El próximo lunes 25 de julio, se cumplen treinta años de la inauguración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Barcelona’92.
Aprovechando esta efeméride, recupero y comento unas reflexiones que ya publiqué con motivo del 25 aniversario que se celebró en 2017, año de infausto recuerdo, lleno de tristes acontecimientos para la ciudad, de esos que no debían de haber sucedido nunca y que oscurecieron e hicieron pasar desapercibida la conmemoración. Esperemos que este 30 aniversario transcurra de forma más pacífica y constructiva.
En 2017 se conmemoró el 25 aniversario, un año de infausto recuerdo, lleno de tristes acontecimientos para la ciudad, de esos que no debían de haber sucedido nunca y que oscurecieron e hicieron pasar desapercibida la conmemoración.
Los que tuvimos la suerte de trabajar directamente en el proyecto, en mi caso como director de Tecnología de los IX Juegos Paralímpicos, llegamos a pensar que aquel era el proyecto más complejo e importante en el que íbamos a trabajar. Pero no fue así, independientemente, del proceso de candidatura, en el que no participe, organizar unos Juegos fue agotador, pero en el fondo relativamente fácil, porque coinciden una serie de circunstancias que no concurren en el día a día de la empresa o en el desarrollo de proyectos. Lo resumiré en cinco puntos.
Los que tuvimos la suerte de trabajar directamente en el proyecto, en mi caso como director de Tecnología de los IX Juegos Paralímpicos, llegamos a pensar que aquel era el proyecto más complejo e importante en el que íbamos a trabajar. Pero no fue así.
La primera característica es la alineación. En el 92, todos las personas y entidades involucradas estaban alineadas, motivadas e ilusionadas en conseguir que el acontecimiento fuera un éxito, como así lo fue. Era un proyecto de todo el país, con todos los niveles de la administración del Estado, el central, el autonómico y el municipal apoyando el proyecto.
Era un proyecto de todo el país, con todos los niveles de la administración del Estado, el central, el autonómico y el municipal apoyando el proyecto.
Con todos los miembros del comité organizador remando a la una. Sentías en el cogote el empuje de todos tus conciudadanos.
El segundo aspecto, es que se disponía de un presupuesto adecuado, que no ilimitado, en el que 30 años después como recordaba, el consejero delegado del COOB’92, José Miquel Abad, durante la celebración del 25 aniversario, no hubo ni un solo caso de malversación ni corrupción. O al menos nunca salió a la luz pública.
No hubo ni un solo caso de malversación ni corrupción. O al menos nunca salió a la luz pública.
Tercer punto, fecha límite. Qué bendición es para un proyecto poder disponer de una fecha en que hay que arrancar pase lo que pase y en que es imposible un retraso. No podíamos hacer el ridículo delante de todo el Planeta. Qué horrible defecto es la procrastinación, poner excusas para retrasar y retrasar las decisiones y las actuaciones que se precisan. Qué pena y autocastigo es dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.
Qué pena y autocastigo es dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.
La cuarta virtud del proyecto olímpico fue el Equilibrio, equilibrio entre seriedad y fiesta, como también recordaba Abad, entre la organización alemana de Munich’72 y la fiesta de México 68. Equilibrio entre la capacidad de organización y la de afrontar los imprevistos. Evitando los extremos de una organización demasiado rígida que se bloquea frente a lo inesperado y otra caótica que solo se sustenta en la intuición y la improvisación. Estamos hablando de colaboración disciplinada.
El quinto y último aspecto por remarcar, Liderazgo, en el 92, no solo Barcelona, sino en todo el planeta, había lideres constructivos, que buscaban un mundo mejor, no como los actuales que parecen comportase como erizos, que se cierran sobre ellos mismos y a la vez cierran a sus países, y sacan las púas. Así no se soluciona ningún problema. Solo hace falta leer un poco de historia para darse cuenta de ello.
En el 92, no solo Barcelona, sino en todo el planeta, había lideres constructivos, que buscaban un mundo mejor, no como los actuales que parecen comportase como erizos, que se cierran sobre ellos mismos y a la vez cierran a sus países, y sacan las púas.
Por esto, considero que organizar unos Juegos es mucho más fácil que sacar adelante una empresa o una ciudad, en que encuentras un equipo desmotivado o desilusionado y muchas veces no alineado con la innovación y el cambio, en que se dispone de poco presupuesto, en que nunca hay una fecha límite, en el que falta colaboración disciplinada y liderazgo, entendido como la capacidad de ayudar a los demás a tener la actitud adecuada, a ilusionarlos y motivarlos. El mérito lo tienen los que cada día eligen al levantarse y construir un mundo mejor, ven oportunidades en vez de problemas y siembran prosperidad donde otros esparcen odio. Ha ellos hay que felicitarles hoy más que a los que organizamos los Juegos Olímpicos del 92 disfrutando de unas circunstancias extraordinarias porque ellos no las tienen y no por ello tiran la toalla, con D. Silvestre al quien cite en mi anterior artículo.
Este treinta aniversario tendría que servirnos, ya que perdimos la oportunidad que nos presentaba el veinticinco, para reclamar el retorno de los valores que nos llevaron a triunfar en el mundo, que son muy nuestros, y de los que no solo nos hemos olvidado, sino que incluso parece que reneguemos de ellos. ¿Dónde están la colaboración, la negociación, el objetivo común, la innovación, la creatividad, el talento que nos que nos caracterizaban e hicieron prosperar? ¿Quo vadis Barcelona? ¿Quo vadis Catalunya?.
Este 30 aniversario tendría que servirnos, ya que perdimos la oportunidad que nos presentaba el 25, para reclamar el retorno de los valores que nos llevaron a triunfar en el mundo, que son muy nuestros, y de los que no solo nos hemos olvidado, sino que incluso parece que reneguemos de ellos.
Llevamos ya unos cuantos años aplicando lo contrario de lo que funcionó y de lo que en el fondo todos creemos. Nos hemos hecho daño y debemos rectificar abandonado esta pulsión sadomasoquista y autodestructora que nos domina.
Urge recuperar el espíritu olímpico con proyectos ilusionantes, como puede ser la finalización de la Sagrada Familia, pero sobre todo con un plan de futuro como el que propuse en mi artículo Plan Barcelona. Barcelona precisa renacer cual ave Fénix, orgullosa de su milenaria historia y de los éxitos obtenidos que antaño asombraron al mundo.