Mientras la invasión rusa devasta Ucrania, el mundo coquetea con una conflagración mundial y el aumento de los precios de la energía amenaza la viabilidad de nuestras economías, confieso que dedicar tiempo a examinar las rencillas tribales entre los partidos independentistas catalanes y los planes de la ANC para agitar la sociedad catalana y elevar la temperatura de la confrontación con el Estado español, como les gusta llamarlo, no figuran entre mis principales prioridades, aunque concedo que resulta necesario levantar la vista de tanto en tanto para ver cómo va la ‘cosa’ en este rinconcillo del mundo cada día más inhóspito, decadente y atrabiliario. En mis dos últimos artículos sobre la cuestión catalana, publicados a comienzos de año, advertía que la república imaginaria seguía viva y siendo un gran negocio y que Cataluña tras el esperpento de 2017 se enfrentaba al espanto de 2022. Espanto, bien digo.
ERC, uno de los dos partidos que jugaron un papel decisivo en el proceso insurreccional que culminó en la constitución de la república independiente catalana en el Parlamento de Cataluña el 27 de octubre de 2017 (27-O), ha optado por asegurarse el negocio y darse un plazo para negociar con el gobierno de Sánchez. El objetivo es extraer alguna que otra ventaja competencial o económica, consolidar la inmersión lingüística, y sobre todo lograr que el Estado ‘opresor’ condone y asuma la deuda acumulada por esta Comunidad Autónoma desde 2012. El plan tranquilo de recuperar fuerzas por el que apuesta ERC, tras el ridículo de 2017 y el consiguiente desencanto de sus seguidores todos sea dicho, no lo comparten ni el fugado Puigdemont que sigue viviendo como un rajá en Waterloo ni las aguerridas ‘cuperas’, relegados unos y otras a puestos de segunda fila en el escalafón administrativo.
Quienes más desdeñan la tregua en las hostilidades son los dirigentes de la ANC, que ven con preocupación cómo el volumen de su negociado mengua día a día
Pero quienes más desdeñan la tregua en las hostilidades son los dirigentes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) que ven con preocupación como el volumen de su negociado, pese a los beneficios obtenidos en 2021, en el ámbito de la movilización social mengua día a día. Incluso en la Cataluña rural van desapareciendo las pancartas de la ANC que anunciaban la buena nueva “Ya somos el 52%”, y cada día ondean menos banderas independentistas deshilachadas y ‘lazitos’ amarillos descoloridos en balcones y ventanas.
Los actos de agitación escasean en estos tiempos y en la agenda de la ANC hasta junio poco puede encontrarse más allá de la concentración semanal en Tortosa y las conversaciones virtuales organizadas con ‘nuestros’ presidentes: Torra, Sánchez, Forcadell y Puigdemont. (Míos no, desde luego.) Elisenda Paluzie (presidenta) y David Fernández (vicepresidente) del comité permanente de la ANC añoran aquellos tiempos gloriosos en que la asociación preparaba con esmero durante meses y recursos ilimitados las movilizaciones ‘unitarias’ del 11 de septiembre para anunciar a bombo y platillo la inminente instauración de la república independiente con lemas tales como “A punto”, “Ahora es la hora” y la “Diada del Sí”.
Aunque se desconoce el número de socios de la entidad, las escuálidas cifras de participantes son indicativas de su escasa representatividad
Algo había que hacer para poner remedio a esta caída del negocio y la ANC se ha puesto manos a la obra en su asamblea general ordinaria celebrada virtualmente entre el 17 y 23 de marzo. Veamos cómo ha salido el invento. En la convocatoria han participado, según la propia asociación, 4.275 socios, si bien esta cifra es harto engañosa puesto que la mayoría de las votaciones arrojan un número total de votantes inferior a 1.000, y sólo se rozaron la cifra de 2.000 socios en las votaciones del Bloque 3 para aprobar la gestión realizada, el informe económico de la entidad y convocar elecciones al secretariado de la asamblea a principios de mayo. Aunque se desconoce el número de socios de la entidad, las escuálidas cifras de participantes en la asamblea general son indicativas de su escasa representatividad, no ya de la sociedad civil catalana cuya representación se atribuyen los líderes de la ANC, sino incluso dentro de su asociación.
