Según diversos analistas, el separatismo catalán, una vez indultados los presos del procés, necesitaba un nuevo campo de batalla para mantener la tensión entre su electorado. Y el campo de batalla elegido no ha sido otro que la cuestión lingüística. Así, en los últimos tiempos hemos asistido a una ofensiva desde múltiples frentes para blindar la exclusión del castellano tanto en la Escola Catalana como en la Universidad. En este último ámbito, por ejemplo, la Generalitat se ha marcado como objetivo que al menos el 80% de las clases sean en catalán, mientras que los sindicatos nacionalistas han promovido buzones para delatar a los profesores que se expresen en castellano.
El diputado de Ciudadanos Nacho Martín Blanco denunció ayer un nuevo episodio de intransigencia de tintes hispanófobos en la Universidad: La UAB impartirá un curso de «actitudes lingüísticas» a los docentes para evitar que se expresen en castellano. Bajo el título Las actitudes lingüísticas en la Educación: ¿de la conciencia al uso?, la materia explica que éstas son un «factor clave» para explicar por qué usamos unas lenguas y no otras. Sin embargo, quien albergue dudas sobre las intenciones del curso no tiene más que fijarse en sus objetivos, que son «promover el uso efectivo de la lengua catalana en el entorno escolar».
Para Martín Blanco, el diputado de la formación naranja que ha denunciado el caso, el cursillon constituye un ejemplo de «pura ingeniería social promovida desde una universidad pública», concluyendo que «lo que ocurre en Cataluña no es normal». Por su parte, la profesora de la UAB y portavoz de Universitaris per la Convivencia, Isabel Fernández Alonso, sentenció en Twitter: «Acabarán imponiéndose la libertad y el respeto mutuo. Aburren a las piedras».