El oso, el tigre y el elefante. ¿Estamos ante el inicio de la 3ª Guerra Mundial?

Bombardeo ruso en Ucrania.

Es bien conocida la frase de Carl von Clausewitz: «La guerra es la continuación de la política, por otros medios». A esta frase le falta un componente de origen, el principal, el que mueve o motiva a los líderes que toman la decisión de declararlas, los intereses económicos de su mercado.

Incluido el término, su reformulación quedaría así: «La guerra es un instrumento al que los dirigentes políticos recurren, cuando han fracasado con la política. A su vez, la política es, en esencia, el arte de gestionar los recursos públicos y la influencia de los mercados, en relación con las naciones y sus habitantes».

Sirva esta reformulación para intentar explicar, y comprender mejor, el actual conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

«El mundo va a cambiar de base…», decían los creadores de El Capital en 1867, intentando responder a las teorías económicas de Adam Smith publicadas en 1776 —La riqueza de las naciones—.

Después de 155 años de confrontación entre las teorías en las que se fundamenta el estado liberal –el mercado como mano invisible que mueve al estado-, y la teoría que sustentó a los estados comunistas —socialización de los medios de producción y control estatal sobre la planificación económica—, la experiencia práctica de su aplicabilidad ha demostrado la ineficiencia de ambas doctrinas.

Fruto de la tensión provocada entre esas visiones unívocas de cómo administrar el mundo, está intentando nacer una nueva criatura social, de la que todavía desconocemos la forma exacta y su nombre.

La manifestación pública de esas contradicciones económicas, son las guerras por el dominio de los mercados.

Después de la 2ª Guerra Mundial, los dirigentes políticos que dominaban el post escenario bélico y el control sobre las zonas de influencia de sus mercados, se dotaron de 2 organizaciones militares para salvaguardar sus intereses económicos: La OTAN (1949) y el Pacto de Varsovia (1955). Iniciándose lo que se dio en llamar la «Guerra Fría».

El Pacto de Varsovia fue el primero en deshacerse, después del fracaso del sistema de mercado comunista y la disolución de la URSS (1991).

Los países del «Socialismo real» que vivían de aquel dogma económico sobre el control absoluto del estado sobre el mercado, comenzaron a experimentar y mutar con nuevas fórmulas de gestión mixta, entre libertad de mercado y mercado regulado.

Así, del comunismo como sistema político que predicaba el igualitarismo social, y la abolición de las clases sociales; surgió una nueva clase social, la de los altos funcionarios del régimen, que utilizando la información privilegiada sobre los sectores económicos que iban a liberarse, maniobraron hasta convertirse en los nuevos ricos del nuevo sistema económico y social. Una ojeada a la revista Forbes nos dará la información sobre los millonarios rusos y chinos que —permítanme el sarcasmo— «se han hecho a sí mismos» en tan sólo 40 años.

Cómo el papel todo lo aguanta, el gran tigre chino bautizó al nuevo engendro con una frase de Deng Xiaoping que hizo fortuna en 1984: «Un país, dos sistemas». Felipe González, con su habitual gracejo andaluz, hizo una traducción del chino muy sui géneris: «Que más da si gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones».

La gran inversión económica, en países del Tercer Mundo, en el continente africano y Latinoamericano, ha hecho de China una de las principales potencias económicas del mundo; que lejos de provocar la resistencia y rechazo entre sus pobladores, cómo antes pasó con los operadores occidentales, generó complicidades y magníficas relaciones comerciales y políticas.

 Los «celos de la reina desplazada» estaban servidos.

EEUU y su principal agente en Europa —Inglaterra— ven como su influencia en el mundo aminora.

Los saqueos habituales en otros tiempos manu militari, ya no pueden mantenerse, no venden. El mundo del nuevo siglo XXI está cambiando, ha crecido intelectualmente y se ha sacudido la colonización física que otrora les impuso el imperialismo salvaje, y poco a poco, se va sacudiendo de la colonización económica y cultural de los viejos imperios.

A diferencia del gran elefante americano, siempre dispuesto a entrar en una cacharrería; China no se ha metido en ningún conflicto militar desde la 2ª Guerra Mundial, en la que se liberó de la ocupación japonesa, que participaba del trinomio pan fascista de Alemania+Italia+Japón.

China a seguido aplicando la sabia filosofía, tan bien expresada en el influyente tratado sobre estrategia militar. El arte de la guerra del general Sun Tzu: «La mejor victoria es vencer sin combatir».

La guerra por el control de los mercados, la está perdiendo EEUU y la está ganando China.

Para no perder su hegemonía económica, EEUU ha diseñado una nueva estrategia geopolítica, focalizar a China como su «enemigo principal».