La asamblea general aprobó la nueva hoja de ruta que “insta al movimiento a prepararse para una nueva arremetida, identifica los pasos a seguir y los hitos marcados por la Asamblea a partir de los frentes de acción del movimiento popular de base, institucional y exterior para conseguir el objetivo fundacional de la entidad: la independencia de Cataluña”. Paluzie quiere estar a la altura de aquella Forcadell de mirada rencorosa, triste figura y actitudes autoritarias que impulsó el proceso insurreccional, primero desde la ANC, y después desde la presidencia del Parlamento de Cataluña, hasta que fue destituida el 27 de octubre de 2017, fue posteriormente juzgada y finalmente condenada por sedición por el Tribunal Supremo a penas que todavía estaría cumpliendo de no haber sido indultada por la gracia del presidente Sánchez.
La ANC no informa tampoco sobre cuántas personas están empleadas y perciben sueldos y salarios, más allá de mencionar que el equipo técnico lo forman 25 personas
Los ingresos ordinarios para 2022 ascienden a 2.604.367€, 2.020.000€ provenientes de las cuotas de los socios, 550.000€ de las ventas, y 35.000€ de donaciones y legados. Estamos ante una cifra modesta habida cuenta de que los ingresos de la ANC en 2017 ascendieron a 7,9 millones de euros. Suponiendo una cuota anual media de 60€, el número de socios en 2022 podría estimarse en torno a 33.667 de los que apenas 2.000 habrían participado en la asamblea general ordinaria celebrada por la entidad hace unos días. Del total de ingresos previstos por cuotas, 2.020.000€, la sede central retiene 1.346.110€ o 66,63% del total. Las partidas más importantes de gastos son los servicios exteriores, 1.588.688€, los gastos de personal 754.684€ y las compras, 250.000€. Entre el gasto en servicios exteriores, 671.757€, destacan por orden de importancia la celebración de actos (393.500€), servicios profesionales (295.000€), arrendamientos (250.000€), publicidad (135.926€), transportes, viajes y desplazamientos (109.000€), y, por último, material de oficina e impresión de material (102.500€).
La ANC no informa tampoco sobre cuántas personas están empleadas y perciben sueldos y salarios, más allá de mencionar que el equipo técnico lo forman 25 personas “que trabajando coordinadamente con el Secretariado Nacional y todas las personas voluntarias hacen posible el día a día de la entidad”. Suponiendo que ningún otro miembro de la organización percibiera remuneración alguna, el gasto medio en personal de los 25 empleados ascendería a 30.187€ euros brutos. Aunque no cabe excluir la posibilidad de que la asociación cuente con una caja B, las cifras oficiales de la entidad indican que estamos ante un puntal del independentismo de escasa entidad que proporciona empleo a unas pocas decenas de personas y demanda bienes y servicios a unas cuantas empresas y profesionales afines al independentismo. Una gota de agua en el océano de puestos de trabajo y presupuestos controlados por los partidos independentistas desde las instituciones de autogobierno de Cataluña.
Fue sin duda alguna el brazo civil que posibilitó al gobierno de la Generalidad esconder la mano y a sus presidentes, Mas y Puigdemont, mover con comodidad los hilos permaneciendo en segundo plano
La disparidad de fuerzas es enorme y ni siquiera Juntos por Cataluña (JxC), el partido dirigido por el prófugo Puigdemont, muestra inclinación alguna a dejar en manos de la ANC de Paluzie la labor de movilización que los partidos políticos confiaron a Forcadell, militante de ERC, entre 2012 y 2015, y a su sucesor en el cargo, Sánchez, desde 2015 a 2017. Fueron años en que la ANC multiplicó sus socios y recursos, creó asambleas territoriales y desarrolló una incansable e intensa labor de agitación para impulsar el proceso insurreccional en todos los rincones de Cataluña. Raro era el día en que no celebraba 3 o 4 actos. Fue sin duda alguna el brazo civil que posibilitó al gobierno de la Generalidad esconder la mano y a sus presidentes, Mas y Puigdemont mover con comodidad los hilos permaneciendo en segundo plano.
