Las operaciones encubiertas nunca quedan al descubierto. Son por definición inescrutables. Sólo al cabo de un tiempo y a partir del “cui prodest” (a quién beneficia) es posible hacer suposiciones verosímiles. Incluso cuando hay revelaciones de presuntos protagonistas o responsables, nunca se puede estar seguro de nada. Lo más probable es que no sea toda la verdad y nada más que la verdad, sino sólo una parte, y una parte interesada, de la verdad; o puede ser del todo una mentira, y sin duda una mentira interesada, o tal vez formar parte de otra operación de mayor envergadura.
José Manuel Villarejo es una enciclopedia viviente de medias verdades y medias mentiras, que desde el punto de vista independentista no era más que un despreciable empleado de las cloacas del Estado. Pero de un día para otro se ha convertido en un testigo fiable, ya que entienden que les da la razón en sus viejas afirmaciones sobre la célula terrorista surgida en Ripoll. La idea, en resumen, es que el CNI envió a un malvado imán, Abdelbaki Es Satty, a reclutar a unos jóvenes marroquíes para cometer actos terroristas que atemorizaran a la población catalana en los momentos culminantes del proceso a la independencia.
Prefieren pasar por alto que se trataba de unos jóvenes crecidos en Cataluña y que habían pasado por los sistemas educativo, sanitario y asistencial aquí establecidos. Y que, por más incitaciones a la matanza que profiriera un recién llegado, algo está fallando en la tan pregonada integración de los inmigrantes. ¿Cómo puede ser tan fácil que alguien, por su cuenta o por cuenta de otros, reclute, instruya y organice un comando jihadista? Si el imán fue el radicalizador, los radicalizables ya existían cuando llegó a Ripoll un año antes de los sucesos de Alcanar y las Ramblas. Y nadie se dio cuenta de nada en una villa de 10.000 habitantes.
Icono de las cloacas
Si hubo una operación encubierta, y el propósito era descomponer el movimiento independentista, fue un inmenso error de cálculo: nadie cambió de postura, nadie cambió de planes, ni siquiera se alteró el calendario. Superados los primeros momentos de incertidumbre, todo el mundo se mantuvo en sus posiciones. Así pues, ¿de qué habla Villarejo? ¿de qué se lamentan los independentistas?
La cuestión es que, como titula el Punt-Avui, Villarejo sostiene que existen pruebas del vínculo del CNI con el 17-A. Las pruebas las tiene él pero no obran en su poder porque le han confiscado sus archivos.
El editorial del mismo diario, viendo que la credibilidad del personaje es como mínimo cuestionable, dice que Villarejo no es la cuestión: «Su versión no es fiable, aunque sea verosímil y encaje perfectamente con la desconfianza evidente que genera este Estado, especialmente en su respuesta a la amenaza soberanista en Cataluña.» La verosimilitud es un arma de doble filo: lo que es verosímil y probable para unos, es inverosímil y absurdo para otros.
No queda claro si como apoyo a su versión o para dudar de su credibilidad, el diario Ara recuerda otros escándalos de Villarejo, a quien llama «icono de las cloacas»: el asunto del rey Juan Carlos y Corinna Larsen; la operación Cataluña, para buscar trapos sucios de los líderes independentistas; la complicada relación de Rajoy y Bárcenas; los contactos de Villarejo con la entonces ministra socialista Dolores Delgado; el caso Dina, que salpicó a Pablo Iglesias, y el espionaje entre empresas del Ibex-35. Villarejo ha protagonizado tantas series que hay que preguntarse si vale más por lo que cuenta o por lo que calla.
Dudar de la propia policía
Villarejo resucita una conspiración que los Mossos descartaron desde el inicio sobre el 17-A, expone el pasado día 13 la Vanguardia, que empieza con un párrafo sorprendemente directo: «Pere Aragonès tiene el honor de ser el segundo president de la Generalitat que cuestiona las actuaciones y conclusiones de su propia policía, los Mossos d’Esquadra, en un caso de la máxima trascendencia, los atentados del 17 de agosto del 2017 en la Rambla de Barcelona. Su predecesor, Quim Torra, también lo hizo. La justificación para poner en duda a los Mossos son, en el caso del primero, las declaraciones de un policía acusado de decenas de delitos de corrupción, completamente desacreditado y conocido por su capacidad infinita de fabulación y, en el segundo, un documento sin membretes, ni firmas, ni autoría reconocida, plagado de datos falsos y que no se sustentaba sobre ningún hecho real.»
En el caso del presidente actual, está este tweet del día 11 en el que primero usa una subordinada condicional, «si las palabras de Villarejo son ciertas, son necesarias explicaciones ya», y seguidamente hace una afirmación como dándolas por buenas: «Conocemos bien cómo funcionan las cloacas del Estado, por eso exigimos que se investigue para esclarecer la verdad.» Al día siguiente ya afirmaba que «no tengo elementos» para dar por cierto lo declarado por Villarejo. Una de cal y otra de arena.
Pero el daño ya está hecho. Fue el disparo de salida al lanzamiento de hipótesis sobre maniobras en la sombra. Aquí «conocemos bien cómo funcionan las cloacas del Estado». Los activistas de las redes se han puesto a dar pábulo a las declaraciones de Villarejo, sin reservas ni matices. Sólo ha faltado el lema “yo te creo, hermano”.
El discurso del miedo
El Cercle Català de Negocis, cuya misión es, dicen, «convertirse en la entidad empresarial de referencia en Cataluña», emitió un comunicado, con fecha 12 de enero, que da la pauta de mucho de lo que vendrá después.
