Como el gato de Schrödinger, que puede estar simultáneamente vivo y muerto, el gobierno de la Generalitat puede estar al mismo tiempo a favor y en contra de la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Y muchos de sus votantes pueden sentirse un día muy en contra de dicha ampliación porque amenaza unas 50 hectáreas de paraje natural y al día siguiente quejarse amargamente porque el gobierno del Estado suspende la inversión prevista de 1.700 millones de euros.
«No es serio —dice Màrius Carol en la Vanguardia del día 9: El fiasco del aeropuerto— que el presidente de la Generalitat un día firmara a favor de la ampliación de El Prat y al siguiente invitara a su tropa a manifestarse en la calle.»
«No es serio que el presidente de la Generalitat un día firmara a favor de la ampliación de El Prat y al siguiente invitara a su tropa a manifestarse en la calle.»
Màrius Carol
El diari Ara, a pesar de ser muy afín a ERC, titulaba el día 7: El Govern no descarta manifestarse contra la reforma de El Prat que ha pactado con el Estado. Si alguno de los consejeros participa en la manifestación convocada para el 19 de septiembre, «se visualizaría un Govern protestando contra si mismo, porque pactó esta reforma con el gobierno español».
López de Lerma, en el Diari de Girona, el día 11, recuerda el vaticinio de Joan Tardà según el cual el pacto de gobierno entre perdedores independentistas sería un fracaso y un Vietnam diario y dice que así ha sido: «El gobierno de Cataluña se ha convertido en un nuevo e irreversible desbarajuste, que nada bueno anuncia excepto la disolución del Parlamento por extenuación de propios y de extraños.»
«El gobierno de Cataluña se ha convertido en un nuevo e irreversible desbarajuste, que nada bueno anuncia excepto la disolución del Parlamento por extenuación de propios y de extraños».
López de Lerma
En consecuencia, Pedro Sánchez «los ha dejado electrificados con lo de suspender sine die la ampliación del aeropuerto Presidente Josep Tarradellas, antes Barcelona – El Prat: 1.700 millones de euros de nada a punto de cambiar de destino. Está harto de la excelsa irresponsabilidad de ERC —sobre la cual ha construido su propio relato—, de JxCat —prueba rusa-catalana de que la imitación siempre es de menos calidad que la marca copiada—, del anarquismo de señorito remilgado de la CUP, y de la alcaldesa Colau, la demostración más palmaria de una Barcelona inserta en la decadencia progre. El presidente del gobierno de España reclama un imposible: que se pongan de acuerdo y le den apoyo.»
Una gran inversión en el aire
En la Vanguardia, Fernando Ónega —La crisis de la Ricarda— sugiere la posible improvisación con que ha actuado el gobierno central, porque «se suspendió o aplazó la ampliación sin comunicación directa al gobierno catalán, a pesar del clima de entendimiento pregonado», y porque «los redactores del proyecto, que no son alumnos de prácticas, saben mejor que nadie que la obra requiere informe de impacto ambiental. Y, si ese impacto es tan horroroso como dice Ada Colau y tan incompatible con la emergencia climática como dice Yolanda Díaz, no podría pasar el fielato del Estado, de la Unión Europea, ni quizá del sentido común».
«Se suspendió o aplazó la ampliación sin comunicación directa al gobierno catalán, a pesar del clima de entendimiento pregonado».
Fernando Ónega
Que un gobierno Sánchez improvise no es ninguna sorpresa, y que desde el punto de vista ecologista —corregido y aumentado por la psicosis climática— no haya nunca aeropuerto, carretera o industria que convenga, tampoco sorprenderá ya a nadie.
Joan Tapia, en el Periódico —Sin aeropuerto,— hace un resumen de las idas y venidas en torno a la ampliación. Ante la afirmación del presidente Aragonès de que «el Gobierno nunca había querido hacer la inversión y que sabía que no se podría realizar porque la UE nunca lo aprobaría», replica: «Cierto, si la Generalitat no lo avalaba. Pero la Generalitat tiene otras prioridades, antes que avalar algo que beneficie al país: «Da la sensación de que ERC ha preferido —ante el 11 de setiembre y la mesa de negociación— cerrar filas con parte de sus bases y el ecologismo fundamentalista.»
