La intransigencia del nacionalismo en la cuestión lingüística está alcanzando cotas desusadas. Esta semana, la Generalitat ha anunciado un paquete de 100 medidas en todos los ámbitos para instalar el monolingüismo en catalán —pese a que el conocimiento del idioma de Pompeu Fabra nunca había sido tan alto en toda su historia y que el castellano es lengua oficial y materna del 51% de los catalanes—. Según advierten algunas voces, estas políticas fomentan la intolerancia de parte de los catalanoparlantes de ideas secesionistas, cuyas denuncias contra la presencia del castellano en comercios o en la televisión catalana son cada vez más frecuentes.
El último episodio de esta índole ha tenido lugar en Tarragona, donde el Ayuntamiento había colocado un cartel que rezaba «Bosques de Tarragona». La señal desató las protestas airadas de un usuario de Twitter, Joan Boronat, que escribió en esta red: «”Bosques de Tarragona”. ¿De verdad se está colocando cartelería con la nomenclatura en castellano? ¿Esto de quién de depende?». A las pocas horas, el consistorio pidió disculpas a Boronat y prometió una rectificación urgente. «Buenas tardes. Esta señal se ha colocado erróneamente en castellano por un error de la empresa adjudicataria. Ya se han dado indicaciones para que se arregle lo más pronto posible. Gracias y discúlpenos», respondieron.