ECOS INDEPENDENTISTAS | Política, mentiras y escuchas telefónicas

Sede del CNI en Madrid. EFE.

Las escuchas telefónicas son una constante de la política española. Todo el mundo se escandaliza cuando se descubre algún pastel, y durante un tiempo se reclaman responsabilidades, se piden dimisiones, se exigen reformas; pero pronto todo cae en el olvido hasta que se produce otro descubrimiento.

Gran noticia de 1995: «Durante casi 11 años un gabinete de escuchas del Cesid se dedicó a grabar, con conocimiento del gobierno, conversaciones de todo tipo (incluso estrictamente personales) de políticos, diplomáticos, empresarios, periodistas y hasta del Rey y sus amigos…», recordaba en 2007 El Mundo, diario cuya «investigación no sólo tuvo consecuencias políticas y judiciales, sino que obligó a una reordenación total dentro del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) que pasaría a llamarse Centro Nacional de Investigación (CNI)». Investigación es el nombre con que se pretende ennoblecer a las filtraciones.

Nada nuevo bajo el sol. Cambian los organismos, mejoran las técnicas, aparecen nuevos personajes, tanto espías como espiados; pero los usos y costumbres no varían. Si en los años 80 y 90 fue «el Centro de Vigilancia del Espectro Radioeléctrico, que tenía un sofisticado sistema de captación y grabación de frecuencias de teléfonos móviles», ahora será un oneroso software espía como Pegasus. Y como es lógico,  los que han sido objeto de vigilancia llevan el agua a su molino y piden explicaciones.

El Estado cloaca

Si se ha visto que las escuchas, con o sin autorización judicial, se han producido en todas direcciones, incluso hasta llegar a la cúpula del Estado, nadie supondrá que los dirigentes de un movimiento secesionista iban a quedar al margen. Manca finezza, decía Andreotti sobre la política española, con mucha razón; pero cuando la integridad territorial del Estado se ve amenazada no es el mejor momento para cultivarla. Demasiados nervios y una cierta propensión a la chapuza.

Como es previsible, los portavoces del independentismo aprovechan las últimas revelaciones sobre escuchas, intrigas y denuncias falsas para presentar España como un régimen que se derrumba, un cúmulo de injusticias, la vergüenza de Occidente.

José Antich, en El NacionalEl Estado cloaca—, dictamina: «No es que en España haya cloacas, sino que España es un estado cloaca donde se obtiene información por todo tipo de cauces ilegales, se inventan informes policiales desde despachos oficiales del máximo nivel ministerial y se conoce a la perfección los medios de comunicación a los que se les tiene que proporcionar esta información falsa y que publicarán sin rechistar (…) Y el Defensor del Pueblo, una figura que tendría que ser independiente, lejos de escandalizarse por el espionaje del CNI concluye, con enorme celeridad, que se realizó “de acuerdo con la Constitución”.»

En el mismo digital, Agustí ColominesPegasus y baterías— aprovecha para cargar contra ERC y su «campaña de normalización»: «Al día siguiente de cuando se conoció que el Estado había conspirado ilegalmente contra Ernest Maragall, aunque todavía no sepamos en qué intensidad, Esquerra puso en circulación el argumentario que habitualmente manda a los tertulianos y no decía ni media palabra sobre ello (…) El asunto del espionaje es importante, pero no tan importante como para que Esquerra tumbe a Pedro Sánchez

Las maniobras para impedir que Ernest Maragall (ERC) alcanzara la alcaldía de Barcelona, que ahora han trascendido, son presentadas como otra ocasión perdida: «La carencia del más mínimo sentido de la oportunidad hace que la política catalana desaproveche ahora una de las crisis democráticas más profundas de los últimos veinte años.»

Y Tian RibaGana España—, evocando las elecciones autonómicas de noviembre de 2012, en las que Artur Mas perdió 12 diputados, en parte debido a un falso informe de Villarejo —lo que significa que «el gobierno español, el gobierno del PP, utilizó las cloacas para manipular unas elecciones»—, llega esta conclusión:

«El gobierno de turno, el PP, el PSOE, el poder judicial, la mayoría de medios de comunicación, las grandes empresas que pagan y la monarquía, es decir, los poderes del Estado, lo han hecho todo para mantener el statu quo y que siguiera ganando España.» ¿Realmente el independentismo ha puesto sus esperanzas en que algun día haya un gobierno, una prensa, unas grandes empresas que apuesten a subvertir el Estado y a perjudicar España?

