Gabriel Rufián no es un buen político ni un gran parlamentario, pero sabe alborotar el gallinero como nadie. Lo consigue siempre que se lo propone. Con escasa inversión dialéctica, hace diana y provoca una cadena de reacciones en la que sus detractores no alcanzan a rebatirle y encima no pueden evitar quedar retratados.
El martes 15, en una rueda de prensa en el Congreso de los Diputados, respondiendo a una pregunta sobre los presuntos contactos de Puigdemont con «emisarios del Kremlin» para conseguir el apoyo de la administración rusa a la secesión catalana, se refirió a «Junts, o a ese espacio de la antigua Convergència», para lanzar esta rotunda descalificación: «Son señoritos que se paseaban por Europa reuniéndose con la gente equivocada porque así durante un rato se creían que eran James Bond. No nos representan. Y me estoy conteniendo.»
No era una improvisación, lo dijo tres veces, y él mismo colgó el corte en su Twitter: Para quien quiera vincularnos a Putin. La referencia al cinematográfico espía concede a ciertos personajes un plus de glamour del que claramente carecen. Lo que no dice Rufián es que lo más grave no es que se paseasen por Europa creyéndose James Bond, sino que se hayan paseado durante años por Cataluña creyéndose Bismark, y en eso los del partido de Rufián no están exentos de responsabilidad, pues fueron cómplices necesarios.
Un relato criminalizado del independentismo
La réplica de JxCat vino enseguida mediante un tweet de su secretario general, Jordi Sánchez: «¿Es posible ser más ignorante? En cualquier caso es imposible ser más miserable. Y es indiscutible que quien así habla se convierte de hecho en portavoz oficial de las cloacas del estado y la burbuja de la derecha mediática. Así no, Gabriel Rufián.» Las simpatías de ciertos medios por la causa independentista puede ser nula, pero la cuestión no es quién dice qué sino si hay algo de verdad en lo que dice.
Elisenda Paluzie (ANC) se posiciona nítidamente en contra del diputado en este tweet: «Hace demasiado tiempo que Gabriel Rufián contribuye al relato criminalizador del independentismo (…) Hoy ha cruzado muchas líneas rojas.» Castigar al mensajero es el deporte nacional y coincidir con el enemigo, aunque sea por motivos circunstanciales, se castiga aquí con el linchamiento mediático.
Albano-Dante Fachín (ex de Podemos y ahora en la órbita de JxCat) comete también un tweet para anunciar que «es uno de los vídeos más graves que he visto en mucho tiempo». La maldad, a su parecer, reside en quién formula la pregunta, como si ésta fuera tan original y no se le hubiera pasado por la cabeza a nadie más; pero resulta que se trata de Javier Negre, «uno de los “periodistas” que ha criminalizado con más fuerza el independentismo».
Además, el drama es que, «con sus declaraciones, Gabriel Rufián está dando credibilidad a la campaña del diario El País contra el independentismo»; «está dando credibilidad al Real Instituto Elcano (presidido por Felipe VI), que es una de las organizaciones que llevan años diciendo exactamente lo mismo que acaba de decir él hoy»; «valida los movimientos del PSOE, Ciudadanos, PP y VOX en el Parlamento Europeo la semana pasada para presentar el independentismo como un peligro para la UE», y «avala la persecución del CNI al independentismo». Todos los mencionados son adversarios natos del independentismo, ya lo sabemos, pero la pregunta es pertinente, al margen de quién la formule. ¿Alguien es capaz de contestarla de una manera distinta a como lo ha hecho Rufián?
Un cortafuegos ante Putin
En ERC saben, si no lo sabíen entonces, que «unir en la misma oración independentismo catalán y Putin no es, ahora mismo, una carta ganadora», como expone este artículo de Xabi Barrena y Fidel Masreal en el Periódico el miércoles 16: Los contactos del entorno de Puigdemont con Rusia abren una nueva grieta en el Govern.
El artículo empieza con este párrafo: «La principal lección que ERC sacó del 1-O (y que le hizo abrazar el “principio de realidad”) es que lo que ellos consideraban una heroicidad ciudadana que merecía el homenaje mundial no levantó ni un solo apoyo de los gobiernos extranjeros. Y una de las obsesiones republicanas, desde que el Periódico sacara a la luz los contactos del entorno de Puigdemont, y del mismo “expresident”, con miembros de la administración de Vladimir Putin, fue la de crear un cortafuegos para que esos movimientos no salpicaran a todo el independentismo en su conjunto.»
La cuestión esencial es que ERC «trata de desmarcarse de la estrategia de unos cuantos de Junts de buscar una alianza con Rusia», afirmación que atribuyen a una fuente del partido, como también la de que «Rufián ha hecho de Rufián»: «La dirección republicana habría preferido que el debate no se situará en el plano epidérmico y visceral, entre insultos, vamos, por aquello de no desestabilizar el Govern.» Si fuera cierto, no le hubiesen encomendado la misión a Rufián.