Aunque la ANC ha dado algunos golpes de mano audaces durante los mandatos de Paluzie (2018-2020 y 2020-2022), aupando a candidatos avalados por la organización a la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona en 2019 y al rectorado de la Universidad de Barcelona en 2020, lo cierto es que su capacidad movilizadora ha ido decreciendo a la par que su menguante presupuesto y el creciente distanciamiento con los dos partidos que continúan repartiéndose el gobierno de la Generalidad de Cataluña. La fluida comunicación existente entonces hizo posible a Forcadell saltar de la presidencia de la ANC a presidir el Parlamento de Cataluña en octubre de 2016, y a Sánchez a convertirse en secretario general de JxC. Un hecho sintomático del declive de la asociación y de la débil posición de su actual presidenta se produjo en octubre de 2020 cuando ‘su’ candidato a la Cámara, Canadell, le disputó a Paluzie la presidencia de la ANC con apoyo de Puigdemont.
El segundo mandato de Paluzie al frente de la ANC ha pasado sin pena ni gloria. Durante algún tiempo, las nuevas oleadas de contagios proporcionaban una discreta cortina a la falta de actividad, pero el declive se hizo más patente a medida que las restricciones iban eliminándose y la vida social recuperaba gradualmente la normalidad. El otoño caliente que preparaba la ANC juntamente con Ómnium Cultural para celebrar el aniversario del 1-O y otras efemérides independentistas de relumbrón -la fuga de Puigdemont, el encarcelamiento de Junqueras y el resto de cabecillas del proceso insurreccional, la publicación de la sentencia del Tribunal Supremo que los condenó por sedición y malversación, etc.- no pasó de intento fallido de rememorar los tiempos de las grandes movilizaciones. Las últimas concentraciones convocadas por la ANC para desacreditar al Estado a cuenta de las declaraciones del comisario Villarejo (12 de enero de 2022), en protesta por la causa abierta contra el diputado Juvillà en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, y las más recientes ante las sedes del Parlamento y del gobierno de la Generalidad el (12 de febrero de 2022), se saldaron todas ellas con sonados fracasos. Apenas unos centenares de personas respondieron a la llamada de Paluzie.
Así andan de desorientadas las mejores cabezas del independentismo: entre las reyertas enconadas y las ensoñaciones absurdas
Desde la coalición electoral Juntos por el Sí, urdida por Mas (CiU) y Junqueras (ERC) para concurrir a las elecciones autonómicas celebradas el 27 de septiembre de 2015 y desplegar la hoja de ruta que había de culminar con la constitución de la república independiente catalana en un plazo de 18 meses, acordada con la ANC y Ómnium, la política catalana ha sufrido un auténtico cataclismo. CiU, la coalición que había gobernado Cataluña desde 1980 hasta 2003 y de nuevo entre 2010 y 2015, saltó por los aires dejando tras de sí un partido, JxC, presidido por un prófugo, y varias formaciones que intentan recuperar el espíritu negociador de la CiU anterior a 2012. ERC, recuperada su autonomía, ha conseguido la presidencia del gobierno de la Generalidad por primera desde 1978, y apoya con reservas al gobierno de Sánchez confiando en mantener abierta la mesa bilateral de negociación con el Estado para salvar las apariencias.
La desorientación política en Cataluña es tan acusada que Sánchez, secretario general de JxC, confesaba en un acto organizado por la ANC en diciembre de 2021 que no existe ninguna hoja de ruta en estos momentos y que el independentismo se encuentra a la espera de que surja el momento oportuno para plantear el nuevo desafío “durante una futura quiebra del Estado por una crisis económica” que, no pierdan las esperanzas, podría estar a la vuelta de la esquina si la inflación provoca una subida de tipos de interés y el Estado español no puede hacer frente al pago de los intereses de la ingente deuda acumulada desde 2008. Al parecer, sólo ante esa circunstancia extrema de una España fallida cabría esperar que la UE diera apoyo a una Cataluña independiente. Así andan de desorientadas las mejores cabezas del independentismo: entre las reyertas enconadas y las ensoñaciones absurdas.
