El domingo 22 de mayo hubo un sabotaje en la línea de AVE que conecta con Francia. Fue a medianoche y en tres puntos a lo largo de unos 40 km: entre Vilobí d’Onyar y Riudellots de la Selva, a las 00:03; entre Vilobí y Gerona, a las 00:08 horas, y entre Gerona y Vilademuls, a las 00:20. El método, no muy sofisticado, fue encender «hogueras que afectaron a las dos vías del AVE» en los dos primeros casos y sólo a una en el último, informa el País. El resultado fue «la quema de canaletas de la red de cableado del sistema de señalización de los trenes, que quedó con “daños importantes”». Como consecuencia, se produjeron «retrasos de entre 60 minutos y 90 minutos» en los trenes de esa línea, incluso al día siguiente.
Terrorismo de baja intensidad
El término usado por los medios fue «actos vandálicos», a pesar de que la cosa apestaba a terrorismo de baja intensidad desde el primer momento. Los borrachos de fin de semana más bien improvisan; no se dividen en tres grupos ni actúan coordinadamente con un propósito tan definido. Sólo el diputado de Ciudadanos Nacho Martín Blanco, el mismo lunes 23, pedía que se investigasen como lo que son: actos de terrorismo».
El término usado por los medios fue «actos vandálicos», a pesar de que la cosa apestaba a terrorismo de baja intensidad desde el primer momento.
El miércoles 23 llegó la reivindicación. Un ente llamado Acció per la Independència, desde Twitter —@IndepeAccio— y Telegram —@AccioIndependencia—, se atribuye el sabotaje. En un comunicado afirman que lo que hubo el domingo «fue una avería, pero no debida a falta de matenimiento, de inversiones o a la dejadez mal intencionada, como de costumbre, sino a un acto de sabotaje en protesta por el mal servicio de las empresas operadoras».
Un ente llamado Acció per la Independència, desde Twitter —@IndepeAccio— y Telegram —@AccioIndependencia—, se atribuye el sabotaje.
Ante los reiterados retrasos y averías que sufre la red ferroviaria, no se les ocurre nada mejor que provocar más averías que generan más retrasos. Se advierte la misma mentalidad que se manifestó en fechas señaladas —como cuando se hizo pública la sentencia a los políticos juzgados por el proceso a la independencia, en octubre de 2019— cortando vías de circulación y ocupando estaciones y aeropuertos como acto de protesta.
Aún nadie ha explicado por qué procedimiento mágico se llega a lo que llaman «implementar la república» complicando los desplazamientos de la gente a la que se pretende liberar; complicar los desplazamientos implica malhumor, nerviosismo y pérdidas de tiempo, sean de ocio o de negocio, cuando no cosas peores. Una cierta capacidad de sacrificio a los más adeptos a la causa se les supone; en cambio, para el resto no parece la mejor manera de ganar simpatías. Pero para entenderlo hay que estar dotado de una cierta capacidad de raciocinio.
Aún nadie ha explicado por qué procedimiento mágico se llega a lo que llaman «implementar la república» complicando los desplazamientos de la gente a la que se pretende liberar; complicar los desplazamientos implica malhumor, nerviosismo y pérdidas de tiempo, sean de ocio o de negocio, cuando no cosas peores.
En dicho comunicado se afirma que «en ningún caso se puso en riesgo a las personas» y que «es un acto de lucha no violenta». Atentar contra la seguridad de un transporte público, desde luego, es exponer a un riesgo a los pasajeros. Y no vamos a perder el tiempo discutiendo si existe algo que pueda llamarse «lucha no violenta», uno no tiene por qué asumir el lenguaje de los que quieren complicarle la vida.
Una protesta contra España
Al parecer actúan solos y contra todos, o así quieren hacerlo creer: «La acción de protesta se dirige a España por el menosprecio, la violencia y la persecución que ejerce sobre Cataluña» y «al gobierno de la Generalitat, a los partidos políticos y a las entidades.» Por el momento, nadie se ha dado por aludido. Ni los representantes políticos, que se supone que deben preocuparse por nuestra seguridad, ni los finos analistas a los que nada independentista les es ajeno se han molestado en comentar el hecho ni su reivindicación.
Al parecer actúan solos y contra todos, o así quieren hacerlo creer.
Lo de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio vale para la relaciones personales pero no para la política. En cuestión de violencia, no hay enemigo pequeño. Acció per la Independència, sea lo que sea —tal vez un CDR, tal vez el nombre que utilizan varios CDR cuando se reúnen en un día festivo, tal vez aquellos del nordeste que «van a su puta bola», como dijo Tamara Carrasco hace años—, no va a aparecer mañana en la lista de grupos terroristas de la UE, pero hay motivos suficientes para no dudar de su existencia ni de su capacidad de causar estragos en un país ya bastante agobiado por la inestabilidad, la incertidumbre y la inseguridad.
En cuestión de violencia, no hay enemigo pequeño.
Lo del pasado domingo no es una anécdota, probablemente fue un test sobre la vulnerabilidad de la infraestructura ferroviaria, y un entrenamiento para futuras y más contundentes acciones.