ANÁLISIS / El coste de la invasión de Ucrania

Se antepusieron los intereses geopolíticos de EEUU a los propios de la UE, y sobre todo a los de los ucranianos y rusos

El presidente ruso, Vladímir Putin.

Mientras la invasión de Ucrania va perdiendo prioridad en los telediarios de los países occidentales, la catástrofe humanitaria y material en las zonas donde se libran los combates más intensos sigue aumentando día tras día. A las numerosas víctimas civiles y militares y a la devastación causada por una guerra que tal vez podría haberse evitado, hay que sumar los millones de refugiados y desplazados que abandonaron sus hogares y ahora intentan encontrar acomodo en otras ciudades ucranianas más seguras o en distintos países de la Unión Europea (EU). Tras el discurso de Putin en la Plaza Roja para celebrar la victoria sobre el nazismo y el fascismo en 1945, nada parece indicar que estemos cerca de alcanzar una salida negociada que ponga fin a este conflicto.

El presidente Biden ha actuado con gran cautela para quedarse al margen del conflicto, limitando la implicación de la Administración estadounidense a proporcionar ayuda militar a Ucrania para prolongar una guerra de desgaste mutuo. De momento ha logrado frenar los designios imperialistas que albergaba Putin en su nuevo intento para reconstruir la Gran Rusia, y está dispuesto a seguir suministrando ayuda militar al gobierno de Zelensky para aumentar el potencial ofensivo de la resistencia ucraniana y debilitar cuanto pueda a Rusia, incluso si la prolongación del conflicto deja a los ucranianos sumidos en la miseria más absoluta. El gobierno de Putin tampoco va a cejar en su empeño hasta sacar algún partido a la invasión, una operación que quizá previó iba a ser una sencilla y rápida y se ha convertido en una auténtica pesadilla para sus mandos y tropas.

El gobierno de Putin tampoco va a cejar en su empeño hasta sacar algún partido a la invasión, una operación que quizá previó iba a ser sencilla y rápida

Desde el inicio de la invasión, la UE se ha alineado con Estados Unidos y sigue promoviendo nuevas sanciones contra Rusia mientras se prepara para un próximo invierno donde tal vez no pueda contar ni con el petróleo ni con el gas rusos. Ensimismada en su agenda para alcanzar la neutralidad climática en 2050, ni siquiera vio llegar el conflicto, y a falta de un gobierno y una diplomacia capaces de desplegar y hacer valer su músculo económico no ha logrado hilvanar en esta ocasión ninguna iniciativa diplomática para evitar alcanzar un alto el fuego. De momento, la UE se enfrenta a disrupciones en los suministros de alimentos y materias primas procedentes de Rusia y Ucrania, tiene que acoger a millones de emigrantes ucranianos huidos de su país, y tendrá que destinar ayudas multimillonarias para reconstruir un país completamente devastado. Comoen el conflicto israelí-palestino, la UE será la que pague el grueso de la factura. 

A diferencia de lo ocurrido en la crisis de 2013-2015, los principales países de la UE renunciaron a desempeñar un papel protagonista en esta crisis y se han limitado a seguir las líneas marcadas por Washington, a cuyos designios hegemónicos favorece una UE debilitada y enfrentada a Rusia, uno de sus dos enemigos tradicionales desde el final de la II Guerra Mundial. El problema radica en que la inteligencia estadounidense continúa obsesionada por mantener su hegemonía por encima de cualquier otra consideración, y no ha cesado de propiciar interferencias y aventuras bélicas desde el final de la II Guerra Mundial por casi todos los rincones del Planeta que han cosechado resultados desastrosos en casi todos los casos. Ya veremos cómo acaba en esta ocasión la lucha de desgaste y empobrecimiento emprendida en Ucrania contra Rusia de la que a buen seguro tomarán buena nota no sólo los ciudadanos rusos.

Los principales países de la UE renunciaron a desempeñar un papel protagonista en esta crisis y se han limitado a seguir las líneas marcadas por Washington

De momento, el futuro económico inmediato e incluso a medio plazo de Ucrania pone los pelos de punta a cualquier persona sensible a la catástrofe humanitaria y la devastación del país causada por la guerra. 

Cuadro 1. Crecimiento del PIB en Centroeuropa y Asia Central 2020-2023

Fuente: Banco Mundial.

Según podemos ver en el Cuadro 1, el Banco Mundial prevé una caída del PIB de Ucrania de 45,3% en 2022, seguida por una levísima recuperación, 2,2%, en 2023, que no servirá para sacar a los ucranianos de la miseria. La catástrofe económica cobra más fuerza si cabe al comparar la previsión de abril de 2022 con la realizada por el propio Banco Mundial en enero de ese mismo año en la que anticipaba un crecimiento del PIB de 3,2%.

