Análisis/ Como si nada hubiera ocurrido en España

Traslado de un paciente con Coronavirus. Foto: Europa Press

Finalizaba mi artículo de la semana pasada reconociendo que la mayoría de los gobiernos, incluso en los países occidentales que han proporcionado regularmente cifras de infectados y muertos causados por el coronavirus SARS-CoV-2 (Covid-19) desde 2020, intentan ahora pasar página lo antes posible para difuminar su responsabilidad como gestores de la mayor tragedia humanitaria vivida en tantos países europeos y en Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial. A ningún gobierno parece preocuparle en exceso analizar con rigor la gestión realizada para mejorar los protocolos de detección y desplegar políticas de salud pública más eficaces cuando se presente en la próxima pandemia.

A ningún gobierno parece preocuparle en exceso analizar con rigor la gestión realizada para mejorar los protocolos de detección y desplegar políticas de salud pública más eficaces cuando se presente en la próxima pandemia.

Pero incluso la mayoría de los ciudadanos en las sociedades democráticas parecen querer echar tierra sobre lo sucedido. A nivel político resulta muy significativo y preocupante, por ejemplo, que los franceses hayan revalidado a Macron como presidente, no tanto por el hecho de haberlo reelegido para el cargo cinco años más tras lo ocurrido en Francia, 30 millones de infectados y 150.000 muertos contabilizados por Covid-19, cuanto por la suerte de resignación política que significa renovar el mandato a quien estaba al frente de los mandos del Estado durante la pandemia. Diríase que el panorama político resulta tan desolador que la mayoría de los ciudadanos franceses, en lugar de exigirle responsabilidades lo premian reeligiéndolo, quizá porque encontraban incluso más mediocres y menos fiables al resto de aspirantes al cargo.

Las dificultades para reforzar la independencia y las capacidades de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud con el propósito de mejorar los mecanismos de vigilancia, desarrollar protocolos de detección y alerta temprana, desplegar políticas de salud pública más eficaces para mitigar sus efectos, y asegurar el acceso a las vacunas a la población de los países con renta per cápita baja constituyen una clara indicación de que los intereses geopolíticos de las grandes potencias y los intereses políticos partidistas dentro de cada país impiden avanzar en esta materia. Y, concluía, afirmando que “quizá está en la naturaleza humana tropezar dos veces en la misma piedra”.

Contra la aritmética y la verdad

El gobierno de España no sólo realizó una gestión de la pandemia irresponsable, por la desinformación que practicó a diario durante los meses de enero, febrero y las dos primeras semanas de marzo de 2020 hasta declarar in extremis el estado de alarma el 14 de marzo, sino que además empleó diversas triquiñuelas para camuflar la magnitud de la tragedia que se desencadenó con toda virulencia en las semanas siguientes. Más preocupante resulta incluso que los informes MoMo más recientes publicados por el servicio de monitorización diaria de la mortalidad por el Centro de Epidemiología Nacional del Instituto de Salud Carlos III (CNE ISCIII), un organismo que debería velar por la objetivad informativa, no sabemos si por inercia o incompetencia, estén proporcionando una visión distorsionada de los excesos de mortalidad causados por el Covid-19. Veamos por qué.

El gobierno de España no sólo realizó una gestión de la pandemia irresponsable (…) hasta declarar in extremis el estado de alarma el 14 de marzo, sino que además empleó diversas triquiñuelas para camuflar la magnitud de la tragedia que se desencadenó con toda virulencia en las semanas siguientes.

Como puede observarse con toda claridad en el Gráfico 1, extraído del informe MoMo de 1 de marzo de 2022, el primer y más importante alza de la mortalidad (línea negra( se registró entre los días 10 de marzo y 9 de mayo de 2020, mucho más agudo que cualquier otro pico de mortalidad registrado antes de desarrollarse las vacunas y ponerse en marcha los procesos de vacunación masiva de la población española. Por ello, podemos concluir que la elevada mortalidad registrada en esas nueve semanas trágicas podría haberse mitigado considerablemente de haber advertido el gobierno a la población en las semanas previas al 10 de marzo de la gravedad de la situación y haber adoptado medidas para preparar el sistema sanitario y las residencias de personas mayores, tal y como había recomendado la OMS a finales de enero de 2020.

La elevada mortalidad registrada en esas nueve semanas trágicas podría haberse mitigado considerablemente de haber advertido el gobierno a la población en las semanas previas al 10 de marzo de la gravedad de la situación.

