La entrevista a Vicent Partal realizada por Albert Soler en el Diari de Girona el 18 de marzo —M’han ensenyat que el periodista ha de prendre partit— tiene momentos deliciosos, como éste:
Este tipo de diálogos habría que ofrecerlos en un escenario y cobrando entrada. El mensaje que ahora se ven obligados a dar es el siguiente: El proceso a la independencia no ha sido un fracaso; no importa que la independencia no se haya conseguido; las promesas se las lleva el viento pero serán substituidas por otras igual de excitantes.
El proceso a la independencia no ha sido un fracaso; no importa que la independencia no se haya conseguido; las promesas se las lleva el viento pero serán substituidas por otras igual de excitantes.
Esto es lo que en resumen ha de creer el buen independentista. Puede tener sentido desde una perspectiva histórica que abarque décadas: se ha perdido una batalla pero no la guerra; la campaña sigue; lo volveremos a hacer. Pero es absurdo cuando uno contrasta los discursos con los hechos.
El 4 de octubre de 2017 el mismo Vicent Partal afirmaba solemnemente: La independencia ya es cosa de horas, más que de semanas. Y, para que quede claro de qué clase de pronunciamiento estamos hablando, añadía: «Tras la proclamación de la independencia, el presidente de la república podrá pedir de inmediato a los Mossos d’Esquadra que defiendan a la población civil de nuevas agresiones.» Eso ante «el posible envío del ejército español a Cataluña».
En el nivel más bajo desde 2014
En política, desgraciadamente, lo prometido no es deuda; pero hay quien exagera. La opinión pública, no tanto la publicada, acusa la abismal distancia entre las expectativas creadas y la cosecha obtenida.
Titula el País, resumiendo la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), de la Generalitat: El apoyo a la independencia de Cataluña se desploma al 38%. Concretamente, «el 53,3% de los catalanes rechaza la separación, mientras que el 38,8% dice estar a favor de un Estado independiente». El apoyo a la independencia «cae a su nivel más bajo desde 2014» y retrocede casi seis puntos respecto a la encuesta del año anterior.
El CEO, en el resumen que ofrece de su encuesta, hace un redondeo algo abusivo a «50 – 40»: «El 40% de los entrevistados quieren que Cataluña sea un Estado independiente. El 50% no lo quiere.»
Pero los datos no dejan lugar a dudas, y lo importante es que, con todas las reservas que hay que tener ante una encuesta, señalan una tendencia a la baja del independentismo. Y cuando hay más de 14 puntos de diferencia entre el sí y el no a la independencia, a nadie se le ocurriría plantear el desafío en un referéndum.
Cuando hay más de 14 puntos de diferencia entre el sí y el no a la independencia, a nadie se le ocurriría plantear el desafío en un referéndum.
A pesar de todo, la misma encuesta detecta un 72,6 % de partidarios de decidir nuestro futuro como país votando en un referéndum; pero, al lado del dato anterior, esto significa que hay bastantes partidarios de cerrar el tema cuanto antes, en un sentido u otro.
Comprensible desencanto
Hasta el Nacional dice: Golpe duro para el independentismo. Para compensarlo, ofrece a sus lectores la posibilidad de responder en su encuesta del día a la pregunta «¿Crees que el independentismo retrocede?» Cuando han votado 6.500 lectores, el 37% responde «Sí, hay cansancio», y el 63%, «No, es un relato interesado». ¡Malditos manipuladores!
Albert Soler, en el Diari de Girona —Enquestes que causen dolor—, comenta: «Este éxito a favor de España debe otorgarse en exclusiva a los líderes lacistas, que llevan mucho tiempo trabajando incansablemente contra la independencia. Todo lo que hacen y dicen parece estar dirigido a desencantar a los pocos que todavía sueñan con la republiquilla.»
«Este éxito a favor de España debe otorgarse en exclusiva a los líderes lacistas, que llevan mucho tiempo trabajando incansablemente contra la independencia»
Albert Soler
Vicent Partal, en Vilaweb —Els sondatges i les explicacions dels sondatges—, relativiza la importancia de la tendencia reflejada: «El CEO, el barómetro regular de información de la Generalitat de Cataluña, es, de todas las encuestas que se realizan en el país, la más seria, sin duda. Pero también hay que leerla como lo que es: una aproximación a la realidad, que vale para interpretarla, pero que no predice al detalle nada ni refleja de forma incontestable qué es el país.» O sea como todas.
Para salir del paso, Partal permuta el efecto por la causa y atribuye la pérdida de interés por la independencia a la defección de los partidos, que la descartan a corto, incluso a medio plazo, y así, «cuanto más improbable sea la independencia a corto plazo, menos gente votará independentista». ¿Y no será que esos partidos la descartan porque ven cómo se va apagando el entusiasmo que lograron encender en otros tiempos?
Y se permite advertir a los partidos independentistas que «juegan con fuego y pueden hacer peligrar su supervivencia» si degradan la independencia a «eslogan vacío que utilizan para justificar la mediocridad, para otorgarse una superioridad moral y un ascendiente popular que de otro modo no tendrían y sobre todo para ocupar cargos y negociados» Partal sigue viendo en el «Primero de Octubre» una «carga revolucionaria» y una expresión de «poder popular» que se volverá a manifestar «el día que toque». A saber cuándo.
Que no estamos tan mal
Joan Vall Clara, en el Punt-Avui —Ara pla, que són més!—, el sábado 19, lamenta que haya sido precisamente el CEO de la Generalitat quien haya dado ese mal resultado:
«Ni fue el CIS del pérfido Tezanos ni una encuesta de los endemoniados diarios de Pedro J., Inda o Marhuenda. Hemos sido nosotros mismos. Nos lo hemos hecho solitos y lo hemos medido y retratado solos.»
«Ni fue el CIS del pérfido Tezanos ni una encuesta de los endemoniados diarios de Pedro J., Inda o Marhuenda. Hemos sido nosotros mismos. Nos lo hemos hecho solitos y lo hemos medido y retratado solos»
Joan Vall Clara
Así, si el organismo demoscópico de la administración catalana obtiene unos resultados poco halagadores para el gobierno, ¿debería maquillarlos para poder seguir sosteniendo la visión ficticia del país que se expresa en el lema Somos el 52%?
Oh, vaya, pues es lo que ha hecho. Informa el Ara que en realidad estamos 52,3% en contra y 40,8% a favor: «A consecuencia de un fallo en la muestra, el Centro de Estudios de Opinión ha publicado hoy una corrección respecto a los datos de la encuesta Òmnibus que publicó ayer. Como consecuencia, un 52,3% (y no un 53,3%) están en contra de la independencia y un 40,8% (y no un 38,8%) están a su favor.»
No es un gran consuelo, pero servirá por el momento. Pero vaya fallo tratándose de una encuesta realizada entre el 17 de novembre y el 17 de desembre de 2021, y dada a conocer el 17 de marzo, ¡al cabo de tres meses!