De los creadores de «La independència, la tenim a tocar» (la tenemos muy cerca), se estrena esta temporada: ¿La independencia en febrero del 2025 como muy tarde? ¿Y por qué no?. Es el título de un artículo de Vicent Partal, dividido en tres partes, en el que hace un repaso a la situación actual del proceso independentista, con el fin de combatir «la tristeza y el abatimiento que sobrevuelan el movimiento independentista».
Cualquier observador imparcial y distante —dejemos de lado a los partidarios de la unidad de España, a los defensores de la legalidad constitucional y a los contrarios a los procesos revolucionarios— concluirá fácilmente que la proclamación de la independencia en octubre de 2017 fue un brindis al sol, una renuncia a seguir adelante —es decir a aplicar la Ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República Catalana para evitar males mayores—, un hasta aquí hemos llegado y que el Estado haga lo que tenga que hacer. Pero Partal quiere demostrar a los suyos que no fue un fracaso sino un éxito. Al final, el tópico malévolo sobre la costumbre catalana de celebrar las derrotas va a ser cierto.
Cualquier observador imparcial y distante —dejemos de lado a los partidarios de la unidad de España, a los defensores de la legalidad constitucional y a los contrarios a los procesos revolucionarios— concluirá fácilmente que la proclamación de la independencia en octubre de 2017 fue un brindis al sol.
Fuerza volcánica en las calles
Una afirmación axiomática preside el razonamiento: «La independencia, la hicimos». «El 27 de octubre de 2017 todos supimos que Cataluña era una república independiente. No sólo nosotros. También España (…) Los ciudadanos marcaron un objetivo el Primero de Octubre, y aún más el 3 de octubre, que iba mucho más allá de lo que los políticos habían planificado o previsto. Y de lo que la mayoría estaba dispuesta a hacer. Pero la independencia acabó imponiéndose por encima de la voluntad de no llegar, de frenar justo a tiempo (…) El Parlamento de Cataluña proclamó la independencia, obligado por el impulso de la gente y por el miedo de los partidos a verse arrastrados por aquella fuerza volcánica que eran nuestras calles.»
Partal entiende que, «después de todo lo sucedido la semana pasada, hemos tocado fondo»; pero que, en una perspectiva de años, «estamos en uno de los momentos más altos, si no es el más alto, del proceso de independencia de Cataluña». Y no está hablando de «cifras de votantes» sino «del avance del conflicto en la línea del tiempo». Siguiendo esta lógica, podríamos encontrarnos con la paradoja que el independentismo pierda apoyo electoral, como detectan las últimas encuestas, mientras el conflicto se agudizaría en opinión de algunos.
Partal entiende que, «después de todo lo sucedido la semana pasada, hemos tocado fondo»; pero que, en una perspectiva de años, «estamos en uno de los momentos más altos, si no es el más alto, del proceso de independencia de Cataluña».
En línea con lo manifestado por la recién elegida presidenta de la ANC, el director de Vilaweb apoya la idea de «lanzar una segunda ofensiva por la independencia: «Creo que fijar objetivos en el tiempo ayuda a concretar e inquieta al enemigo, dos tareas que ahora mismo son imprescindibles.» Dolors Feliu habló de que «como máximo la independencia tendría que ser en febrero del 2025», cuando acaba la legislatura autonómica actual; Partal sólo le reprocha que no «haya dicho nada de aprovechar cualquier situación que pueda darse de ahora hasta entonces».
Coincide Partal también con Clara Ponsatí, quien afirma que «en el Estado español no hay sitio para nosotros si no dejamos de ser catalanes» y que nuestros políticos actuales «no lo entienden, o si lo entienden son lo suficientemente cínicos para aceptar hacer política autonómica, y así, quien día pasa, empuja el año (…) muy cínicos o muy estúpidos, yo tengo siempre esa duda».
«En el Estado español no hay sitio para nosotros si no dejamos de ser catalanes».
Clara Ponsatí
Y ya sólo falta evocar a Quim Torra y su conclusión, a final de mandato, de que «uno de los obstáculos para alcanzar la independencia es la autonomía». No hacía falta ejercer el cargo de presidente de la Generalitat para saber que la autonomía se basa en el Estatuto, el cual a su vez se desprende de la Constitución, y que no es concebible un entramado legal que autorice a alguien a aplicar o no la ley según convenga.
No hacía falta ejercer el cargo de presidente de la Generalitat para saber que la autonomía se basa en el Estatuto, el cual a su vez se desprende de la Constitución, y que no es concebible un entramado legal que autorice a alguien a aplicar o no la ley según convenga.