Fabricando independentistas

Francesc-Marc Álvaro, en La Vanguardia, habla de decadencia, de la verdadera decadencia, que no es otra que la de «un sistema político que permite, tolera y asume sin sonrojarse que los legítimos representantes de la ciudadanía pueden ser espiados cual criminales mientras están negociando un acuerdo para constituir el gobierno local».

Desde luego no es un ejemplo de buen funcionamiento democrático: «Al parecer, que un partido perfectamente legal como ERC pudiera ocupar la alcaldía de la segunda ciudad de España merecía una investigación al mismo nivel de las que se ordenan para perseguir terroristas, narcotraficantes, mafias internacionales y demás amenazas.» Pero que la segunda ciudad del Estado pudiera ser gobernada por una fuerza secesionista era algo que había que seguir de cerca.

Álvaro quiere oír voces de condena: «Creo que nadie, entre las élites económicas barcelonesas, se ha pronunciado todavía sobre el escándalo que supone que el CNI tratara a concejales electos como si fueran los integrantes de una célula yihadista. Me interesa mucho lo que piensan nuestros líderes económicos y empresariales sobre algo que únicamente sería normal en estados como Rusia, Venezuela o Arabia Saudí

El director de La Vanguardia, Jordi Juan, habla de vergüenza nacional, aunque también introduce un matiz político coyuntural: «Las revelaciones que está aportando el diario El País, independientemente de que les vienen como anillo al dedo a los socialistas para frenar las expectativas que está generando el nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo, invitan a una serena reflexión sobre lo que sucedió en este país durante los gobiernos de Mariano Rajoy.»

En cualquier caso, «no le puede quedar ninguna duda ya a nadie de que desde los aparatos del Estado se inventaron informes falsos con supuestos casos de corrupción contra dirigentes catalanes con el objetivo de erosionar sus expectativas electorales. Sucedió con Artur Mas en las elecciones catalanas del 2012 y con Xavier Trias en las municipales de Barcelona en el 2015».

Sin embargo, la actuación de «la mal llamada policía patriótica», como dijo el presidente del gobierno, «provocó el efecto contrario al que bus­caban, ya que acabaron convirtiéndose en una especie de fábrica de independentistas al inocular a miles de catalanes un sentimiento de oprobio e indignación».

Desconfiar del enemigo

Un sentimiento que sin duda el independentismo se encargará de cultivar día a día. Afirma Vicent Partal en Vilaweb: «Son hechos de una gravedad enorme porque en la práctica implican, nada menos, que las elecciones en Cataluña han sido sistemáticamente manipuladas por los aparatos del estado desde hace años y, por lo tanto, han destruido el proceso democrático. Pero también porque demuestran que el proceso hacia la independencia ha sido obstaculizado de manera muy eficaz, planificada y profesional desde Madrid, fomentando la división interna a base de espionaje, mentiras mediáticas y quién sabe qué más.» Poco a poco, que la división interna viene de serie; a no ser que se trate ya de acusar de espía y traidor a todo aliado que no acate la consigna del momento.

También sostiene Partal que las mentiras contra CiU funcionaron también porque mucha gente quería creérselas, ya que «la corrupción dentro de CiU existía y por tanto era creíble». A estas alturas, «veo muy claro que nosotros tenemos un problema, que es esta obsesión enfermiza de competir ideológicamente en el campo independentista, lo que fomenta el partidismo extremado, la batalla por la hegemonía (…) En amplios sectores de la izquierda independentista ha pesado siempre más, y pesa aún más, la discrepancia ideológica y de proyecto —y la voluntad de derrotar y aniquilar lo que llaman la derecha catalana— que la oportunidad y la posibilidad evidente de ganar todos juntos».

«En otro país acusaciones y manipulaciones como las que se inventaba en una cueva Villarejo y promocionaba desde su diario Pedro J. Ramírez, simplemente la gente no se las habría tragado (…) precisamente porque venían del enemigo (…) Habría lamentado que la corrupción pasada hiciera creíbles las acusaciones falsas. Pero habrían antepuesto siempre la suspicacia ante quienes en definitiva nos quieren derrotados a todos. Habría primado la desconfianza hacia el aparato estatal de la nación de la que quieres independizarte.»

Para «el próximo episodio», hay que aplicar «esa regla tan básica que dice que al enemigo ni agua y que esto es un combate nación contra nación».

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