Tal y como puede observarse en el Gráfico 1, el crecimiento del PIB en Ucrania ya registró fuertes caídas en las dos primeras décadas del siglo XXI que por su profundidad podrían figurar entre las contracciones más destacables a nivel mundial: 15,14% en 2009 y 10,08% y 9,77% en 2014 y 2015, respectivamente. A pesar de la intensidad de ambos desplomes, la tasa media de crecimiento del PIB de Ucrania alcanzó 2,1% entre 2000 y 2021. Para hacernos una idea de la magnitud de estas convulsiones y la que espera a Ucrania, basta con recordar que la caída del PIB ocasionada por la Recesión Epidémica en España en 2020 fue 10,8%. Pues bien, la caída del PIB que el Banco Mundial anticipa para Ucrania en 2022, 45,1%, va a triplicar la ya extraordinariamente severa (15,15%) registrada en 2009.

Gráfico 1. Ucrania: variación anual del PIB 2000-2021

Fuente: Trading Economics

Como reconoce el Banco Mundial, “Ucrania se encuentra en un estado de severo peligro económico. En adición a la destrucción de capital físico, millones de personas han huido del país y varias docenas de miles han resultado muertos o mutilados. Ello se suma al aumento al aumento generalizado en la tensión económica en todo el mundo a resultas de la pandemia de Covid-19”, lo que conforma un panorama desolador que se acrecienta, en el caso de Ucrania, por las tensiones políticas que el país ha venido padeciendo desde 2013 y culminaron en la injustificada e injustificable invasión ordenada por Putin. 

La severa recesión registrada por Ucrania en 2014-2015, cuando la mayoría de los países europeos habían salido ya de la Gran Recesión (2008-2013), tuvo ya su causa inmediata en el conflicto político-militar que se desató en noviembre de 2013 con las protestas en Kiev (conocidas como ‘Euromaidan Revolution of Dignity’) contra el régimen prorruso del presidente Yanukovich, contrario a la integración de Ucrania en la UE. Tras la huida del presidente en febrero de 2014 y ante la previsible pérdida de influencia de Rusia en Ucrania, Putin decidió anexionarse la península de Crimea y se inició una guerra civil en las regiones del Este del país (Donbas) entre milicias prorrusas, apoyadas subrepticiamente por el ejército ruso situado al otro lado de la frontera, y el ejército ucraniano. El conflicto se agravó cuando Rusia decidió involucrarse más abiertamente en las hostilidades después de que el ejército ucraniano iniciara una ofensiva contra las fuerzas rebeldes para controlar el Este del país en agosto de 2014. 

Gráfico 2. Zonas bajo control rebelde en septiembre de 2014 y febrero de 2015

Fuente: BBC.

El acuerdo de cese el fuego firmado por los presidentes Poroshenko y Putin, auspiciado por Merkel y Hollande, en Minsk en febrero de 2015 (Minsk II) sentó las bases para la progresiva desescalada que como puede verse en el Gráfico 2 había alterado ligeramente la delimitación de los territorios bajo control de los rebeldes prorrusos durante el conflicto. El acuerdo contemplaba la retirada progresiva del armamento pesado antes del 14 de septiembre de 2015 y la creación de una zona desmilitarizada de 50 km de ancho supervisada por la OSCE; la liberación de todos los prisioneros y amnistía para todas las personas involucradas en el conflicto; y el inicio de un diálogo para realizar elecciones locales y aprobar una nueva constitución para Ucrania que otorgaría autonomía a las regiones de Donetsk y Luhansk. Aunque la nueva constitución que debía sustituir a la Constitución de 1991 no llegó nunca a aprobarse, el acuerdo proporcionó la estabilidad política indispensable para que la economía ucraniana retomará la senda de crecimiento económico en 2016.

Rusia se está adentrando en la recesión más severa registrada desde la disolución de la Unión Soviética

Rusia se está adentrando en la recesión más severa registrada desde la disolución de la Unión soviética. Según el Banco Mundial que todavía en enero anticipaba un crecimiento del PIB de 2,4%, Rusia va a registrar una caída de 11,2% en 2022 (véase, Cuadro 1), y su economía permanecerá prácticamente estancada en 2023. Como el Gráfico 3 muestra, la economía rusa había sufrido varis recesiones intensas en el siglo XXI:  la crisis financiera asiática en 1997-1998; la Gran Recesión en 2009 y la Recesión Pandémica en 2020. Pero la invasión de Ucrania y las sanciones impuestas por Estados Unidos, la UE, Reino Unido, y otros países van a hacerle pagar un precio mucho más alto. Para hacernos una idea de lo que se avecina: las hostilidades con Ucrania en 2013-2015 desaceleraron el crecimiento del PIB desde 4% en 2012 hasta -2,0% en 2015, y la Recesión Pandémica volvió a reducirlo de 2,2% en 2019 a -2,7% en 2020. Estas cifras quedan completamente empequeñecidas por la magnitud de la caída prevista para 2022: -11,2%.