Viva la gente, no los partidos
Partal repasa las premisas del proceso, que se demostraron falsas una detrás de otra: «El choque de 2017 se estructuró a partir de la idea que se podía pasar de la ley a la ley, que España era un país democrático que no utilizaría la violencia y que la Unión Europea velaría por nuestros derechos individuales (…) El período posterior del gobierno de Pedro Sánchez y la coalición entre socialistas y Podemos habrá servido como mínimo para dejar claro que no hay ninguna posibilidad de que ningún actor político español se comporte de una forma distinta, maquillaje al margen, a como lo hizo Mariano Rajoy.» La conclusión es que «no hay ninguna posibilidad, ninguna, de una negociación con España, ni de que España acepte una vía democrática para resolver el conflicto».
«No hay ninguna posibilidad, ninguna, de una negociación con España, ni de que España acepte una vía democrática para resolver el conflicto».
Vicent Partal
Entonces sólo queda la continuación de la política por otros medios, aunque Partal sólo utiliza el concepto púdicamente al decir que «estamos en medio de una guerra, aunque sea metafórica». Si se trata de eso, hay que hacer inventario. Una vez sabido que «el sistema de partidos y la gestión que hacen «los nuestros» va en contra de los intereses de los ciudadanos y es un freno a la liberación nacional y popular», ¿con qué fuerzas contamos? Aquí ya se pone a practicar la imprecisión lírica.
Sostiene que «la gran fuerza del independentismo es su solidez y arraigo local», donde hay «gente con una capacidad intelectual y de trabajo enormes, con una generosidad social inmensa y con una gran credibilidad». ¿Quiénes son, dónde están? «Suelen ser personas que están en la ANC, o en el Consell per la República, o en Debat Constituent, incluso aún quedan en Òmnium, pero que te las encuentras sobre todo en iniciativas locales de todo tipo».
Habla de estas personas como «referentes morales y cívicos», necesarios para volver a «dinamizar la comunidad» y retomar «la mejor tradición de las semanas previas al Primero de Octubre: concitar aquella ebullición ciudadana que nos hizo ganadores». ¿Y los partidos independentistas, que hasta ayer se nos decía que representaban al 52% del pueblo catalán? Pues resulta que «ésta es una tarea en la que no podremos contar con los partidos, si acaso con la CUP», lo que ya aclara un poco el proyecto.
Un 11-S contra los partidos
Después de reconocer que «no soy la persona más adecuada para definir calendarios y maneras de hacer», propone convocar «durante las semanas que quedan antes del verano un gran debate en cada capital de comarca», y «crear así un crescendo con actos de este estilo, descentralizados, que nos lleven al Once de Setiembre», que se debería plantear «radical y abiertamente contra el gobierno y los partidos». Lo de menos es el día, porque «cualquier ocasión de acorralar a este gobierno me parece válida y útil». Incluso, «convocar una conferencia nacional independentista a final de año» para unir a «todas las fuerzas políticas y sindicales rupturistas».
Concluye Partal insistiendo que «el conflicto y la imposibilidad de entendernos entre Cataluña y España se ha incrementado, sin duda y de forma clara, desde 2017, y se ha incrementado precisamente porque hicimos la independencia». Ahora «España teme de forma visceral e irracional que lo volvamos a hacer (…) Haber hecho esta independencia obliga a España a reaccionar con todo para evitar el cambio de frontera. Y como lo hace de forma descontrolada y antidemocrática, no puede sino elevar el nivel de la crisis. Hagan lo que hagan nuestros políticos».
«El conflicto y la imposibilidad de entendernos entre Cataluña y España se ha incrementado, sin duda y de forma clara, desde 2017, y se ha incrementado precisamente porque hicimos la independencia»
Para España, «todo ha cambiado desde el Primero de Octubre, y es simple: nosotros somos el enemigo. Todos. Ya no somos suyos. Ya no somos de los suyos, y por esta razón lo que vale para cualquier ciudadano de su Estado, ya ha dejado de valer para nosotros». Nación contra nación, este es el mensaje que Partal intenta inculcar reiteradamente a sus lectores. Si «sabemos reubicarnos, el 2025 puede ser una buena fecha para volver a intentarlo, más fuertes que nunca, sabiendo más cosas que nunca y probablemente más endurecidos que nunca».
Se dirige mayormente a la misma gente que hicieron lo que hicieron, y no hicieron lo que no hicieron, en 2017; y aunque ahora les es muy fácil decir que los políticos no estuvieron a la altura, no son en absoluto ajenos al desenlace. Mayormente a la misma gente, porque las nuevas levas no han sido desbordantes en número. Mantener alta la moral de esa tropa, de esa gente que son los mismos pero cinco años más viejos, no va a ser fácil.