Aunque sólo sea por unos días, se está hablando más en Cataluña de los desencuentros del PP que de la misma independencia, incluso en la calle. Los políticos, no tanto. El sábado 19 Esther Vera, en el Ara —Si no hemos tocado fondo, poco nos falta—, le pregunta a Jordi Sànchez (JxCat): «El tema del día es el PP. ¿Supongo que cuando el contrincante se equivoca no se le estorba?» Respuesta: «Efectivamente. Sorprende una vez más la capacidad cainita de la derecha española.» Pues la capacidad cainita del área independentista catalana no le va a la zaga.
En el Punt-Avui, Joan Vall Clara —Heu llepat, “sociates”— dice que «lo que se vive en Madrid es el “Suresnes” de Díaz Ayuso», con un optimismo que sorprendería a la propia protagonista. Recordemos, “Suresnes” alude a la localidad cercana a París donde el PSOE celebró en 1974 un congreso en el que rompió con los viejos planteamientos del exilio y dejó el partido a punto para protagonizar la transición; aunque más importante fue, para el gran público, el siguiente congreso, ya en Madrid, en 1976. El PP no necesita renovarse tanto, le basta con reconectar con sus mejores momentos y apoyarse en los líderes que atraen votos y no en los que los pierden.
Vall Clara ve venir un nuevo ciclo electoral en el que, «a partir de esa supuesta guerra fratricida que protagonizan, los populares construirán una máquina electoral y de acumulación de poder que no tendrá nada que envidiar a Felipe 82 ni Aznar 96.» El desenlace «está escrito desde la noche electoral, el 4 de mayo», cuando el PP de la Comunidad de Madrid pasó, con Ayuso al frente, de 37 a 65 diputados de un total de 136. Lástima que en la capital no lean el Punt-Avui, y no lo tengan tan claro.
El fascismo que viene
En Vilaweb, Vicent Partal está exultante —A Espanya els testicles prenen el lloc del cervell— porque «todo este espectáculo de corrupción descarnada, masas vociferantes, guerra civil mediática, cálculos sin ideología y regate corto sobre un campo lleno de barro, sólo tiene dos salidas posibles. A corto plazo, o en España manda abiertamente el fascismo, o mandan el PP con el PSOE, del brazo uno del otro. Y ambas posibilidades, y ésa es la gracia del momento, hacen que sea imposible, impracticable, este proyecto tísico y pusilánime que nos ha propuesto el gobierno de Esquerra Republicana y Junts (…) sin más pretensión que dejar pasar el tiempo calentando la silla».
Primera posibilidad. Partal entiende que en octubre de 2017 hubo una «revolución democrática catalana» y en consecuencia «Vox puede ganar las elecciones españolas simplemente porque es lo más natural en un país embriagado de un nacionalismo, el español, que siempre ha sido fascista y que no puede ser otra cosa que fascista».
Segunda posibilidad. PSOE y lo que quede del PP se unen «para frenar temporalmente la vergüenza que les pueda dar que aquella España de la transición admirable aparezca finalmente ante Europa y el mundo tal como es (…) un país carcomido por un imperialismo delirante de tercera división (…) una cárcel, particularmente contra vascos y catalanes y en general contra cualquier vecino que sea diferente de lo que marca la ortodoxia heredera de la Inquisición». Pero si lo hacen «tendrán el fracaso electoral asegurado en cuestión de muy poco tiempo».
Sea como sea, para Partal, «la realidad que se dibuja en Madrid (…) no deja ni un centímetro de margen a otra actitud de la parte catalana que no sea el enfrentamiento y la confrontación. Hasta vencer.» Hay que ver la cantidad de artículos que ha escrito este hombre, y durante tantos años, para ilustrar la misma proposición: España es fascismo, Cataluña es democracia y estamos condenados a enfrentarnos.
