En el mundo constitucionalista, muchos tienen claro que la CUP está integrada básicamente por los hijos y los nietos de los miembros de la antigua Convergència. La imagen de radicales antisistema puede llevar a pensar lo contrario. Sin embargo, visto lo visto, han aprendido los peores vicios del sistema y los han adoptado como propios sin excesivos escrúpulos.
En Canet del Rosselló ha tomado posesión como presidenta del Parlamento fake de Carles Puigdemont la cupaire Ona Curto. Nacida en 1988, en su curriculum solo apunta que ha participado en todo tipo de entidades sociales de su pueblo, Arenys de Mar, y que ejerce en estos momentos como concejal de áreas tan poco antisistema como pueden ser Turismo o Playas. A muchos sorprendió que Curto fuera la candidata más votada en las elecciones de esta asociación privada. Y más aún que este domingo haya tomado posesión como presidenta de su asamblea de representantes. Más que nada porque el Consell per la República ha acabado convertido en un chiringuito de Junts en el que Puigdemont imagina que es el presidente de una Cataluña independiente.
El imposible acuerdo con los ‘cupaires’
Este simple hecho choca, y mucho, con la composición del Govern real de Cataluña. Forman parte del mismo ERC y Junts a través de un acuerdo firmado por ambas formaciones. Pero, a la vez, se apoya en otro rubricado por los republicanos con CUP-Guanyem. Un acuerdo que, en su momento, se negó a aceptar Junts, por considerar que las políticas de los cupaires estaban más a la izquierda de lo que ellos podían aceptar.
La CUP se convierte así en la nueva bisagra catalana, a la que no le importa pactar con unos y otros. ¿Con qué objetivo puede hacerlo ahora? Básicamente, el control férreo de ERC y Pere Aragonés, a quien ya tiene en sus manos en el Parlament y al que a partir de este domingo también fiscalizará desde Waterloo. El principal logro de ERC a día de hoy es la controvertida mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez. Y ni Junts ni CUP comparten el objetivo de una negociación que permita la celebración de un referéndum legal y pactado con el Estado. Ambas formaciones tienen claro que la única vía para la independencia es hoy la unilateral, cueste lo que cueste.
El Consell per la República nació con participación de posconvergentes y republicanos. De la CUP, Poble Lliure se integró desde el principio a sus filas. También lo hizo la ANC. Del mismo han nacido numerosas asociaciones, todas en la órbita de Carles Puigdemont. Solo Òmnium quedó fuera por decisión de sus dirigentes. ERC tiene ahora mismo poco o ningún peso en su estructura. Lo cierto es que a medida que ha pasado el tiempo, se ha convertido en una suerte de Govern paralelo que podría tener sentido en tiempos de Quim Torra. Pero hoy no es Junts quien lidera la Generalitat y, por lo tanto, cualquier movimiento de esta asociación solo puede entenderse como la pretensión de usurpar a ERC lo que no le dieron las urnas el pasado 14 de febrero y deslegitimar a un Pere Aragonés al que le van creciendo los enanos.