Hace unos días, Sofía Cristo, hija de Barbara Rey y el fallecido Ángel Cristo, daba a conocer en Secret Story, el último reality de Telecinco, un testimonio desgarrador. Visiblemente nerviosa y sin poder contener las lágrimas, Sofía expresaba que a la edad de cinco años había sufrido abusos sexuales por parte de una persona muy cercana a la familia. Como no podía ser de otra forma, la noticia acabó siendo explotada en el plató de Sálvame. Paz Padilla, una de las habituales presentadoras del programa, en conversación con el doctor Sánchez Martos, se atrevía a hacer una valoración personal sobre denunciar o no los abusos sexuales sufridos en la infancia: “Estamos hablando con el doctor sobre si es necesario denunciar este tipo de cosas, si la víctima, pasados tantos años, quiere remover…”
«Estamos hablando con el doctor sobre si es necesario denunciar este tipo de cosas, si la víctima, pasados tantos años, quiere remover…».
Paz Padilla en Sálvame sobre el testimonio de Sofía Cristo
Martos fue rotundo y señaló que siempre hay que denunciar. Si bien, las palabras de la showoman hacían arder las redes y con toda razón: la opinión basada en la ignorancia podía mandar un mensaje muy perverso a las víctimas y a la sociedad. Es cierto que, tras la vuelta de publicidad, la gaditana quiso matizar sus palabras. Insistió en que ella nunca había dicho que no se denunciaran estos delitos. Y sí, es cierto que no aseveró tal cosa, pero sugirió algo tremendamente perverso: si no quieres destruir a tu familia, no confieses tus abusos. Al menos, así lo percibió gran parte de los espectadores. Su rectificación, que bien pudiera ser personal o motivada por algún tirón de orejas de algún director, de poco sirvió. El daño ya estaba hecho.
Como apuntan los expertos, el principal problema de este tipo de delitos es el silencio y el secretismo. Quien después de años de angustia, culpa y vergüenza se atreve a alzar la voz y contar el dolor experimentado y el trauma vivido, no aspira a remover el pasado. Lo que busca es comprensión, apoyo y justicia. Contarlo es también para muchas víctimas ganarle la batalla a la vergüenza.
El principal problema de este tipo de delitos es el silencio y el secretismo (…) Contarlo es también para muchas víctimas ganarle la batalla a la vergüenza.
Antes de desvelar al entorno lo ocurrido, muchas víctimas realizan una evaluación negativa sobre sí mismas. Los abusos pueden fracturar la autoestima, la percepción de dignidad, las fortalezas, la confianza personal… En definitiva, la violencia sexual puede comprometer la identidad de la persona. Cuando se va desarrollando una mayor conciencia sobre los hechos y su gravedad, es habitual que las víctimas se pregunten cómo han podido permitir eso, si estuvo mal no contarlo en su momento, si fueron lo suficientemente ingenuas como para no enfrentarse al abusador cuando eran sometidas a esos episodios de violencia o si quienes confían en ellas las mirarán con desprecio por romper ahora el silencio. Enturbiar el discurso contra los abusos sexuales con falsos mitos y creencias, es volver hacia atrás. Esto es, alimentar una y otra vez la angustia, la culpa y la vergüenza.
La violencia sexual puede comprometer la identidad de la persona
Obviamente, el tema siguió de actualidad en la parrilla de Telecinco. Al día siguiente, la periodista Carlota Corredera quiso poner un poco de orden ofreciendo la siguiente reflexión: “Si todos nos dedicamos a juzgar y a machacar y cuestionar por qué lo hace ahora, por qué lo hace en la tele, por qué no se qué… Al final todo eso en lugar de ponerle las cosas fáciles a las personas que quieren dar el paso de denunciar o verbalizarlo con la familia. Pensemos no solo en Sofía. Pensemos en toda la gente que Sofía está representando”. Fueron, sin duda, palabras muy acertadas. Sin embargo, el tema volvió a desvirtuarse en la sección de M de Mujer. Allí se vinculó, como si fuera una relación causa-efecto, el machismo con los abusos sexuales a la infancia. Y como el lector puede sospechar, nadie cuestionó esta asociación ni aludió a ningún estudio para reforzar tales declaraciones.
«Si todos nos dedicamos a juzgar y a machacar y cuestionar por qué lo hace ahora, por qué lo hace en la tele, por qué no se qué… (…) Pensemos no solo en Sofía. Pensemos en toda la gente que Sofía está representando»
Carlota Corredera
Los abusos sexuales constituyen un fenómeno de gran preocupación social y presentar este tipo de delitos como una ‘cosa de mujeres’, supone invisibilizar a una parte de las víctimas. Sálvame quiere jugar hoy a ser un programa creíble y empático ante ciertas temáticas sociales. Sin embargo, patina constantemente al no tener una preparación previa y extensa sobre estos temas.
Si atendemos a los datos del Ministerio del Interior de los últimos años, observamos que el número de delitos contra la libertad sexual sigue siendo mayor en mujeres que en hombres. Asimismo, la prevalencia de los abusos sexuales en la infancia es más alta en las niñas que en los niños (Stoltenborgh et al., 2011; Thornton y Veenema, 2015). Las investigaciones también llaman la atención sobre que las muestras masculinas se encuentra infrarrepresentadas en muchos estudios y que esto podría explicarse, en parte, si tenemos en cuenta las actitudes socioculturales al respecto: el estigma social ligado al abuso, la humillación que la agresión conlleva o los ideales de masculinidad hegemónica.
Actualmente, existen pocos estudios empíricos que analicen la prevalencia y las características del abuso sexual de hombres a varones menores de edad (Ioannou et al, 2017). Pese a ello, nadie debería sugerir que las víctimas de abuso sexual infantil sufren más o menos dependiendo de su sexo o que los abusos sexuales son un delito que afectan solo a las mujeres. Invisibilizar esta realidad es seguir castigando a las víctimas. No hay
que olvidar que los hombres que sufren abuso sexual en la infancia pueden enfrentarse a un doble estigma, el del abuso y el del género. Yo sí te creo, chico.