Ayuso podría ser de Vox
Agustí Colomines, en el Nacional el lunes día 21—La crisis del PP y el provincianismo catalán, lamenta que aquí se hable tanto del tema: «¿Qué importancia tiene para los catalanes que el departamento de educación estuviese ocupado por los sindicatos para protestar por la cacicada del consejero Gonzàlez-Cambray? ¡Ninguna! Sólo les importa el PP.»
La «cacidada» es que el Departamento de Educación ha introducido alguna modificación, no por cuestionable menos anecdótica, en el calendario escolar que no repercutirá en absoluto en la mejora de la enseñanza, y la «ocupación» de oficinas protagonizada por algunos sindicalistas es una escenificación previa a las negociaciones que ambas partes saben que se producirán, porque para eso están, para reunirse. Nada nuevo bajo el sol de la Generalitat. No es de extrañar que nadie les haya prestado la más mínima atención.
En el párrafo siguiente Colomines se contradice y da una importancia tal vez desmesurada al asunto: «No hay duda de que la crisis del PP es capital, sobre todo si se resuelve a favor de Isabel Díaz Ayuso. Que el principal partido de la oposición esté en manos de una política que no es que sea de derechas, sino que es algo más. Es una extremista que podría estar al frente de Vox. De hecho, la línea que separa a muchos militantes —y votantes— del PP de los de Vox es muy delgada.»
Pero al final insiste en que «estar pendiente de la crisis del PP es, simplemente, una magnífica cortina de humo para esconder las ineficiencias. Dejar de ser provincianos se convirtió en un hábito adquirido gracias al independentismo. Vuelve la dependencia». Tal vez fue el anhelo sincero de algunos, pero no hubo más hábito generalizado que el de fantasear a lo grande.
La sensualidad de la presidenta
En cuanto a esa política «de derechas y algo más», queda para la historia el artículo de Sergi Sol sobre la irresistible sensualidad de Ayuso, publicado en la Razón el 7 de febrero: «La presidenta madrileña es una seductora nata, un torbellino capaz de sacudir la pista de baile con sólo pisarla. A veces, su mirada turbadora se asemeja a la muñeca diabólica. Las más, es un ciclón de una sensualidad arrebatadora.» Sobre su victoria en las elecciones autonómicas, pero tal vez previendo lo que le está sucediendo ahora en el partido, sentencia: «Ganó por coraje, por determinación. También por incomparecencia del rival.»
«Ayuso ya ha conquistado Madrid, se sienta en el trono como ese Napoleón que se puso en la testa, de sus propias manos, la Corona Imperial. ¿Sería capaz la presidenta de conectar con el electorado de toda España a imagen y semejanza de como ha logrado en Madrid?» No menciona Cataluña pero cabe preguntarse si también, y hasta qué punto, podría conectar con el frustrado electorado catalán.
¿Fue sólo una anécdota la pancarta que decía ¡Ayuso, ven a Cataluña!, aparecida en una manifestación en Barcelona contra las retricciones en la hostelería? Hay un importante sector del electorado que no se ha enamorado particularmente de Ayuso pero sí anhela más libertad y menos impuestos. Es una opción política por ahora vacante.
Certifica Francesc-Marc Álvaro, en la Vanguardia el día 21 —Martirologio estratégico—, que se trata de «una dirigente cuya marca personal es más atractiva que la marca del PP (…) una auténtica heroína ante su parroquia, queda por ver si lo continuará siendo dentro del PP o fuera, en un eventual proyecto político nuevo, creado a la medida de su tirón electoral».
En cuanto al PP de Cataluña, afirma Álvaro que «la reyerta de sus correligionarios en la capital de España le pilla en el peor momento: marginal en el Parlament, extraviado en el Ayuntamiento de Barcelona, asediado por el crecimiento de Vox, sin beneficiarse del derrumbe de Cs, preocupado por la aparición de Valents, y con escasa presencia municipal». Vamos, que viene a decir que deberían ir a por la pancarta «¡Ayuso, ven a Cataluña!» antes que sea demasiado tarde.