El Gráfico 1 muestra también una línea azul que representa la evolución de la mortalidad estimada en base a las cifras de mortalidad registradas en años anteriores. Esta línea azul aparece en el interior de la banda azul o intervalo de confianza empleado para determinar los períodos de mortalidad excesiva, esto es, aquellos momentos en que la mortalidad observada se sale de la banda. El informe MoMo de 1 de marzo presenta también un cuadro donde aparecen los períodos de excesos de mortalidad y las correspondientes cifras de mortalidad observada y estimada y exceso de mortalidad, cuyos principales resultados aparecen en el Cuadro 1.

El panel superior del Cuadro 1 recoge los excesos de mortalidad registrados entre el 10 de marzo de 2020 y el 13 de febrero de 2021 y esos excesos se calculan comparando las muertes observadas durante ese período con las muertes estimadas en función de las cifras de mortalidad de los años anteriores al inicio de la pandemia y reflejan en puridad el impacto del Covid-19, algo que no ocurrirá a partir de marzo de 2021 puesto que las cifras de fallecidos se compararan con estimaciones de mortalidad que incorporan las elevadas cifras de mortalidad registradas en 2020. La conclusión que podemos extraer es que tanto el número de períodos como las cifras de exceso de mortalidad que aparecen en el panel inferior del Cuadro 1 infravaloran la extensión y magnitud de los excesos de mortalidad registrados en 2021 y primer semestre de 2022.

A cualquier investigador serio debería haberle llamado la atención que el total de exceso de mortalidad acumulado entre el 10 de marzo de 2020 y el 5 de enero de 2022 en el informe MoMo de 1 de marzo, 102.892 (=84.602+18.230) fallecidos, sea una cifra no muy alejada del total de muertos por Covid-19 contabilizados oficialmente en esa fecha 99.883, en tanto que el exceso de mortalidad entre el 10 de marzo y el 9 de mayo de 2020, 46.446, casi duplique la cifra de muertos contabilizados por Covid-19, 27.443, el 9 de mayo de 2020. Insisto: cualquier investigador serio se preguntaría cómo es posible que el modelo de estimación empleado en los informes MoMo haya producido el milagro de eliminar casi completamente la discrepancia existente entre el exceso de mortalidad en la primera oleada que proporcionan los propios informes MoMo, 46.446, y las cifras de muertos oficialmente atribuidos al virus Covid-19, 27.443.

Los informes MoMo publicados en los últimos meses presentan revisiones en las estimaciones de exceso de mortalidad que infravaloran completamente lo sucedido en la primera y más letal oleada de la pandemia. En efecto, el informe publicado el 5 de abril de 2022 acorta el primer período de exceso de mortalidad en el Cuadro 1 (18/03/2020 a 09/05/2020) y reduce ligeramente la cifra de exceso de mortalidad a 44.969. El informe del 19 de abril, ese primer período se inicia el 01/04/2020 en lugar del 10/03/2020 en el Cuadro 1 y la mortalidad estimada queda en 44.654. Pero los últimos informes van bastante más lejos.

Los informes MoMo publicados en los últimos meses presentan revisiones en las estimaciones de exceso de mortalidad que infravaloran completamente lo sucedido en la primera y más letal oleada de la pandemia.

El último informe MoMo publicado el 14 de junio incluye el Gráfico 2 aquí reproducido que, aunque aparentemente no difiere del Gráfico 1, presenta algunas novedades dignas de comentarse.

El lector atento observará que el Gráfico 2 incluye también líneas en rojo que representan el exceso de mortalidad por bajas temperaturas en los meses invernales, y líneas moradas indicativas del exceso de mortalidad ocasionado por las bajas temperaturas en los meses invernales. La implicación de esas estimaciones por situaciones térmicas extremas no puede achacarse al Covid-19 y debería, por tanto, deducirse del total.

La otra novedad importante es que el informe del 14 junio no incluye un desglose de los distintos episodios de exceso de mortalidad registrados sino que presenta un cuadro sumario en el que se recoge el exceso de mortalidad anual y el exceso de mortalidad atribuible a temperaturas extremas. El Cuadro 2 reproduce esa información

Al presentar únicamente cifras anuales para 2020 y 2021 resulta imposible compararlas con las del Cuadro 1. Sin embargo, puede observarse que el exceso de mortalidad por todas las causas en 2020 se cifra en 68.172 personas en 2020, cuando los excesos de mortalidad en el Cuadro 1 hasta el 20 de diciembre suman 72.331. Por otra parte, el exceso de mortalidad por todas las causas en 2021 se estima en 24.490 cuando en el Cuadro 1 nos proporciona 30.501.