En primer lugar, afirman que «el comisario Villarejo no ha revelado nada que no se supiera con anterioridad, no ha aportado ninguna información relevante sobre lo que ya se sabía, incluso no ha dicho nada que no se supiera antes de los mismos atentados de 2017». Todo apunta al «CNI como autor intelectual de los atentados del 17-A»: el ex ministro García-Margallo diciendo que a partir de la segunda mitad de agosto iban a pasar cosas; el papel del imán como confidente del CNI; incluso un asunto del 2015 en el que, según relataba Público, policías nacionales alertaron a jihadistas de que los Mossos les investigaban.
Pero el Cercle Català de Negocis va más allá y «considera que en Cataluña todo el mundo con un cierto poder político (instituciones y partidos) era conocedor de la verdadera autoría de los atentados de agosto de 2017. Aquellos atentados eran una pieza clave para dar credibilidad al discurso del miedo y de la amenaza a las autoridades catalanas y líderes del proceso soberanista. Sin muertes en las calles el relato de esa amenaza no habría resultado creíble».
Así pues, los líderes independentistas acaban siendo acusados de encubrimiento por haber callado entonces. En estos momentos, a causa de las declaraciones de Villarejo, «los partidos soberanistas ya no pueden permanecer mudos como hasta ahora y han tenido que improvisar una reacción coordinada ante tan abrumadora evidencia»; pero su propuesta de formar una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados, o la convocatoria de movilizaciones populares, sólo van a servir para «rehuir cualquier responsabilidad por aquellos hechos».
Como tantos aficionados al futbol que saben siempre cuál es la alineación ideal que el entrenador de su equipo no acierta a conseguir, la mayoría de los independentistas saben qué hay que hacer para culminar el proceso, algo que debido a las vacilaciones y a las traiciones de los líderes no se consigue nunca. El CCN cree que «el 17-A el gobierno perdió la oportunidad de declarar unilateralmente la independencia, manteniendo la convocatoria del referéndum de autodeterminación para el 1-O, en un contexto extremadamente crítico que hubiera movilizado a casi todo el mundo a favor de nuestra causa». ¿En qué estarían pensando?
El pequeño gran susto
Entrevistado en Vilaweb el día 14, Agustí Carles, abogado que participó en el juicio del 17-A —El “petit ensurt” de Villarejo era fer esclatar la casa d’Alcanar—, intenta encajar las piezas en un relato coherente, no sin recordar que Villarejo es un «acusado y que tiene derecho a mentir y decir lo que quiera» —ese derecho a mentir que tanto perjudica a la justicia española: ¿Derecho a mentir? No, gracias— , «pero trato de ver si es verosímil».
El imán que fue líder de la célula, y confidente tal vez, «en abril del 2016 regresó a Ripoll, y lo hizo como imán de una nueva mezquita. Recordemos que en diciembre del 2015, cuando hacía poco que Es-Satty había ido a Bélgica, se constituyó en Madrid la nueva asociación de la nueva mezquita de Ripoll. En Madrid, se constituyó. Pero la mezquita no se activó hasta abril de 2016, justo cuando él regresó de Bélgica. La primera lo hacía todo en catalán, y en esta nueva todo estaba en castellano».
Que se constituyese en Madrid parece que arroja una sombra de duda, como si Cataluña estuviera exenta de tramas jihadistas. En cuanto a la lengua usada en las mezquitas, uno diría que es predominantemente el árabe, tanto el clásico de las escrituras como el árabe vernáculo marroquí hablado por los fieles. Aún en 2019, Mundo Islam afirmaba que el español es una asignatura pendiente: «Es necesario que el español sea utilizado dentro de las jutbas [sermones] y también de las actividades sociales de las mezquitas en general.» Cuesta creer en una mezquita que «lo hacía todo en catalán», pero el ingrediente del cambio de lengua debe tener la función de indicio de actividades terroristas.
Su hipótesis es que el imán no murió en la explosión de Alcanar sino que fue el causante de ella y luego se largó: «Los Tedax de los Mossos nunca nos supieron explicar por qué estalló el chalé. En el juicio, expuse una hipótesis: como queda acreditado que un minuto después de la explosión una furgoneta del señor Es-Satti salió de allí como un cohete, y al encontrarse nueve granadas de mano preparadas, pregunté si era posible lanzar una dentro de la casa desde la calle y marcharse. Y me respondieron que no era descartable.» Ese es «el pequeño susto del que habla Villarejo (…) Estalla la casa, desaparece la furgoneta (…) La policía española y la Guardia Civil, a raíz de la explosión, aparecerían y dirían que habían descubierto un arsenal impresionante de bombas, que ciertamente lo era (…) Se pasaría de la alerta antiterrorista 4 a la 5 y dirían que venían a salvarnos.»
Pero ¿por qué Villarejo usa esta estrategia de defensa? «La estrategia del Estado es decir que Villarejo es un comisario jubilado loco. Y él dice que puede estar jubilado, pero que ha sido un agente de inteligencia, que ha trabajado con el CNI y sabe cosas. Y finalmente la fiscalía de la Audiencia española ha reconocido que él era un estrecho colaborador del CNI. Para él, esto es una victoria. Y ahora puede decir que él, como agente del CNI, montó un entramado empresarial que ponía siempre a disposición del Estado. Dice, más o menos, que él hacía todos estos negocios pero que los invertía en España, y ahora que le han reconocido que trabajaba como agente del CNI va dejando caer cosas, para que se pongan nerviosos.» Continuará.