Pocas cosas hay, por no decir ninguna, que no generen en la red social más irreverente del mundo, Twitter, la mofa generalizada. El separatismo catalán ha dado momentos gloriosos en ese sentido a los tuiteros, siempre dispuestos a sacar punta a la actualidad. Pero, sobre todo, cuando esta se reviste de supuesta dignidad o de la calidad de histórico, como sucede con todo lo relacionado con el referéndum ilegal separatista del 1 de octubre de 2017.
Cuatro años después de aquella jornada de luces y sombras en la que el separatismo consumó su mayor logro hasta ahora, una consulta sin validez alguna, mientras el constitucionalismo temía la rauxa que se había instalado en la Generalitat, Cataluña vive un momento diferente. ERC ya no es la ERC de Oriol Junqueras y de aquella Marta Rovira que, histérica y llorando, exigía a Carles Puigdemont que pusiera las urnas mientras Gabriel Rufián, desde Twitter, le recordaba las monedas por las que Judas traicionó a Jesucristo. Y Junts, el partido de Puigdemont, es hoy la formación que, más a la derecha que Vox, apunta a otra algarada o intentona golpista.
Mientras tanto, en la red se toman con toda la guasa posible la seriedad con la que estos partidos o la ANC y Òmnium Cultural pretenden celebrar el cuarto aniversario de lo que solo puede denominarse un estrepitoso fracaso.