La agitada salida de Messi del FC Barcelona, entre otras muchas cuestiones, ha puesto en primer plano una pregunta siempre latente en el mundo del fútbol profesional: ¿Pueden los clubs de fútbol competir en la élite con las sociedades anónimas deportivas en un deporte hiper profesionalizado, ultracompetitivo y globalizado?
La respuesta inicial, si nos atenemos a la historia de Real Madrid y Barça, es que sí. Ambos clubs no sólo se han mantenido en la élite sino que han estado siempre en las primeras posiciones por resultados deportivos, ingresos y valor de sus plantillas y su marca.
¿Pueden los clubs de fútbol competir en la élite con las sociedades anónimas deportivas en un deporte hiper profesionalizado, ultracompetitivo y globalizado? La respuesta inicial, si nos atenemos a la historia de Real Madrid y Barça, es que sí
El problema ha aflorado cuando han llegado las vacas flacas. La respuesta de ambos clubs ha sido distinta. Mientras el Real Madrid ha adoptado una gestión austera, ha dejado de fichar, ha contenido los sueldos y ha invertido en un nuevo estadio pensado para lograr más ingresos, el Barça ha tirado la casa por la ventana seguramente por la debilidad de sus dirigentes, que no se atrevieron a coger el toro por los cuernos y continuaron con una política salarial y de fichajes que ha llevado al club a la situación actual de quiebra técnica. Una Junta fuerte, por ejemplo, hubiera vendido a Messi tras el famoso burofax y, ahora, el club estaría en otra situación.
Como pasa con los políticos, los dirigentes de los clubs dependen de unas elecciones, y ello les hace muy sensibles al corto plazo. En este contexto, las cuestiones impopulares no se abordan como debiera, especialmente en el caso del Barça, agitado por divisiones internas y objeto de deseo del independentismo. En cambio en el caso de las S.A.D, al existir una propiedad que no depende del voto de los aficionados, la posibilidad de tomar decisiones más impopulares y tener una estrategia a medio y largo plazo es mucho mayor. Lo que no quita, evidentemente, que también puedan estar pésimamente gestionadas, pero a priori están mejor dotadas para afrontar tiempos difíciles. El caso de Florentino Pérez que, de facto, actúan casi como propietario por su capacidad económica y de gestión es la excepción que confirma la regla.
En el caso de las S.A.D, al existir una propiedad que no depende del voto de los aficionados, la posibilidad de tomar decisiones más impopulares y tener una estrategia a medio y largo plazo es mucho mayor
Según la normativa deportiva los directivos de las S.A.D no deben avalar personalmente una parte (inicialmente el 15%) de su presupuesto, lo que sí ocurre en el caso de los clubs. Esta cuestión ha sido un elemento determinante en la salida de Messi. Laporta tuvo que buscar avalistas que, inicialmente, no formaban parte de su candidatura y, según diversas fuentes, su posición fue decisiva para el cambio de criterio de última hora respecto al argentino. La debilidad financiera de Laporta, elegido por su populismo, es otro elemento clave al analizar la situación del Barça.
La gran ventaja competitiva de las S.A.D respecto a los clubs, sobre todo en tiempos difíciles, que se añade a lo ya dicho anteriormente, es la posibilidad de ampliar capital. No podemos olvidar que el Barça no sólo se enfrenta a un problema de fair play financiero sino a un problema estricto de tesorería, debido a que con la deuda disparada cada vez se le hace más difícil recurrir al crédito. Sin la opción de ampliar capital, una teórica solución alternativa sería pedir derramas a los socios. Decisión difícil para quién depende del voto de esos socios para seguir al mando. Además de ser una opción con un recorrido limitado. La otra opción, el gran pelotazo inmobiliario, no parece tan fácil como en tiempos pasados pero no puede descartarse.
No podemos olvidar que el Barça no sólo se enfrenta a un problema de fair play financiero sino a un problema estricto de tesorería, debido a que con la deuda disparada cada vez se le hace más difícil recurrir al crédito
Llegados a este punto al Barça se le presentan dos opciones: o transformarse en S.A.D, sin duda una alternativa muy difícil de tragar para una masa social que se cree el slogan de ser más que un club o iniciar una etapa de máxima austeridad, deshacerse de jugadores y potenciar al máximo la cantera. La cuestión es que esta política no garantiza estar en la élite. Y si el Barça baja un escalón deportivo no será nada fácil convencer a sus seguidores que tengan paciencia. Esta temporada que empieza va a ser de gran trascendencia.
Y si las cosas van mal no puede descartarse que se plantee la transformación en sociedad anónima deportiva en la que los actuales socios tengan un papel importante; hay diversas fórmulas posibles, pero que no impediría la entrada en el club, más pronto que tarde, de potentes corporaciones económicas. Superado el trauma inicial, no parece que la propiedad privada de los grandes equipos, Manchester City, United, PSG, Chelsea, o de los pequeños, haya hecho perder entusiasmo a sus seguidores si los triunfos, al nivel de las exigencias de la afición, continúan llegando.