»La coherencia y la discreción son dos ingredientes esenciales para alcanzar los objetivos».
Este fue el resumen de un tuit del 21 de junio de la prófuga separatista Marta Rovira. Afincado en Carouge, una elegante ciudad de origen sardo limítrofe con la cosmopolita Ginebra, Rovira es el secretario general del grupo político radical de extrema izquierda Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que tiene un pasado fascista.
El movimiento separatista catalán no ha dejado de exportar su lucha fuera de Cataluña y fuera de España. Sabe que tarde o temprano se impondrá a nivel internacional. Sabe que España se defiende muy mal y está debilitada en la escena internacional. En un momento en el que se trata de comprar a la opinión pública y en el que la emocionalidad prevalece sobre el legalismo, la monarquía ibérica corre el riesgo de sufrir los mismos reveses a su integridad territorial que otros han experimentado antes. En particular, me viene a la mente Serbia. En Suiza, santuario del aparato separatista, la red de compra de influencias es, como el tuit de Marta Rovira, discreta pero constante. Se basa, entre otras cosas, en tres pilares. La Delegación del Gobierno de Cataluña en Ginebra (Diplocat), que no tiene reconocimiento oficial de ningún Estado miembro de la ONU, pero que teje su red a través de actividades culturales y debates políticos periódicos en los que participan cargos electos locales. Todo esto son simpatías que vendrán bien cuando llegue el momento.
En Suiza, santuario del aparato separatista, la red de compra de influencias es, como el tuit de Marta Rovira, discreta pero constante
El pasado mes de marzo, el debate entre diputadas catalanas y suizas sobre la trayectoria parlamentaria como mujer contó con la participación de Géraldine Beuchat, diputada en el Parlamento del Cantón del Jura. El 1 de agosto, día festivo en Suiza, Diplocat no dudó en comparar Cataluña con Suiza en términos de valores. Las misiones centrales del lobby separatista desde hace casi una década son: 1) destruir la imagen pública de España y 2) hacer creer que Cataluña es un país. El delegado Gabriel Boichat, que trabaja desde su oficina en la calle Rousseau 38 de Ginebra, está trabajando intensamente en ello. Sigue de cerca las actividades de un puñado de ministros suizos, periodistas locales y otros creadores de opinión, incluida la Universidad de Ginebra.
También puede contar con la red formada por los tres centros culturales catalanes de Lausana, Zúrich y Basilea. Estos centros no dejan de mostrar el apoyo financiero que reciben de la Generalitat separatista de la autonomía catalana. Es decir, los impuestos de todos los catalanes y españoles. Los centros catalanes, radicalizados en su discurso, realizan funciones de adoctrinamiento; cursos de lengua catalana; presencia regular en la vida cultural y política de ciudades como Ginebra, Lausana, Berna, Basilea y Zúrich, con presencias físicas en el Festival de la Cité de Lausana; exposición fotográfica sobre la inmigración catalana en Suiza; presencia en el Salón Internacional del Libro de Ginebra, etc y etc.
Las imágenes adjuntas a este artículo ilustran parte de esta actividad de ocupación del espacio público. Se trata de contactos privilegiados con creadores de opinión locales que suelen tener acceso a los medios de comunicación. Pensamos en el periodista suizo Adrià Budry Carbó, en el editor Christian Campiche, en el profesor universitario Mathieu Crettenand y en la diputada ginebrina Amanda Gavilanes, por mencionar sólo a algunos.
Los centros catalanes también son la cantera de mano de obra cuando se trata de acoger a propagandistas de fuera, como fue el caso de la activista Mireia Domenech I Bonet (mayo 2019) o la portavoz Meritxell Budó (junio 2019). Por último, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) de Zúrich actúa como un sello de goma ideológico. Agitando la lucha. Animando a los Comités de Defensa de la República (CDR) a actuar y a emprender acciones violentas. Imponiendo la estelada separatista con la estrella blanca en la vía pública y en los medios de comunicación como la única bandera de todos los catalanes. Cada año, la ANC se hace cargo de la fiesta de la Diada catalana el 11 de septiembre. Silenciar la existencia de la mayoría catalana y española que son no separatistas.
Aquí se encuentran las verdaderas víctimas del aparato separatista catalán, al que se asocian varias causas penales, como el intento fallido de golpe de Estado de 2017 y la malversación de fondos públicos.