La característica principal del capitalismo es el egoísmo. «El capitalismo es la organización social del egoísmo», que decía Mosul. Los oligarcas económico-financieros de los EEUU, no están dispuestos a repartir el pastel de los mercados con China.

En el gran tablero de ajedrez del mundo, han asignado a su área de influencia europea, el frente Nord occidental, la contención de Rusia, que en los últimos años ha recompuesto las relaciones con su vecina, China.

EEUU quiere romper esa «santa alianza» y la mejor forma es agudizar las contradicciones políticas preexistentes entre los antiguos países componentes de la extinta URSS. Utilizando a la UE, bajo el protectorado del primo de Zumosol —la OTAN— le han puesto un anzuelo a Putin, a ver si picaba —Ucrania— , y ¡vaya si lo ha mordido!

La defensa de Ucrania es un objetivo secundario para EEUU, y así de abiertamente lo ha expresado Biden. No enviará tropas, pero sí todo el armamento que sus socios de la UE sean capaces de comprarle, negocio redondo.

El objetivo principal es alejar a Rusia de China, aprovechando el temor de esta a perder parte de su mercado en Europa. Los estrategas americanos utilizan el viejo, pero útil, aforismo romano: «Divide et impera».

Las viejas rencillas entre Rusia y Ucrania (Ucrania ha formado parte del imperio ruso desde 1783 hasta 1991) han sido aprovechadas, alimentadas y exacerbadas por los EEUU, ofreciéndoles en 2008 la entrada en la OTAN, para mejor protección ante su vecino ruso. Putin lo ha visto como una amenaza inminente de ese bloque militar, y ha entrado al trapo, provocando una «guerra defensiva», cómo así llamaron Bush, Blair y Aznar a la invasión de Irak, que es simplemente un eufemismo para no llamarle por su nombre, invasión militar, que inevitablemente deviene siempre en guerra abierta.

¿Cómo acabará esta guerra?

A los dirigentes estadounidenses, que mueven sus piezas dentro del tablero de ajedrez, perder el peón de Ucrania, les importa relativamente poco. Es un simple movimiento de apertura. Detrás viene el caballo de la UE, con la protección del otro caballo, la OTAN. Pero ambos son objetivos también secundarios, en post de atacar al objetivo principal, la torre, China.

Recordemos la beligerancia de EEUU, utilizando a Inglaterra (Brexit), para romper el mercado común de la UE. Deshacer ese mercado organizado les eliminaría competencia y en ese objetivo han compartido interés con Rusia.

Nosotros, los europeos, debemos alejarnos del foco en el que nos obceca EEUU, mirar con perspectiva gran angular, dejando de mirar el dedo que nos oculta a la luna; coger perspectiva del árbol que nos han colocado delante, para poder observar todo el bosque.

La solidaridad con las víctimas, los ciudadanos ucranianos que están sufriendo las consecuencias de esta guerra, debe ser prioritaria para todos nosotros.

La condena al régimen ruso por la agresión/invasión, también.

Pero levantemos la vista del horror inmediato que nos produce este primer escenario de guerra y mirémoslo con perspectiva de futuro.

Esto puede ir a peor y degenerar mucho más.

La UE ha entrado al trapo, en tromba, implicándose casi directamente en esa guerra con movilización de tropas, entrega de armas a una de las partes, y creando un frente común de ataque para hundir la economía rusa.

La respuesta de Putin ha dejado claro que han enfurecido todavía más al oso ruso, que, si en su ofuscación acaba por perder la cabeza del todo, puede desencadenar una agresión contra alguno de los países de la UE, de consecuencias impredecibles.

No está de más, recordar ahora que la machada de Aznar y su foto con los pies encima de la mesa con el trío de las Azores, implicando a España en la invasión de Irak, a los españoles no nos salió gratis.

¿Qué hacer, desde la perspectiva de una visión de estado dirigida a proteger los intereses de los españoles?

CONDENAR sin ambages la invasión rusa sobre Ucrania y exigir que se pare la guerra.

AUXILIAR y proveer de ayuda humanitaria a las víctimas directas, la población ucraniana.

DENUNCIAR al instigador en origen, EEUU, que es el que mueve a los hilos de sus títeres en la UE.

APARTAR a España de la estructura militar de bloques, de la OTAN.

PROTEGERNOS cómo país de la amenaza de una 3ª Guerra Mundial, que es lo que finalmente puede provocar EEUU, en su locura egoísta por no querer compartir la pluralidad de los mercados mundiales con China.

DECLARAR LA NEUTRALIDAD DE ESPAÑA y no contribuir a la escalada bélica.

Esa es la cuestión final, visionar todo el campo de juego, todo el tablero de ajedrez. No perder la perspectiva de la luna completa, para poder ver todo el bosque. Todavía estamos a tiempo.

Javier Marín
Javier Marín
Secreatario general AIREs .

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