El separatismo es capaz de llegar a acuerdos en el último momento y en las situaciones más extremas si con ellos se garantiza mantenerse en el poder. Así se está viendo estos días en todo lo relacionado con los Presupuestos de la Generalitat para 2022. Unas cuentas públicas que deberían ser de un gobierno de coalición pero que da la impresión de que, en el fondo, no son más que un nuevo capítulo en la guerra descarnada que mantienen Junts y ERC y de la que son víctimas únicamente los ciudadanos.
El rechazo de Guanyem-CUP a apoyar los Presupuestos autonómicos, a pesar de tener un acuerdo con ERC para facilitarle el trabajo al presidente Pere Aragonés, ha sido un tropiezo difícil de superar. A esta situación se suma el enfrentamiento entre posconvergentes y republicanos. El diputado de Junts Joan Canadell no ha perdido este lunes la oportunidad de arremeter contra ERC, a pesar de que tendrán que votar unidos, por aquello de la supuesta mayoría separatista del 52%, las cuentas. A la vez, desde las filas de ERC ha sido Lluís Salvador quien ha intentado suavizar la situación aunque no ha podido evitar ensalzar la figura del cada vez más gris Aragonés con una artificiosa aseveración: «Aragonés ha sido hoy el socio más fiable de este país«.
Los tejemanejes de los comunes
La realidad es que si el Govern logra sacar las cuentas adelante será gracias al apoyo de En Comú-Podem, que en el más puro estilo Anguita, ha logrado colar al separatismo algunos de los puntos de su programa electoral como el de garantizar el acceso universal al aborto o el de dar el mismo tratamiento a las personas físicas y jurídicas que sean grandes tenedores de vivienda a la hora de rendir cuentas con la Hacienda catalana. Cuestiones que difícilmente aceptaría la derecha seguidora de Carles Puigdemont pero que, a la vista de lo sucedido con los cupaires, tendrá que aceptar.
Así las cosas, no le ha faltado razón a la diputada del PSC Alicia Romero a la hora de constatar ante la Cámara que «la mayoría de la investidura está rota». Esto la ha llevado a preguntar «hacia dónde va Cataluña» y «qué futuro le espera a este país». Y, finalmente, a insistir en la oferta socialista ya conocida en la noche del electoral del 14 de febrero: «Mientras ustedes se lo piensan, se lo hacen y convocan reuniones de coordinación, el mejor servicio que podemos hacer al país es ofrecer una alternativa al mercadeo, la incertidumbre, la improvisación y la inestabilidad».