «caca culo pedo pis»: ése es el nivel que la televisión pública catalana espera de sus espectadores.
Al menos podían haber aprovechado para homenajear a Joseph Pujol, «le Pétomane», un artista de origen catalán que actuaba en el Moulin Rouge a finales del XIX principios del XX ejecutando melodías y efectos acústicos mediante el aire emitido por su trasero; pero ésta sería una referencia demasiado erudita para los seguidores de Zona Franca, un programa que empieza siempre con el saludo «puta nit i bona Espanya».
Ignorando que el Pétomane llegó incluso de tal manera a interpretar la Marsellesa sin que nadie le diera la más mínima importancia política, y olvidando que no ofende quien quiere sino quien puede, la hazaña ha sido comentada desfavorablemente por medios españoles. Crónica Global, por ejemplo, habla de ofensas contra España; EdaTV, de un nuevo desprecio de TV3 a España; el Debate, de que TV3 se burla de la España que la financia. Pues esto es lo más grave, que tengamos que financiar una televisión que emite programas de ínfima calidad con la intención de ofender a gran parte de sus potenciales espectadores.
Si ya es discutible que una televisión pública se dedique a algo más que a información y cultura, es inadmisible que cultive el grado cero del humor a base de pedos. Cuando TV3 empezó a emitirse, en los años 80, sólo existía el ente público RTVE y, en aras de la normalización lingüística, tenía sentido que fuera una televisión generalista. Más de tres décadas después, en la era de las plataformas digitales, ninguna emisora pública debería seguir divulgando espectáculos de todo tipo, seriales para incentivar la siesta, concursos plagiados de otros concursos, como Eufòria, y humor rancio esparcido por varios programas.
Si no gusta, llámale cultura
Las televisiones públicas dependen del gobierno de turno, y por consiguiente, si hay alguna queja, sale el gobierno a defender a sus subordinados. «La consejera de Presidencia, Laura Vilagrà, considera que los gritos de “puta España” que se lanzan en TV3 y Catalunya Ràdio son cultura», cuenta el Triangle. Hay que ver lo que da de sí el concepto de cultura. «Los únicos límites que debe tener el humor en TV3 y Catalunya Ràdio es reírse de las personas vulnerables, meterse con la vida privada o utilizar fotos robadas.»
Añade la portavoz del gobierno catalán que «no hay que poner el grito en el cielo ni cuestionar a los profesionales». Pues sí, hay que cuestionar a los profesionales, y recordarles que no basta con que algo no sea delito para que sea aceptable, y eso no es poner el grito en el cielo. «Cataluña es pionera en programas de humor», dice, aunque tal vez sea un chiste. «El humor es cultura y la televisión es cultura.» Si fuera cultura habríamos aprendido algo y seríamos más sabios, lo cual es bastante dudoso. Sí, hay que cuestionar a los presuntos humoristas, porque, aunque no tengamos opción, les estamos pagando el sueldo y, como mínimo, el derecho al pataleo no deberían quitárnoslo.
«Hasta las narices de pagar con mis impuestos esta chatarra moral», afirmó el diputado Nacho Martín Blanco (Cs), a lo que otro presunto humorista, Toni Albà, replicó elegantemente llamándolo imbécil. Éste es el tweet: «Se’n diu “llibertat d’expressió”, amparada en l’article 19 de la Declaració Universal dels Drets Humans, signada per #PutaEspanya, imbècil!»
El mismo día, el 27 de diciembre, el Triangle informa de que en el Búnquer, programa de Catalunya Ràdio, han dejado de decir puta España obedeciendo instrucciones de la dirección de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA). Pero «el presentador del programa de TV3 Zona Franca, Joel Díaz, ha recogido el testimonio del “puta España” de El búnquer y se niega a escuchar las voces que desde dentro de la CCMA le reclaman que deje de empezarlo cada día gritando “puta nit i bona Espanya”. Lleva 37 días haciéndolo. De momento, en TV3 se lo toleran.»
¿Es tolerancia o es orden? En cualquier caso, cuando deje de decirlo se oirán exclamaciones de pena y denuncias de censura como si en el reiterado retruécano residiera la esencia de un proceso independentista que se desvanece.