«Da la sensación de que ERC ha preferido —ante el 11 de setiembre y la mesa de negociación— cerrar filas con parte de sus bases y el ecologismo fundamentalista».
Joan Tapia
Cómo perder un aeropuerto intercontinental
Como era de esperar, el gobierno catalán no se pone de acuerdo ni consigo mismo. El vicepresidente Puigneró (JxCat) decía el día 1o que el país no puede permitirse perder el aeropuerto intercontinental, oponiéndose de esta manera a «los que quieren un aeropuerto más pequeño, regional y con vuelos a Madrid».
El presidente de Fomento, Josep Sánchez-Llibre, cree que aún estamos a tiempo de recuperar el acuerdo al que se llegó el 2 de agosto, «que permitirá vertebrar el aeropuerto de Barcelona como un hub intercontinental», como dijeron en su momento.
Pero, en palabras de Joaquín Luna, en la Vanguardia —El Prat y la casta ‘indepe’—: «Ha triunfado la casta. La casta independentista. Y la filosofía cupera, que exige empleos bien remunerados y arremete contra todo aquello que ayuda a crearlos.»
«Ha triunfado la casta. La casta independentista. Y la filosofía cupera, que exige empleos bien remunerados y arremete contra todo aquello que ayuda a crearlos».
Joaquín Luna
Esta contradicción podría extenderse a los independentistas en el gobierno: queremos que Cataluña sea un lugar reconocible en el mundo, pero cuando hay la posibilidad de convertir el aeropuerto existente en un hub intercontinental alegamos mil excusas para impedirlo; nos quejamos del exceso de inversiones que van a Madrid, pero cuando hay una inversión tangible —1.700 millones de euros— hacemos todo lo posible para que no llegue, para así poder seguir luego quejándonos de que no nos llegan inversiones.
Concluye Luna: «Ha caído la ampliación ilusionante de El Prat por una tormenta perfecta: el binomio independentismo y la religión sacrosanta del medio ambiente, las alpargatas y el patinete.»
Ampliación innecesaria
En Vilaweb, Vicent Partal —Jugant amb l’aeroport, el PSOE es vol menjar també ERC— enmarca la controversia en la ambición que tienen los socialistas de recuperar el espacio perdido en Cataluña, como si eso fuera algo fuera de lo común:
«No tienen ningún problema moral, ni ningún límite tampoco. Se han comido a Ciudadanos, se comieron ya hace tiempo los restos de lo que había sido Convergència, se van comiendo a los Comunes y ahora ponen el ojo en ERC, también para comérsela —algo que es posible solamente gracias al gran error de este partido de difuminar la barrera que separa el independentismo del españolismo—.»
¿De qué otra manera, si no es difuminando dicha barrera, va ERC a «ampliar la base»? ¿Y cómo podría el PSOE ganar con más holgura las elecciones catalanas si no es recuperando votos que se han dispersado hacia otras formaciones? Esto se llama alternancia electoral, y no debería sorprender a nadie.
«Los socialistas ahora han venido a decir que la culpa de perder una inversión tan grande la tiene el presidente Aragonès, que no sabe mandar, que no es capaz ni de tener un gobierno cohesionado y que no sabe ni lo que quiere hacer. De modo que si queréis algo, votad al PSOE directamente.» Lo primero es rigurosamente cierto; lo segundo, un tópico de campaña electoral.
«Los socialistas ahora han venido a decir que la culpa de perder una inversión tan grande la tiene el presidente Aragonès, que no sabe mandar, que no es capaz ni de tener un gobierno cohesionado y que no sabe ni lo que quiere hacer. De modo que si queréis algo, votad al PSOE directamente».
Y, como en la fábula de la zorra y las uvas, Partal nos quiere convencer que la inversión no nos hace ninguna falta: «Con la generalización de los vuelos intercontinentales con aviones más pequeños, la ampliación de la pista ya no es necesaria para hacer del aeropuerto un hub intercontinental. La gestión del aeropuerto: eso sí es necesario. Poder decidir. Poder dar slots. Poder rebajar los precios. Poder conceder beneficios a quienes interese…»