La compra de Twitter por el multimillonario y excéntrico Elon Musk ha provocado un terremoto político y mediático principalmente en USA, pero también en España y otros países occidentales. La razón es que Musk no se ha plegado a los criterios de censura establecidos por los inquisidores de la nueva religión de la corrección política y la ideología del despertar (woke) reabriendo cuentas suspendidas o canceladas por los anteriores gestores, o eliminando restricciones a la visibilidad de determinadas cuentas.
Musk ha denunciado la estrecha colaboración entre los censores internos de Twitter, con la administración demócrata y los medios de comunicación afines, en sucesivas revelaciones, por ejemplo en relación con el contenido del ordenador de Hunter Biden o el proceso interno para cancelar la cuenta del expresidente Donald Trump. Incluso ha despedido a James Baker, asesor general de Twitter y ex abogador general del FBI, por su supuesta participación en la supresión de documentos relacionados con el caso Hunter.
La relevancia de Twitter, que cuenta con unos 121 millones de usuarios en todo el mundo, como foro de conversación política ha crecido de forma exponencial al ser utilizado por la clase política como lugar de expresión de sus opiniones sobre la actualidad al margen de las tradicionales ruedas de prensa o filtraciones a periodistas. Dicho de otro modo, comunicándose sin la intermediación de los medios que han de leer Twitter para seguir la actualidad
Los políticos ahora se comunican a través de Twitter, sin la intermediación de los medios, que han de leer esta red para seguir la actualidad
Musk no se ha limitado a adquirir Twitter sino que ha entrado personalmente al cuerpo a cuerpo con numerosos tuits para justificar sus decisiones o rebatir a sus contrarios. Aunque políticos republicanos se han alineado con él, por sus denuncias a la administración demócrata, la realidad es que su protagonismo e independencia causan desconfianza. Es un verso suelto imprevisible y con ganas de pelea.
La aparición de este verso suelto en el mundo de las redes sociales y la comunicación en general ha significado una bocanada de aire fresco en un ecosistema hasta ahora unánime en su adscripción política. Además, lo revelado por Musk hace sospechar que pudiera estar pasando lo mismo en otras redes sociales. Por ello la campaña para caricaturizarle y desprestigiarle es, y continuará siendo, muy intensa.
Algunos ejemplos muestran lo que digo. Musk suspendió por siete días las cuentas de relevantes periodistas del campo demócrata, CNN, New York Times, Whasington Post entre otros medios, por, según afirma, haber revelado su ubicación en tiempo real, lo que considera un peligro para su seguridad personal y contravenir con ello las normas de Twitter. La campaña en contra de los medios disimula las razones de la decisión, por otra parte revocada tras una encuesta en su propia red social, y lo presenta como alguien que no respeta la libertad de expresión precisamente por todos aquellos que censuran sistemáticamente las opiniones no alineadas con la corrección política y que se auto declaran tenedores de la verdad al estilo de las dictaduras de toda índole. Otro ejemplo es la campaña denunciando sus despidos pero pasando de puntillas por los despidos de otras tecnológicas como Facebook.
Musk tiene enemigos muy poderosos y sus defensores desconfían de su independencia y de que, aprovechando su indudable popularidad, pueda tener aspiraciones políticas
La batalla se presenta interesante. Se quiere hacer descarrilar Twitter presionando a las empresas anunciantes a través de los activistas de la ideología del despertar y amenazando con sanciones como ha hecho la Comisaria europea de Transparencia de la UE, que, como hemos sabido estos días, tiene mucho trabajo en su propia casa. Veremos la capacidad de aguante de un millonario que se ha hecho a si mismo, y lo ha hecho en la economía productiva creando miles de puestos de trabajar en todo el mundo e innovando tecnológicamente.
No lo va a tener fácil. Tiene enemigos muy poderosos y sus defensores desconfían de su independencia y de que, aprovechando su indudable popularidad, pudiera tener aspiraciones políticas.