Vilaweb traduce una entrevista a Rodríguez Zapatero en el diario Berria. Aunque centrada principalmente en asuntos vascos, el ex presidente afirma que un referéndum en Cataluña es un fracaso. Aunque desmiente haber hecho ningún trabajo de mediación, sostiene que «Cataluña necesita un proceso amplio de diálogo. Las condiciones están ahí. Felicito al gobierno por los indultos; estoy plenamente convencido de que será una medida muy positiva, y deseo que esta mesa de diálogo se dedique a hablar de cosas concretas. El riesgo es que hablamos de principios inexorables».
¿De qué se puede hablar? De «la lengua, el estatuto, lo que el Tribunal Constitucional anuló del estatuto, la representación de Cataluña en Europa, la financiación autonómica…» (Lo que el TC anuló fue porque era inconstitucional. ¿Se trataría entonces de reformar la Constitución para reencajar la autonomía catalana?)
¿Por qué hablar? Porque «la democracia debe tener todos los expedientes abiertos para que todas las identidades se sientan reconocidas».
¿Cuál es el límite? «Que ninguna identidad quiera excluir a otra y que esté dispuesta a coexistir.» (¿Y si no hubiera una única identidad en Cataluña?)
¿Por qué poner límites? «Si no hubiera límites, la convivencia sería imposible. Además, todo programa de máximos es muy probable que no se cumpla. Cuando se ha cumplido, ha sido un desastre. Porque un programa de máximos tiene vocación de excluir.»
¿Se puede plantear la secesión? «El referéndum [de independencia de Cataluña] es un fracaso. Llegar [a él] es un fracaso, como lo ha sido en Escocia y como lo ha sido en el Quebec», donde «por cierto no se repetirá (…) ya se lo pronostico aquí.»
¿Acaso no es un instrumento democrático? «El referéndum divide, y quien pierde quiere la revancha. Es muy superior un gran acuerdo político. ¿Que se puede renovar? Sí.»
La UE ante el conflicto
Ya dijo Montilla en su momento que el referéndum es la modalidad preferida de los dictadores, y todo el mundo se le echó encima. El problema de un referéndum es que divide la sociedad entre los que están a favor y los que están en contra, e inevitablemente entre buenos y malos. Además, sólo llega a haber un referéndum cuando quien lo convoca está bastante seguro de ganarlo.
Precisamente, la cuestión escocesa puede tener una cierta conexión con la cuestión catalana a nivel europeo. El pasado día 22 Carmen Morodo, en La Razón —La UE se plantea ser “mediador” para Cataluña—, exponía que, desde el punto de vista de la UE, «los indultos dan la razón a la idea de que en Cataluña hay un “conflicto político”».
«La diplomacia europea se mueve en la sombra para agitar la separación de Escocia del Reino Unido, y debilitar así al ex socio desleal. También enreda para fortalecer la unión de las dos Irlandas. Pero España siempre ha vetado hasta ahora cualquier actuación que pudiera animar las veleidades independentistas escocesas porque serviría de precedente para Cataluña.»
Sea como sea, ninguna secesión se ha producido nunca sin el estímulo y la presión de potencias vecinas. Aunque el independentismo catalán plantea el asunto en términos de derechos históricos o merecimientos propios, sólo conseguiría vencer mediante poderosos aliados; por ejemplo, si la UE llegara a plantearse el cuarteamiento de España, como parece estar incitando a la disolución del Reino Unido.
Aragonés, el gran negociador
El presidente Aragonès, entrevistado por Albert Sáez en El Periódico el domingo 4 de julio, incide en que ha de haber un referéndum —«es inevitable»— y que una de las opciones tiene que ser la independencia.
Aun exhibiendo un talante negociador y un tono amable, inevitablemente revela sus cartas. Por una parte, afirma que «la unilateralidad no la hace quien quiere sino quien puede», y por otra, hablando de los presupuestos del 2022, quiere poner «la máxima ambición para conseguir hoy todo lo que podamos para Catalunya porque eso no nos resta fuerza para reivindicar la independencia».
Mantener lo que se ha convenido en llamar política de «peix al cove» y al mismo tiempo perseguir la independencia es una contradicción que no puede durar mucho tiempo. Las competencias y los recursos cedidos por el Estado han tenido y siempre tendrán la contrapartida del juego limpio y la lealtad. ¿Cómo negociar con quien sostiene que recurrirá a la unilateralidad en cuanto pueda?
El mismo acuerdo de gobierno entre ERC y JxCat prevé un «envite democrático» —término engañoso con que se anuncia un desafío nada democrático— si la negociación con el gobierno central no llega a conclusiones satisfactorias. Interrogado sobre esto, Aragonès se mantiene firme: «Cuando nadie más apueste, seguiré apostando por la negociación.» Aunque, si no hay nadie más, no tendría mucho sentido.
Al parecer, su actitud negociadora se ha convertido en una rutina. A la pregunta de si «se puede encajar fácilmente el acuerdo con la CUP y el modelo económico del conseller Giró», contesta que «son compatibles los dos acuerdos que firmamos», compatibilidad que nadie ve ni entiende. O mucho va a cambiar el programa o la CUP, o esto no dura ni dos años.
Autodeterminación, ni hablar
El presidente Pedro Sánchez ya ha dejado claro que «no habrá referéndum de autodeterminación. Nunca, jamás», y que «el diálogo abierto con el independentismo catalán no conducirá a ningún acuerdo que sobrepase la Constitución».
Si no puede ser un referéndum de autodeterminación, ya que la ONU no considera que Cataluña sea un territorio a descolonizar, ¿habrá un referéndum sobre otras cuestiones? Pero Aragonès insiste: «Mi voluntad es alcanzar un gran acuerdo nacional por la autodeterminación y la amnistía al que se puedan sumar todos.»
El entrevistador le objeta que, «si no se encuentra una fórmula para ese diálogo interno [entre los partidos catalanes], una gran parte de la sociedad catalana tiene la sensación de que se quiere pactar con el Estado las condiciones de un referéndum, pero no se quiere pactarlas con los catalanes que no quieren la independencia».
Aragonès quiere «un procedimiento en el que todo el mundo se sienta incluido» pero apela sólo a «la mayoría de la investidura» de Pedro Sánchez: «La izquierda española tiene que saber que o bien hay una alianza con los soberanistas de Catalunya y del resto de naciones sin Estado o lo que tienen delante es PP y Vox.» Estos partidos suman 140 diputados en el Congreso, de un total de 350; no parece buena idea ignorarlos.
Una vez más, el error de afrontar asuntos de Estado con un gobierno de mayoría heterogénea y precaria, y con un presidente que si siquiera tiene un apoyo sin fisuras en su propio partido.