En otras palabras, las últimas revisiones incluidas en los últimos informes MoMo reducen el exceso de mortalidad por todas las causas en 2020 y 2021 en 10.170 personas respecto a las cifras que aparecían en los informes hasta abril de 2022, y podemos asegurar que carecen de cualquier fundamento objetivo. Como consecuencia de ello, el exceso de mortalidad por todas las causas desde 2020 hasta el 14 de junio de 2022 se situaría, según el Cuadro 2 en 102.311 (=68.172+24.490+9.649), una cifra incluso inferior al número de fallecidos contabilizados hasta el 14 de junio: 107.239. Un resultado absurdo, habida cuenta que las cifras de fallecidos contabilizadas en la primera oleada, 27.333, era muy inferior al exceso de mortalidad por todas las causas, 46.446. Estas anomalías ponen en entredicho la solvencia de las últimas estimaciones de exceso de mortalidad recogidas en los informes MoMO (CNE ISCIII).

Estadística de defunciones semanales

La estadística experimental de defunciones semanales puesta en marcha por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a raíz del Covid-19 nos permite obtener estimaciones alternativas de exceso de mortalidad, más objetivas que las que proporcionan los informes MoMo, comparando las defunciones semanales ocurridas por todas las causas en 2020, 2021 y las primeras 22 semanas de 2022 con las defunciones observadas en los años anteriores a la pandemia. El Gráfico 3 muestra los excesos de mortalidad ocurridos en cada semana de esos tres años respecto a las defunciones observadas en 2019: la línea morada corresponde a 2020, la línea roja a 2021 y la línea crema a 2022. Conviene subrayar que el hecho de utilizar las defunciones semanales en 2019 en lugar de la media de defunciones semanales en los años 2016-2019 no tiene efectos apreciables sobre los resultados.

Las cifras anuales de exceso de mortalidad que se obtienen a partir de la estadística de defunciones semanales en cada uno de los tres años de pandemia son las siguientes:

2020 (desde la semana 11 hasta la 52): 79.857

2021 (desde la semana 53 de 2020 a la semana 51 de 2021): 39.192

2022 (desde la semana 52 de 2021 a la semana 21 de 2022). 13.225

TOTAL 2020-2022 132.274

A la vista de estas cifras, podemos concluir que el exceso de mortalidad estimado en el último informe MoMo (véase, Cuadro 2), 102.311, constituye, incluso sin descontar las 6.638 defunciones atribuibles a la temperatura, una grosera infravaloración del exceso total de defunciones estimado con la estadística de defunciones semanales del INE: 132.274 fallecidos, una diferencia muy cercana a 30.000 personas.

Una gestión indecorosa

El gobierno de España no sólo actuó con prepotencia y desinformó a la población sobre la elevada contagiosidad y letalidad del virus Covid-19 en las primeras semanas de 2020 sino que ignoró y no adoptó ninguna de las recomendaciones emitidas por la OMS para preparar el sistema sanitario y proteger a los grupos más vulnerables de la población. A causa de esa prepotencia e imprevisión flagrantes, la irrupción del Covid-19 produjo un pico de mortalidad entre las semanas 11 y 19 de 2020 sin parangón en los tres años de pandemia, alcanzándose un máximo de exceso de mortalidad de 12.988 fallecidos en la semana 14, entre el 5 y el 12 de abril de 2020. Pero los excesos de mortalidad han seguido produciéndose, aunque con intensidad decreciente, en 2021 y 2022, a pesar de que la mayoría de la población completó el protocolo de vacunación en el segundo semestre de 2021.

El gobierno de España, como el de tantos otros países en Europa y América del Norte, tiene pocas razones para considerar que ha gestionado bien la pandemia y, por ello, son comprensibles sus prisas por pasar página y enredarnos con engañosas promesas de recuperación económica e indecorosas campañas publicitarias de autobombo como aquella que pretendía convencernos de que “salimos más fuertes”. Ni mucho menos: los que hemos sobrevivido hemos salido más debilitados, empobrecidos y endeudados, y este gobierno ni siquiera se ha molestado en decirnos cuántas víctimas por Covid-19 se han producido desde el 10 de marzo de 2020 y cuántas de ellas podrían haberse evitado de haber estado el Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias, el Ministerio de Sanidad y la Presidencia del Gobierno a la altura de las circunstancias. 132.274 muertos no es ninguna broma y ese es el lastre que este gobierno lleva en su mochila.

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