«La Generalitat de Cataluña creó en 1989 el Premi Internacional Catalunya con tres propósitos claros: reconocer y estimular a los creadores, ofrecer a los catalanes ejemplos de la más alta calidad y exigencia en todos los aspectos, y situar a Cataluña en la escena de los grandes galardones internacionales.» Entre los ganadores figuran Karl Popper (1989), Edgar Morin (1994), Václav Havel (1995), Harold Bloom (2002), Claude Lévi-Strauss (2005). Lejos de tan insignes intelectuales, este año el premio —dotado con 80.000 € y una escultura de Tàpies— le ha tocado a Judith Butler.
En palabras del presidente de la Generalitat, el premio se debe a que «su obra ha revolucionado y transformado la teoría feminista con sus estudios sobre el género, su activismo por los derechos de gays y lesbianas, y su apoyo al movimiento queer». La consejera de Igualdad y Feminismos ha añadido: «El reconocimiento a Judith Butler como voz referente del feminismo contemporáneo es un reconocimiento de la relevancia de las aportaciones teóricas feministas para entender y transformar el mundo. Su teorización sobre el género y la teoría queer permite eludir las visiones binarias y fijas para que las personas puedan vivir más libres.»
¿A qué llaman feminismo?
La teoría queer, que empezó en los años 90 como un disparate intelectual con el que se entretenían algunos profesores universitarios, ha acabado siendo doctrina oficial en las sociedades occidentales, un dogma que se impone desde las escuelas y los medios de comunicación, y que no está permitido cuestionar a riesgo de sufrir ostracismo mediático.
Lidia Falcón, a quien se le pueden discutir muchas cosas pero no que no sea feminista, declaraba en 2020, a propósito de la llamada ley trans: «Nos tenemos que retrotraer a treinta años atrás, que es cuando empieza la historieta del género… Aparece la teoría queer con la ilustre ideóloga feminista Judith Butler, que dice que la realidad no existe. Sólo existen los sentimientos, deseos, emociones, impulsos. Sobre esto se ha escrito mucho, sobre la política de las emociones. No se fijan en la estructura económica del mundo ni en las relaciones de clases. Ahora todos nos dejamos llevar por las emociones, todo es subjetivo. Supongamos que un día yo descubro que quiero ser hombre, eso no me convierte en hombre.»
Y en un artículo sobre el engrudo ideológico del género Falcón afirmaba: «Lo que me tiene asombrada es que todos los partidos (…) hayan aceptado los disparates que han introducido y difundido el lobby Trans tanto en el seno del Movimiento Feminista, como —y es lo peor— en la legislación autonómica que se ha ido aprobando por mayorías absolutas e incluso consenso entre todas las formaciones políticas. Mediante las cuales el sexo biológico no existe y es la decisión de la persona la que determina ser mujer u hombre, y permite cambiar legalmente la partida de nacimiento y el documento de identidad para atribuirle un nuevo sexo, y por tanto un papel diferente en nuestra sociedad (…) ¿Nos situamos en un mundo surrealista donde la materialidad de los cuerpos humanos no existe? ¿Es preciso que se difunda el mensaje de que las niñas tienen vulva y los niños tienen pene? ¿Es que nadie conoce las diferencias corporales entre las hembras y los machos en las especies mamíferas? ¿Se trata de abolir el Patriarcado o de abolir la realidad?»
Sí, se trata de abolir la realidad. En definición de Girolamo Furio, «la teoría del género es una idea que sostiene la no existencia de una diferencia biológica entre hombres y mujeres determinada por factores inherentes al cuerpo, sino que los hombres y las mujeres son iguales desde todos los puntos de vista; que existe esa diferencia morfológica, pero no cuenta. Así, la diferencia masculina / femenina es una diferencia exclusivamente cultural, es decir, los hombres son hombres porque son educados como hombres, las mujeres son mujeres por que son educadas como mujeres».
Una intelectual no-binaria
El diario Ara titula Judith Butler, intel·lectual no-binària… como si ser «no binario», sea lo que sea, significase algo en el ámbito del intelecto. Y expone que se trata de una vieja conocida:
«No es de extrañar que Judith Butler reciba el Premio Internacional Catalunya, ya que, en paralelo a su peso intelectual, es un nombre habitual de la programación del CCCB y de otras instituciones catalanas como la Cátedra Ferrater Mora y la Bienal de Pensamiento. También porque ha encontrado reconocimiento en figuras como la filósofa Fina Birulés y la catedrática de literatura francesa y de estudios de género en la UB Marta Segarra, ambas vinculadas al ADHUC – Centro de Investigación Teoría, Género, Sexualidad de la Universidad de Barcelona.»
En TV3 —Judith Butler, referent pels seus estudis de gènere…— es presentada como «una de las personas más influyentes del pensamiento occidental, que ha aportado profundas reflexiones y conceptos que están cambiando la sociedad». Indirectamente en todo caso, porque nadie lee a Judith Butler, nadie fuera de reducidísimos círculos académicos; quien está cambiando la sociedad son los gobiernos. Pero sí, las ideas tienen consecuencias, y las malas ideas en manos de malos políticos tienen consecuencias nefastas.
Sigue TV3: «Es una figura con una importante presencia pública por su implicación intelectual y política en conflictos como el de Israel y Palestina, la Guerra de Irak o el movimiento Occupy Wall Street. Y se ha pronunciado también sobre la cuestión catalana.» Con lo que ya empiezan a encajar las piezas.
Entrevistada por el Ara en 2018 —Un intento de promover la soberanía popular—, afirmaba: «Aunque no tengo una posición sobre el proceso de independencia catalán, apoyé y apoyo el referéndum. También tengo muy claro que la violencia de estado ejercida por Madrid durante el 1 de octubre y la represión continua de la gente que elabora una crítica de Madrid es inaceptable. No tengo ninguna duda de que ese uso de la violencia de estado es una forma de censura y de represión.»
«En el proceso catalán hay muchas resonancias que conectan con otros procesos (…) Nos encontramos ante formas crecientes de autoritarismo, en estos momentos. En Europa asistimos a la centralización y al monopolio de la riqueza por parte de pocos (…) Y en [muchos] países ha habido, también de distintas formas, expresiones de la soberanía popular que han mostrado su indignación. Hoy las prácticas sociales de la no violencia son tentativas colectivas para detener la reproducción de la violencia que ejercen los estados.»
En el Nacional —La filósofa feminista Judith Butler…— destacan que «la consellera Verge ha señalado que es clave impulsar “políticas feministas desacomplejadas, interseccionales, transinclusivas y antirracistas” para poder conseguir una transformación real para la igualdad y la garantía de derechos».
Nadie sabe de qué están hablando, pero, como en el cuento del traje nuevo del emperador, hay que decir que sí, no vaya a ser que se ofendan. El premio otorgado a Judith Butler viene a subrayar que el camino emprendido no tiene vuelta atrás, por lo que rebatir sus ideas será un trabajo penoso pero necesario.
Necesario porque, como dijo el papa Francisco, «Dios creó el mundo de una cierta manera… y estamos haciendo exactamente lo contrario». Y penoso porque otro galardón recibido por Judith Butler fue, en 1998, el primer premio del “Concurso de mala escritura” que concede la revista Philosophy and Literature a «los pasajes más lamentables estilísticamente encontrados en libros y artículos académicos».