Pese a que numerosos analistas han señalado que, tras el indulto a los presos del procés, el nuevo elemento de tensión secesionista es el blindaje del monolingüismo escolar en catalán, la estrategia no parece estar cosechando mucho éxito. El 23 de marzo pasado la huelga en contra de la sentencia del Tribunal Supremo que establece un 25% de castellano en los centros públicos fue un fracaso, siendo seguida exclusivamente por el 6% del profesorado. Y ayer, la manifestación en defensa de la exclusión del castellano que desfiló por Barcelona representó otro pinchazo, pues solo logró reunir a 1.700 personas, según la Guardia Urbana.
En la marcha, que partió de la plaza Sant Jaume, se vieron pancartas como «¡Basta, queremos vivir en catalán!» o «¡Que no nos corten la lengua! Escuela pública y en catalán». También se escucharon cánticos en contra del consejero de Educación, Josep Gonzàlez-Cambray. Al llegar al Parlament, se leyó un manifiesto conjunto. Los manifestantes, entre los que se contó Dolors Sabater y Carles Riera de la CUP, exigían que el acuerdo alcanzado entre el PSC y los nacionalistas —del que luego se descolgó JxCAT— para esquivar la sentencia del 25% no se firme, pues supone reconocer la presencia del castellano en la escuela, lo que interpretan como el fin de la inmersión.