De nuevo: «Los republicanos tratan de que las salidas de tono del entorno del “expresident”, como la de Ponsatí, no salpiquen al conjunto del independentismo.» El problema es que el independentismo se está quedando reducido a salidas de tono como ésas, y si alguien se pronuncia en contra, la réplica inmediata es dejar de considerarlo independentista.
La eurodiputada Clara Ponsatí ha afirmado que la secesión catalana es «tan importante como para valer una vida», pero para ERC «valorar el coste en vidas de un conflicto de soberanía no es una carta ganadora. Y menos con Ucrania en los noticiarios».
Rufián está sonado
El ejército virtual de JxCat, sin necesidad de pedir ayuda a los hackers rusos, se ha lanzado en tromba contra Rufián. Como muestra del espíritu que les anima, este artículo de Joan Vall Clara en el Punt-Avui: Estàs sonat, Rufián!: «No importa si era humo para tapar un poco la huelga [de maestros] contra Cambray. Da igual que diera por buena una información de las cloacas del Estado que no ha sido contrastada y que forma parte del relato de criminalización del independentismo. No se necesitan más pruebas. No se necesitan más síntomas. Este hombre no hace el papel de sonado político. Lo está realmente.» Eso sí es trabajar en favor de la unidad del independentismo.
Pilar Rahola se indigna como de costumbre en este tweet: «Rufian ha cometido un acto de traición al independentismo. No hay muchos eufemismos que lo puedan edulcorar. ¿Por qué? ¿Para empujar a los de JxCat a romper? ¿Para dinamitar el indepedentismo? ¿Para poder justificar la alianza con Podemos? Un motivo o todos a la vez.» Es una suerte que en el independentismo no haya surgido ninguna facción armada. Con tantas acusaciones de traición y tantas descalificaciones personales, se verían muchas ejecuciones internas.
Vicent Partal, en Vilaweb —Contra qui va dirigida la bomba de Rufián?—, interpreta el asunto en clave interna de ERC. Rufián se habría tomado mal la noticia de su presentación como cabeza de lista en las elecciones municipales de Santa Coloma de Gramenet, algo que a todas luces es una degradación, a pesar de que pueda compaginar su actividad parlamentaria con su papel en el Ayuntamiento. En Santa Coloma de Gramenet ERC tiene ahora sólo 3 de 27 concejales y difícilmente, por bien que le fuera, podría acceder a la alcaldía en 2023.
«Causar un incendio en su casa para avisar de que no pueden hacer con él cualquier cosa ni darle órdenes de cualquier manera sería una maniobra de manual, en este contexto. Desde la formación del gobierno, Rufián había recibido la consigna explícita de dejar de provocar a Junts, por el bien de la coalición. Y de repente la rompe. ¿Qué bomba podría ser más eficaz —para avisar a los suyos de que no jueguen con él— que atacar directamente la estabilidad del gobierno presidido por un compañero de partido?» Pronto se ha visto que el gobierno de la Generalitat resiste; la coalición entre dos partidos que se odian pero se necesitan, resiste. Si han de romper, lo harán medio años antes de las elecciones.
Las cloacas del Estado
Joan Queralt, en el Nacional, ante el descrédito común de todo el independentismo, ve venir la alternancia: «La enemistad entre algunos miembros de ERC y JxCat es inmadura políticamente. Si los abanderados de ambas formaciones quieren pelearse y satisfacer sus egos, tan pequeños como su inteligencia política, sólo es necesario que imaginen un próximo Govern de la Generalitat encabezado, por ejemplo, por Salvador Illa. No será ni Madrid ni ningún 155 quien lo habrá impuesto. Tendrán, si llega el caso y en el camino estamos, que ir al rincón de pensar para no volver. Tanta arrogancia inútil nos lleva a todos directos al fracaso y al ridículo más estrepitoso. La confianza ciudadana no es un bien ilimitado y diría que ya está en la reserva.»
Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Carles Puigdemont, en declaraciones el miércoles 16 a Rac1 —M’he sentit molt sol per part d’Esquerra—, advierte que las palabras de Rufián «dan verosimilitud al “relato fantasioso de las cloacas del Estado”. Y alerta de que esto puede generar un ambiente muy pernicioso para el independentismo en Cataluña y en Europa».
Reconoce haber mantenido ciertas relaciones, y afirma que su objetivo siempre «es que Puigdemont explique la situación de Cataluña donde sea, me guste más o menos el régimen que haya allí»; pero, eso sí, «nunca he pedido el apoyo de Rusia al independentismo». Pues vaya ocasión perdida. Cuando uno se encuentra en una coyuntura tan delicada como es el caso, no pierde ocasión de reclamar que le echen un cable. Pura realpolitik.
Dado que nadie ha desmentido la existencia de contactos con importantes personajes rusos, aunque no de primer nivel, y nadie quiere hablar seriamente sobre el contenido de los mismos —más allá de atribuir su revelación a entidades espectrales como las «cloacas del Estado»—, la única conclusión posible por el momento es: Continuará.