A diferencia de los líderes de los partidos independentistas, contentados con seguir controlando los presupuestos autonómicos a la espera de esa nueva oportunidad, los dirigentes de la ANC siguen reescribiendo hojas de ruta hacia la independencia como quien escribe cartas a una amante esquiva. Desencantados por las continuas luchas de los partidos a los que acusan de desperdiciar “haber conseguido el 52% del voto” en las elecciones al Parlamento de 2021, la Asamblea quiere “preparar a la sociedad catalana para la ruptura con el estado” con un “embate democrático con el Reino de España de mayor potencia que el de 2015-2017”. Para ello, además de liderar el movimiento de liberación nacional, trabajando en red con el resto de las entidades independentistas, la Asamblea se compromete a conformar una lista cívica “sin personalismos ni intereses de partido” para concurrir a las próximas elecciones al Parlamento, y remediar el “escaso compromiso de nuestros representantes políticos actuales con la voluntad del pueblo”. Elisenda Paluzie Hernández tiene un pequeño problema de representatividad: la voluntad del pueblo a la que tanto apela ignora sus reiteradas llamadas a rebato.
Las ventanas de oportunidad que la ANC apunta de aquí a 2023 son más bien estrechas y sin demasiadas vistas para resultar atractivas
La verdad es que las “ventanas de oportunidad” que la ANC apunta de aquí a 2023 son más bien estrechas y sin demasiadas vistas para resultar atractivas y devolver a la asociación el protagonismo como referente social del movimiento independentista. Ni los pronunciamientos judiciales a nivel europeo, ni el fin del plazo acordado a la mesa de negociación entre los gobiernos de la Generalidad y España, ni la celebración de elecciones municipales van a proporcionarle demasiado juego. Poco cabe esperar de quienes afirman que se preparan para organizar y liderar una acometida más potente que la de 2015-2017, cuando sus únicas propuestas concretas son “impulsar la movilización ciudadana en la calle y establecer estrategias de coordinación”, celebrar y reivindicar el 1 de octubre “como el día de la República Catalana” y exigir al gobierno de la Generalidad que “lo declare fiesta nacional”.
Pocos mimbres para alumbrar un nuevo partido político “sin personalismos ni intereses de partido” capaz de reeditar sin titubeos el fallido proceso insurreccional. Desconozco las novedades que puedan presentar Paluzie y Fernández en el acto programado por la ANC en Sant Cugat del Vallés para celebrar el X aniversario de la asociación el próximo domingo 3 de abril, aunque me atrevo a anticipar que mantendrán ante sus socios el tono inflamado de denuncias y propuestas de su ‘nueva’ hoja de ruta: confrontación sin tregua para “socavar los pilares del Estado” ocupador y represor; movilizaciones masivas y contestación a “intromisiones españolas de carácter propagandístico como las visitas monárquicas”; apoyo y participación en acciones en defensa de la lengua catalana “porque sin lengua, Cataluña desaparecería como nación”; continuar las campañas “Herramientas de País” para tenerlas a punto “cuando se haga efectiva la proclamación de la República de Cataluña”, etc.
Estamos más ante un quiero que un puedo, edulcorado con aspavientos de firmeza y retórica de salón por parte de una asociación cuya hoja de ruta llamaba ya en 2014 a arrebatar al Estado el control de las fronteras e infraestructuras estratégicas una vez declarada unilateralmente la independencia. Y la declararon el 27-O tras aprobar las leyes de desconexión en el Parlamento de Cataluña y poner en marcha herramientas de país como la Agencia Tributaria Catalana. Pero nadie ordenó tomar las fronteras e infraestructuras, y los líderes del proceso insurreccional aceptaron ser destituidos y algunos, con el expresidente Puigdemont a la cabeza, se dieron a la fuga. Salvo Elisenda y algunos jubilados que parecen hacer buenas migas con Bentanachs y Sastre, dos históricos terroristas de Tierra Libre (Terra Lliure) blanqueados por Puigdemont y su partido Juntos por Cataluña, la inmensa mayoría de los ciudadanos catalanes están hartos de apoyar hojas de ruta y promesas incumplidas.
[…] ANÁLISIS / La ANC languidece entre ensoñaciones y retórica vacía […]
El separatismo ha perdido el 30% (casi 1 de cada 3) de los votos que obtuvo en 2017: de 2.079.000 a 1.456.000, més de 623.000 catalans han dit adéu al prusés, EN EL 14-F 2021 PORQUE la secesión ya no les ilusiona, no ven necesario movilizarse.Y JORDI C. (OMNIUM) Y PUIGDEMONT DICEN :» VICTORIA HISTORICA.»NO COMMENTS!.