¿Qué hacen los consellers del Govern?, se preguntaba Bernat Dedéu el miércoles 15 en el Nacional. Parece que intentan pasar lo más desapercibidos posible: «Catalunya tiene un Govern que lucha desesperadamente para que no se hable nunca del Govern.» Que los gobernantes estén en segundo plano no es ninguna desgracia, al contrario, si las actividades económicas y sociales tienen un gran protagonismo. Como no es el caso, más bien da la impresión que quieren escurrir el bulto.
«Catalunya tiene un Govern que lucha desesperadamente para que no se hable nunca del Govern».
Bernat Dedéu
Dedéu pasa revista. Para empezar, Natàlia Garriga (ERC), de Cultura, «es un espectro que aparece de vez en cuando en los openings y se desvanece de noche». Luego está Jordi Puigneró (JxCat), vicepresidente y consejero de Políticas Digitales y Territorio, «de quien tampoco se conoce ninguna obra». Sobre éste, cuenta una anécdota: «Hace un cierto tiempo, el desdichado ingeniero viajó a Nueva York para asegurar la cosa del catalán en los mass media y el pobre chico no pasó de una visita turística absurda a Times Square con un eslogan en inglés mal escrito.»
Según Abc, se gastó unos 3.250 euros en un anuncio luminoso que se exhibió solo 24 horas, durante las cuales fue proyectado unas 480 veces, el pasado 26 de abril. El viaje a hacerse la foto, con todo el séquito, costó 38.720,22 euros.
Volviendo al gobierno catalán, Dedéu no ve «una sola iniciativa de peso» en los departamentos de Justicia ni de Investigación y Universidades, a cargo respectivamente de Lourdes Ciuró y de Gemma Geis, ambas de JxCat. El único que «ha causado cierto alboroto ha sido Josep Gonzàlez-Cambray» (ERC), el de Educación, debido a su iniciativa absolutamente innecesaria, y esto no lo dice Dedéu, de modificar el calendario escolar sin dar nada a cambio a los múltiples e irascibles sindicatos de maestros.
Dedéu no ve «una sola iniciativa de peso» en los departamentos de Justicia ni de Investigación y Universidades, a cargo respectivamente de Lourdes Ciuró y de Gemma Geis, ambas de JxCat.
Luego están la de Igualdad y Feminismos, Tània Verge (independiente), que, «después de enseñarnos a decir totis, ha desaparecido del mapa con una discreción proverbial», y Teresa Jordà (ERC), que «la sacan poco», pero «hace pocos días tuvo una breve aparición en un documental sobre el campesinado en La Nostra y tuvimos bastante con un minutito para entender por qué a los comunicadores de Esquerra ya les va bien que no hable mucho o nada».
Finalmente, Roger Torrent (ERC): «Él simplemente vive para cobrar y se pone con una gestualidad tan admirable, con un ademán tan zen, que te entran ganas de invitarlo a un aperitivo.» Tratándose del de Empresa y Trabajo es muy preocupante que no esté en el centro del debate en estos críticos momentos.
Aún faltan varios hasta llegar a catorce consejerías, pero aquí lo deja. Sólo ha sido una introducción para soltar el tópico de la temporada: «El único factor que no ha calculado toda esta élite de políticos que viven literalmente de no tener ninguna iniciativa palpable es que en Catalunya se vuelva a hablar de política y que la abstención (…) tenga bastante peso para favorecer una renovación de la clase política que configure una oposición democrática civilizada al autoritarismo español.»
Los hay que siguen dando vueltas a la abstención electoral como caladero de próximas embestidas independentistas, como si los mismos oficiales estuvieran en condiciones de elevar la moral de la misma tropa que años antes no supieron dirigir, o decepcionaron, o traicionaron —las opiniones varían según el talante de los reclutas—. No exactamente los mismos oficiales, porque también es recurrente el anuncio, o más bien el deseo, de nuevos liderazgos que, esta vez sí, culminen el proyecto; pero los que de esta manera claman ya estaban hace una década o más haciendo aproximadamente los mismos augurios sobre el inminente final del cruel régimen que nos oprime.
Vestir como le dé la gana
El mismo día 15, y aparentemente sin relación con este artículo, la portavoz del gobierno de la Generalitat, Patrícia Plaja, comparecía en TV3. En un intermedio, le subieron un poco el escote de la blusa, al parecer para que estuviera más cómoda, y ésa fue la noticia del día y de la semana, y quién sabe si de la legislatura. Empezó Anna Punsí, en un tweet, hablando de censura: «El escote de la portavoz del gobierno ha sido censurado». ¿En la mismísima televisión del gobierno? ¡Por favor!
La portavoz del gobierno de la Generalitat, Patrícia Plaja, comparecía en TV3. En un intermedio, le subieron un poco el escote de la blusa, al parecer para que estuviera más cómoda, y ésa fue la noticia del día y de la semana, y quién sabe si de la legislatura.
