En un momento en el que el Govern presidido por el republicano Pere Aragonés parece haber encontrado cierto sentido común a la hora de dirigirse a los ciudadanos, escuchar al fugado Carles Puigdemont genera cierta inquietud. No tanto porque su discurso sea amenazante como por la constatación de que el eurodiputado fugado de la Justicia española desde finales de 2017 está cada vez más desesperado ante la evidente pérdida de peso político que ha sufrido en Cataluña y en España. Es lo único que puede explicar las últimas actuaciones protagonizadas por el líder de Junts, en un intento casi desesperado por recordarle a los separatistas que fue él y no otro quien ordenó que se colocaran las urnas en aquel infausto 1 de octubre de hace ya cuatro años.
Resulta hasta grotesco observar como, desde su simple pero millonaria asociación del Consell per la República, Puigdemont intenta dirigir el destino de Cataluña, pasando por encima del resultado que arrojaron las urnas en febrero y, sobre todo, por delante de una ERC que tiene claro que, sin diálogo con el Estado, todo será aún más difícil. Este jueves, Puigdemont ha deleitado a sus adeptos con un vídeo bajo el pomposo título de «discurso institucional del presidente«. Discurso con el que ha querido reivindicarse a sí mismo como líder del procés y en el que no han faltado las críticas al malvado «Estado español», al rey Felipe VI y, obviamente, a los gobiernos de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.
Puigdemont, el digno
Puigdemont se ha presentado en su intervención como representante de los que mantienen en el exterior, al parecer, «la dignidad de las instituciones disueltas por el golpe de Estado del 155», además de garante de las esencias de la «nación catalana». Ha alabado la creación del Consell per la República y ha asegurado que «hay formas de victoria» que están en manos del separatismo.