La facilidad con que cualquiera, en las redes sociales, puede inventarse una o varias identidades para hablar con desconocidos da una falsa sensación de anonimato. Lo que hay, en circunstancias normales, es indiferencia: a nadie le importa lo que digas. Pero como le importe a alguien, va a descubrir tu identidad fácilmente, y sin recurrir a ningún Villarejo. Es lo que le ha pasado a Rai López Calvet, cuyo número de teléfono móvil sirvió para crear una cuenta de Twitter, @JoanaMasdeu, desde la que se relativizaba el papel de Francesc de Dalmases como abroncador de periodistas. Destapó el asunto Nació Digital el pasado miércoles 26: El móvil asociado a la cuenta fake de Joana Masdeu es el de un colaborador de Borràs.
La cuenta fue creada este mismo mes de octubre y fingía una identidad falsa como periodista de política: «Como periodista os aseguro que si tuvieran que dimitir de sus cargos oficiales o de partido todos los políticos con quienes me he discutido, de cualquier partido, también miembros de la dirección de Junts que hoy pedían la dimisión de Francesc de Dalmases, quedarían muy pocos.» El problema es que, en un ecosistema como el catalán, de periodistas que puedan hablar en estos términos no hay muchos y todos se conocen. Y, contaba el Periódico, «lo cierto es que nadie entre los periodistas que siguen diariamente la información del Parlament conoce a la tal Joana Masdeu. Tampoco ningún diputado. No consta en el registro de la institución ninguna acreditación con su nombre».
Contrainteligencia de la buena
Nació Digital aporta más elementos de juicio: el mismo teléfono de Rai López Calvet está detrás de la cuenta Grup de suport a Laura Borràs; @JoanaMasdeu empezó a manifestar opiniones cuando se produjo la dimisión de Dalmases; el uso de recursos gráficos en esta cuenta coincide con el que hace Rai López Calvet en otros sitios; los primeros seguidores de @JoanaMasdeu fueron Laura Borràs y gente de su facción, como Jaume Alonso-Cuevillas, Aurora Madaula y Pep Elias. Nada concluyente, pero la cuestión es que Joana Masdeu no existe y que esta cuenta fue desactivada en cuanto se generalizó la sospecha.
Rai López Calvet está en la cúpula de JxCat y es miembro de la Assemblea de Representants del Consell de la República. En septiembre de 2021 el Triangle contaba que se ofreció apara hacer de agente doble y pasar información falsa a los servicios de información españoles, y ya entonces «destaca por su fanática devoción por la presidenta del Parlamento de Cataluña, Laura Borràs». Menciona el Triangle una conversación entre Josep Lluís Alay, responsable de la oficina de Carles Puigdemont, y el abogado Gonzalo Boye. Según el primero, López Calvet «cada mes recibe un sobre con pasta. Él dice que es patriota y que, si queremos intoxicar al otro lado, él pasará información falsa para probarlo». Y Boye se anima: «Haremos contrainteligencia de la buena.»
Si esta historia fuera cierta, aún sería más sorprendente que alguien tan dispuesto a jugar a los espías haya caído como un principiante en la trampa de dejar al descubierto su identidad personal al divulgar consignas por Twitter. En cualquier caso, sorprende que miembros tan destacados de JxCat hagan una chapuza de este calibre, y más todavía si recordamos que hasta hace poco este partido tenía la consejería de Políticas Digitales. ¿Tan mal estamos?
Cuentas falsas en Twitter
Luego parece haber una cierta maniobra de distracción mediante el apasionante tema de las cuentas falsas de Twitter, que viene a cuento pero no demasiado. En Rac1 lo han investigado, y estos son los porcentajes por cada uno de los partidos catalanes que han encontrado: el 12% de los seguidores del PP serían falsos; el 10% de los de ERC y del PSC; el 7% de los de JxCat y la CUP; el 4% de los de Ciudadanos, y el 2% de los de Vox. No hay ninguna sorpresa, a no ser que ahora tengamos que escandalizarnos de algo tan habitual. Se observa una cierta correlación entre el protagonismo social de un partido y el número de sus seguidores en Twitter. La cantidad de seguidores falsos, aunque ciertamente lamentable, no es exagerada, y al fin y al cabo las cifras de militantes siempre y en todos lados han sido también bastante hinchadas, así como las de manifestantes y de asistentes a mítings.
Pero esto no tiene nada que ver con el tema anterior. Que una facción de JxCat cree usuarios ficticios en las redes sociales para vehicular su mensaje puede ser moralmente cuestionable pero no es un delito. El problema empieza cuando se hace pasar por verdadera una identidad falsa dando datos tan concretos como han hecho en este caso. La mentira ha durado poco, pero algunos usuarios creyeron realmente que existía una periodista llamada Joana Masdeu que estaba hablando de su propia experiencia y que daba veracidad a la versión de Dalmases sobre la bronca que protagonizó en TV3. Aún se pueden encontrar en Google algunos de los comentarios que suscitó, como por ejemplo: «Gracias por tu valioso testimonio», dice uno. «Aquí se respira libertad y verdad», dice otro. «Una reflexión imprescindible para periodistas y, sobre todo, políticos de todos los colores», sentencia un tercero.
Es un capricho del destino que esta triste anécdota haya sucedido cuando se cumplen cinco años de la proclamación de independencia, un aniversario que se anunciaba movido pero que ha pasado con más pena que gloria. En el asunto Joana Masdeu se puede observar la misma falta de escrúpulos, la misma apelación a los sentimientos primarios, la misma capacidad de emitir mentiras grandilocuentes que caracterizó los años que culminaron diciendo: «Constituimos la República catalana, como Estado independiente y sobirano.»