Entrevistada por Catalunya Ràdio el martes 22, Marta Rovira, quien se ve a sí misma como una vulneración de derechos humanos de pies a cabeza, ya reconoce, según reporta la Vanguardia, que de la mesa de diálogo no se saldrá con un referéndum.
¿Quién se va a sorprender por eso? Sólo quien hace medio año se hubiese creído al presidente Aragonès cuando aseguraba que en esa mesa se hablaría de la amnistía y la autodeterminación. Claro que hablar es gratis. Hablar puede que sí; negociar, de ninguna manera. Incluso se podría acabar las conversaciones convocando un referéndum, pero no sería un referéndum de autodeterminación, que era de lo que se trataba.
Rufián, Rovira, Tardà coinciden
Dice Rovira que la de la negociación «es una vía que debemos explorar» —como si un Estado pudiera llegar a cuestionar su propia existencia—, «y si no va bien tenemos otras vías», básicamente la «desobediencia civil y pacífica». Es como si volviésemos a los meses previos al referéndum de 2017, o a la consulta de 2014, o a las consultas municipales que se sucedieron del 2009 al 2011. Es el eterno retorno del desafío que no lleva a ninguna parte.
Dice Rovira que la de la negociación «es una vía que debemos explorar» —como si un Estado pudiera llegar a cuestionar su propia existencia.
Pero si en aquellos momentos la unidad, al menos aparente, del independentismo era una condición inexcusable, ahora brilla por su ausencia. Las discrepancias y las desautorizaciones son continuas y a plena luz del día. Lo que dijo Rufián sobre los contactos rusos del entorno de Puigdemont — «señoritos que se paseaban por Europa reuniéndose con la gente equivocada porque así durante un rato se creían que eran James Bond»— se está viendo que no fue una salida de tono anecdótica sino la postura oficial del partido.
Las declaraciones de Marta Rovira lo demuestran: «Que alguien esté haciendo vínculos del independentismo con Rusia a nivel internacional nos hace un mal absoluto, brutal, radical, van directamente a minar nuestra reputación.»
«Que alguien esté haciendo vínculos del independentismo con Rusia a nivel internacional nos hace un mal absoluto, brutal, radical, van directamente a minar nuestra reputación».
Marta Rovira
Como también lo demuestran las declaraciones que hizo el día antes Joan Tardà. Lo cuenta así el Món —Tardà defensa Rufián—: «En una entrevista en el programa Café de Ideas de la La2 y Radio4, Tardà ha afirmado que Rufián “remachó el clavo” porque el líder de ERC, Oriol Junqueras, “no había actuado con suficiente contundencia” para desmarcar el partido de los contactos del independentismo con el entorno del presidente ruso, Vladímir Putin. Tardà considera necesario que los republicanos se demarquen de todo aquello de lo que no son responsables y ha instado ERC a alejarse de “según qué comportamientos que no tienen ningún sentido”. Aunque Junqueras ya dijo que el partido nada tenía que ver con las presuntas reuniones del entorno de Puigdemont con altos cargos rusos, Tardà consideró que había que hacerlo con la “rotundidad” de Rufián.»
La conexión rusa
Albert Alay, jefe de la Oficina del Expresidente Carles Puigdemont —organismo dependiente de la Generalitat—, en una larga entrevista publicada en ElDiario.es el pasado 16 de marzo, afirma que nunca he buscado el apoyo del Kremlin, y que «ni él ni Puigdemont nunca han buscado el apoyo directo de ningún país y menos financiero».
No hizo más que mantener conversaciones con personas interesadas por conocer la situación política de Cataluña y con medios de comunicación que querían entrevistar al president Puigdemont: «A los periodistas rusos les despertaba interés la situación anómala de Catalunya en una UE en la que, visto desde fuera, había un respeto por las minorías y las libertades democráticas (…) les sorprendía, y no sólo a los rusos, que en un país donde se hace bandera de las libertades se persiga a alguien por motivos políticos. Esto sorprendía a medio mundo. Si después queremos suponer que había un interés perverso para desestabilizar a la UE por emitir una entrevista con Puigdemont creo que estaremos exagerando la influencia que nosotros podamos tener sobre la UE. También le digo que en términos rusos ese interés por lo que pasa en Cataluña es relativo.»
Sea como sea, aunque se tratase de contactos meramente superficiales, la conexión rusa se está convirtiendo en argumento de ruptura entre independentistas, ahora que la Unión Europea ha designado a Putin como el gran enemigo.
La represión legitima la causa
En un acto de partido, el martes 22, Oriol Junqueras cree que la causa independentista es más legítima tras la represión y la cárcel , informa Europa Press: «El hecho de que hayamos pasado por la cárcel, que alguno de los nuestros la sienta cercana, el hecho de estar en el exilio, que la represión continúe bajo muchas formas, también nos hace fuertes en otro sentido. Porque durante una o dos o tres generaciones nadie se podrá permitir el lujo de decir que está cansado o que no tiene muchas ganas. Esto nos hará invencibles.»
La «represión» provocada y sufrida ya se ve como una inversión para mantener viva la demanda de independencia, pero esto de pasar el testigo a las próximas dos o tres generaciones da a entender que no están pensando en «hacer la independencia» ni en «crear estructuras de Estado» como prometieron en 2017.
Jordi Pujol no quería hablar de independencia, su misión era «hacer país» y que la generación siguiente decidiera qué hacer con ese país.
Los años del proceso acaban donde Pujol empezó, remitiéndose a una etapa ulterior donde otra generación ya verá qué hace. Lástima del tiempo perdido y del esfuerzo dilapidado, que no se van a recuperar jamás.