Mayka Navarro, en el mismo programa donde sucedió el atropello, revindicó el escote de Patrícia Plaja diciendo que «de manera incomprensible ha sido censurada». «Tiene que vestir como le dé la gana, y si tiene pechos, con todo el respeto a la audiencia, que los enseñe.» Al tiempo toqueteaba su propio escote, como si estuviera buscando la manera de desafiar a todos los censores de la Corporación y del país.
Luego la dirección del programa, Els matins de TV3, se vio obligada a decir la suya: «Hemos resuelto en directo una situación que percibíamos incómoda para la entrevistada, pues ella misma se ajustaba el top. La realización del programa ha sido como siempre y no ha habido ningún tipo de censura.»
La dirección del programa, Els matins de TV3, se vio obligada a decir la suya: «Hemos resuelto en directo una situación que percibíamos incómoda para la entrevistada, pues ella misma se ajustaba el top»
Casual o provocada, en estos casos de polémica debería haber algo parecido al VAR para analizar los detalles de la jugada. En cualquier caso, como se puede comprobar: Entrevistem Patrícia Plaja, no fue un destape de los que hacen historia.
Cuando amainen las exclamaciones, deberíamos preguntarnos si es concebible que la portavoz del gobierno sea objeto de un trabajo urgente de sastrería sin el acuerdo de ella misma. Ese trabajo puede ser cuestionable. Se puede decir que fue innecesario, inoportuno, contraproducente, antiestético… pero nadie debería hablar de censura, porque es un insulto a todos los que han padecido y padecen realmente censura.
Nadie debería hablar de censura, porque es un insulto a todos los que han padecido y padecen realmente censura.
La cuestión es que ya nadie se acuerda de qué trataba la entrevista, ni de las decisiones que el gobierno acababa de adoptar, supongamos que alguna había; ni de los planes que tiene para los próximos meses, supongamos que alguno tiene; ni, más en general, de cómo va lo de «las transformaciones democrática, social, verda y feminista», que es el objetivo de esta legislatura según acordó este gobierno pronto hará un año.
La portavoz es el mensaje
En la rueda de prensa del martes, posterior a la reunión del gobierno, Patrícia Plaja anunciaba, «a todas y a todos», «los temas más relevantes que se habían tratado», a saber: los problemas (sin duda previsibles y evitables) en el tráfico de las vías donde se han suprimido peajes (por poco tiempo); el anteproyecto de ley de «derechos culturales» (otro significante vacío); el impulso de la enseñanza a distancia (no será en la enseñanza pública, donde la presencialidad es sagrada); el concurso de méritos para la estabilización de la ocupación pública, unas 9.700 plazas, y el enésimo conflicto con el gobierno central, esta vez sobre las consultas populares no referendarias.
Pocos titulares saldrán de aquí, pero ya viene la portavoz a focalizar nuestra atención en otro asunto. El jueves 16 lanza un tweet con un mensaje tremendo: «Nos vestiremos como querremos, sin pedir permiso ni esperar opinión.» Nadie se viste como quiere en términos absolutos, como haría Robinson Crusoe naufragado en un centro comercial desierto. Todo el mundo se viste dentro de lo que establecen la moda, la costumbre, el decoro, la etiqueta, la conveniencia, la disponibilidad y la economía particular.
Portavoz ahora de sí misma, adjunta una declaración que ocupa un folio entero en la que presenta su versión de lo sucedido: «La blusa que me puse no me hacía sentir incómoda ni antes ni durante mi intervención. Tampoco cuando a media entrevista entraron a recolocarme el escote me sentí censurada. Porque no entendí qué pasaba y porque estaba concentrada en intentar hacer balance de este primer año como portavoz…» Pues sí que estaba concentrada.
¿Qué sucedió pues? «Alguien pensó, erróneamente, que no estaba cómoda y con la mejor de las intenciones intentaron arreglarlo (…) Pero la decisión no fue acertada.» Falta de reflejos por su parte al no impedir el arreglo. La próxima vez, que hagan un ensayo previo, que tampoco lleva tanto tiempo.
«Alguien pensó, erróneamente, que no estaba cómoda y con la mejor de las intenciones intentaron arreglarlo (…) Pero la decisión no fue acertada.»
Luego dice algo sobre «la presión estética que sufrimos todavía hoy las mujeres» y que «los comentarios no deseados sobre nuestros cuerpos (…) nos avergüenzan, nos incomodan». Pero lo más significativo es cuando dice que «desde el equipo de comunicación del Gobierno hace semanas que habíamos decidido que buscaríamos nuevos espacios comunicativos para la portavoz…»
Objetivo conseguido. Seguimos sin saber, como dice Bernat Dedéu, «qué narices hacen los consellers del Govern», ni la mayoría quiénes son, pero ya estamos al caso de opiniones y circunstancias de la portavoz.