Gráfico 3. Rusia: variación interanual del PIB 1990-2022

Fuente: Trading Economics

A diferencia de lo ocurrido en la crisis 2013-2015, la UE no ha jugado en 2021 el papel de intermediación que propició alcanzar el acuerdo Minsk II en febrero de 2015. Coincidiendo con la anexión de Crimea y apenas un mes después de que el presidente Yanukovich abandonara Ucrania Estados Unidos puso en marcha sanciones contra individuos, empresas y entidades financieras rusas en marzo de 2014, y si bien la UE adoptó también algunas sanciones focalizadas en 151 ciudadanos y 37 organizaciones rusas y firmó el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania en 2014, Merkel y Hollande continuaron trabajando para frenar la escalada del conflicto -+-hasta lograr el alto el fuego acordado en Minsk el 12 de febrero de 2015. Imperturbable, el gobierno de Estados Unidos continuó ampliando e intensificando las sanciones económicas y financieras impuestas a Rusia en los años siguientes.

En 2018, EEUU prohibió la venta y financiación de armas, las exportaciones de bienes sensibles para la seguridad nacional y todo tipo de ayudas a Rusia

En 2017 entró en vigor el Acuerdo de Asociación con la UE y a comienzos de 2018, Estados Unidos publicó el “Kremlin dosier” con una lista de 210 personas próximas a Putin que podrían ser objeto de sanciones, y ese año el Reino Unido, Estados Unidos y varios países de la UE procedieron a expulsar a decenas diplomáticos rusos, una medida a la que Putin respondió expulsando a decenas de diplomáticos occidentales de Rusia. En agosto de 2018, Estados Unidos prohibió la venta y financiación de venta de armas, las exportaciones de bienes sensibles para la seguridad nacional y todo tipo de ayudas a Rusia. Aunque la UE no modificó sustancialmente las sanciones adoptadas en 2014 contra personas y organizaciones rusas, la puesta en marcha del Acuerdo de Asociación con la UE en 2017 dañó su credibilidad para actuar como intermediador en el conflicto que enfrentaba al ejército ucraniano y a las milicias prorrusas en la región de Dombas. El terreno estaba expedito para que hablaran las armas.

Quizá habría resultado más prudente y razonable haber intentado con mayor ahínco encontrar una solución negociada a un conflicto de intereses

Resulta imposible saber cuál podría haber sido el curso de la historia de haberse confiado más en las iniciativas diplomáticas y en la búsqueda de soluciones negociadas a un conflicto regional, latente desde 1991 cuando Ucrania declaró la independencia, que se fue enquistando más y más a medida que Estados Unidos y la UE imponían sanciones económicas y financieras más y más severas a Rusia. Lo que a la vista de lo ocurrido en 2021 y 2022 resulta indudable es que las medidas adoptadas por Estados Unidos y la UE entre 2014 y 2020 para aislar y castigar a las élites políticas y financieras rusas a cuenta de la anexión de Crimea, y la firma del acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania que entró en vigor en 2017, agravaron las tensiones entre Kiev y Moscú, y terminaron de convencer a Putin de que resultaba ya imposible alcanzar una solución negociada aceptable para sus intereses y los de los ciudadanos prorrusos en el Dombas.

Reconocer que quizá habría resultado más prudente y razonable haber intentado con mayor ahínco encontrar una solución negociada a un conflicto de intereses no puede entenderse, bajo ningún concepto, como un atenuante a la invasión injustificada e injustificable ordenada por Putin, que ha desembocado en una guerra bárbara y cruel que, como todas las libradas en este siglo o el pasado, está produciendo muerte, dolor y devastación en enormes proporciones. Lo que quiero simplemente apuntar es que tal vez podría haberse evitado esta catástrofe si los gobiernos occidentales y las instituciones de la UE hubieran empleado toda su influencia para rebajar las pretensiones de ambas partes, en lugar de situarse claramente del lado del gobierno de Kiev e intentar acorralar a Putin y su nada edificante entorno. Quizá se antepusieron los intereses geopolíticos de Estados Unidos a los propios de la UE, y sobre todo a los intereses de los ciudadanos ucranianos y rusos que son los que, como hemos visto en este artículo, van a sufrir en mayor medida las terribles consecuencias.

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