El separatismo siempre ha jugado con la ambigüedad con respecto al golpe a la legalidad que protagonizó en 2017. Por una parte, en el juicio del procés sus principales dirigentes aseguraron que el desafío separatista no fue más que un truco para forzar a negociar al Gobierno central. Por otra, siguen repitiendo el lema Lo volveremos a hacer y suelen hablar del «mandato del 1 de octubre», dando así por válido el resultado de aquella votación ilegal. Pues bien, ahora uno de los protagonistas del levantamiento, el expresident fugado de la Justicia Carles Puigdemont, ha confesado él mismo que la Declaración Unilateral de Independencia proferida por él aquel año no fue en serio.
Lo hizo durante su discurso tras ser reelegido presidente del Consell per la República por la asamblea de representados en Canet de Roselló. Allí, Puigdemont admitió que no siguió adelante con su plan secesionista porque la situación no estaba madura para ello. «Yo decidí no pedir el reconocimiento explícito después de la declaración de independencia porque sabía cuál era el resultado, porque no existía el trabajo previo hecho para que cuando vayas a llamar a la puerta no sea puerta fría», manifestó en su alocución el pasado 5 de marzo.
El líder neoconvergente también aprovechó su speech para reafirmarse en su estrategia frentista y renegar de la mesa de negociación con el Ejecutivo central emprendida por Esquerra Republicana. «Es evidente que la sensación de que existe un proceso de diálogo que estás resolviendo la carpeta catalana no nos ayuda», explicó. Y aclaró: «No nos ayuda de puertas para afuera pero tampoco de puertas para adentro, porque tampoco resuelve nada».