Nada gusta más al líder de Junts y acumulador de cargos, Carles Puigdemont, que los golpes de efecto. Y el de Italia, desde luego, lo ha sido. Cuando casi en la madrugada de este viernes se conocía la detención del expresidente fugado, muchos miraron hacia ERC y se preguntaron cómo podría afrontar el republicano Pere Aragonés una posible vuelta a España de un Puigdemont esposado.
El entorno del expresidente reaccionó rápido y las redes sociales de Junts echaban humo pocos minutos después de conocerse la detención del también eurodiputado al bajar de un avión en el aeropuerto del Alguer, en la isla de Cerdeña. Persecución y represión fueron algunos de los términos más tuiteados entre los fans del expresidente. Pero también mesa de diálogo y, sobre todo, ERC. Y es que Junts lleva cada vez peor que alguien tan gris como Pere Aragonés haya ocupado el lugar que consideran que pertenece a su líder por derecho propio. Han facilitado la investidura del republicano, sí, pero no pierden la ocasión de recordarle que, cuando se cansen, lo dejarán caer.
Los amigos Salvini y Otegui
La detención de Puigdemont se ha saldado, de momento, con la puesta en libertad del protagonista. La jueza italiana considera que Puigdemont mantiene intacta su inmunidad como eurodiputado, a pesar de que la Cámara europea se la retiró la pasada primavera. El expresidente, no obstante, tendrá que declarar el próximo 4 de octubre y, mientras tanto, pocos pueden dudar de que estirará hasta el infinito el escándalo de su apresamiento. También con escasos y sorprendentes apoyos en el exterior, como el del ultraderechista italiano Mateo Salvini, quien ha señalado al respecto que espera que Italia «no sea protagonista de la justicia o la venganza a petición de otros países».
Quien también ha felicitado a Carles Puigdemont por su salida del calabozo italiano ha sido Arnaldo Otegui. Lo ha hecho con un mensaje en el que ha arremetido contra el Tribunal Supremo que, ha dicho, «no resiste ninguna ITV de las judicaturas europeas pero sirve a las estrategias de la derecha autoritaria española».
¿Qué hubiera pasado si, por el contrario, la jueza hubiera dado luz verde a su entrega a España, tal y como solicita el juez Pablo Llarena? Resulta difícil de saber. Las últimas convocatorias separatistas se están saldando con una participación muy por debajo de lo esperado. Así se ha comprobado este viernes a las puertas del consulado de Italia en Barcelona, donde la ANC y los CDR no han logrado convocar a más de 1.000 personas ante la detención del expresidente autonómico.
La entrega de Puigdemont a España podría ser el fin de la mesa de diálogo. Pero también la del propio Govern. ¿Rompería ERC su proyecto estrella, la negociación con el Estado, para mostrar su rechazo a un posible encarcelamiento de Puigdemont y así frenar a Junts? ¿O se echaría en brazos del PSC y los comunes para reeditar un nuevo tripartito, cediendo la Presidencia de la Generalitat a Salvador Illa? Lo que es indudable es que si, finalmente, Puigdemont volviera a España en calidad de detenido, las políticas catalana y española retornarían a la convulsión que, a toda costa, intentan evitar republicanos, socialistas y comunes.