Elisenda Paluzie, presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, entrevistada en Vilaweb —Sense lluitar per la independència, no la guanyarem—, afirma que el gobierno de la Generalitat no se acuerda de que el 52% de los electores «les ha votado para que hagan la independencia».
Aunque ya se hablado bastante de dónde sale la cifra del 52%, aquí está este informe de Verificat para recordar que «52% es el redondeo del 51,58% de los votos a partidos independentistas, excluyendo el Front Nacional de Catalunya, sobre el total de votos a candidaturas: 1.454.081 de 2.819.328. Si lo calculamos sobre el total de votos válidos (quitando los nulos), la proporción es del 51,14% y si tomamos el global de la participación (toda la gente que votó), el porcentaje es del 50,4%».
Y esos 1.454.081 votos representan el 25,85% de los electores, un porcentaje nada despreciable, pero difícilmente el actual gobierno autonómico puede apoyarse en él para algo tan transcendente como «hacer la independencia», sea lo que sea lo que entiendan por ello.
Sus 1.454.081 votos representan el 25,85% de los electores, un porcentaje nada despreciable, pero difícilmente el actual gobierno autonómico puede apoyarse en él para algo tan transcendente como «hacer la independencia», sea lo que sea lo que entiendan por ello
Acumulando agravios
A la pregunta de si «¿hemos de olvidarnos que este gobierno haga nada por la independencia?» responde: «El papel de la sociedad civil es impedir que esto ocurra y que entren en esta dinámica.» La dinámica que aspira a evitar es que «sectores de los partidos políticos independentistas del gobierno vuelvan a la política del pájaro en mano», es decir a la política de gestión, a la política de siempre. Y dice «sectores de los partidos», como alentando la contestación interna. El concepto de «sociedad civil» es controvertido, pero aun considerando que la ANC sea algo más que una mera organización de apoyo a los partidos políticos, no puede hablar en nombre de «la» sociedad ni del 52% de los electores, sino únicamente de sus propios militantes.
Aun considerando que la ANC sea algo más que una mera organización de apoyo a los partidos políticos, no puede hablar en nombre de «la» sociedad ni del 52% de los electores, sino únicamente de sus propios militantes
Lo que ha de hacer un gobierno independentista, según Paluzie, es la cuadratura del círculo: «Debe decidir grandes proyectos de país mientras trabaja por la independencia y gestiona el día a día. Debe explicar que la mayoría de estas cosas sin soberanía no se pueden hacer. Explicarlo bien. Desanima bastante ver que se entra en los debates que quiere el gobierno español y no se propone un proyecto propio ligado a los elementos substantivos de soberanía que se necesitan.» Mientras no llega la independencia, es difícil evadir las cuestiones que plantea el gobierno central, por insensatas que sean. Y sí, habría que explicar exactamente qué acciones de gobierno requieren imprescindiblemente la soberanía, no vaya a ser que algunas no.
Dado que la ANC ni se ha presentado nunca a las elecciones por su cuenta ni se ha desentendido de los partidos en el gobierno, es difícil creer que esto sea una amenaza: «La gente puede ir acumulando agravios y al final los votantes mismos pueden acabar yendo contra el gobierno independentista que han votado. No hay que dar por garantizado siempre un apoyo acrítico.» Más bien parece, en estos momentos de incertidumbre, un intento más de levantar los ánimos de los fieles, toda esa gente que necesita que le repitan que, «objetivamente, el movimiento independentista en Cataluña nunca había tenido tanto apoyo ni tantos argumentos de legitimidad interna y externa como ahora».
Paluzie se remite aún al referéndum del 2017: «El Primero de Octubre se luchó y se ganó», ese día «se demostró que dominábamos el territorio» y «las fuerzas de ocupación no se pudieron imponer». Y formula la contraposición entre el «frente institucional», los representantes electos, y el «frente popular», los autoproclamados luchadores, que lo que no han de hacer nunca es «caer en la desmovilización, que es lo que quieren», lo que quieren los otros, los enemigos, el Estado…
Aunque «no hace falta reabrir el debate», se queja de Oriol Junqueras y de Jordi Sánchez, que publicaron sendos artículos que «son una reinterpretación del 1-O. En uno, había una negación de la unilateralidad, y en otro, una reinterpretación de la unilateralidad como si fuera una herramienta para negociar». La interpretación de Paluzie es opuesta a ellos: «Lo que hizo fracasar el Primero de Octubre fue pararlo todo para interpelar al Estado a fin de que hubiera una negociación.» Como siempre, nos quedamos sin saber en qué consistía ese «todo» que se paró, hasta dónde hubiesen llegado y en qué consistirá si «vuelven a hacerlo».
Según Paluzie, «lo que hizo fracasar el Primero de Octubre fue pararlo todo para interpelar al Estado a fin de que hubiera una negociación.» Como siempre, nos quedamos sin saber en qué consistía ese «todo» que se paró, hasta dónde hubiesen llegado y en qué consistirá si «vuelven a hacerlo»
Un decálogo para juzgar al gobierno
La presidenta de la ANC se remite a un decálogo, que lleva fecha del febrero pasado, a partir del cual juzgarán la actuación de la Generalitat: «Cuando se apruebe el plan de gobierno, miraremos cuáles de estas acciones nos permiten avanzar hacia la independencia, cuáles han quedado recogidas.»
No serán muchas, ya que está pensado a medida para descalificar todo lo que se haga en la admnistración autonómica y se ajuste a la ley. Por ejemplo, el referéndum del Primero de Octubre, «por sí solo, obliga a las instituciones a hacer efectiva la independencia». Esa supuesta legitimidad del referéndum choca con la legitimidad que se deriva de las elecciones. Otro: «Hay que enfrentarse a los abusos de los poderes españoles con todas las herramientas disponibles.» Es el lenguaje propio de las llamadas a la lucha armada; pero mejor supongamos que se refiere a todas las herramientas legales.
Piden también una «política de bloqueo de las instituciones españolas para hacer evidente que no se puede gobernar contra Cataluña». ¿Deberían retirarse los diputados y senadores de las Cortes? ¿Y también los eurodiputados, como Puigdemont, que representan a España en el Parlamento europeo?
«Hacer de los sindicatos y las patronales nacionales unas auténticas herramientas de país.» ¿No eso una intromisión flagrante del poder político en la sociedad? «Promover la fusión de las cuatro diputaciones provinciales en una sola.» ¿Al margen de la legislación española? «Crear el banco público de Cataluña.» Como si fuera tan fácil. «Eliminar peajes.» ¿Así sin más? «Agencia nacional de inteligencia.» Desde luego hace mucha falta promover la inteligencia; pero si se refiere a una agencia de espionaje, ya entramos en la sección de humor.