No diga victimismo, diga chantaje emocional

Manifestación del 11 de septiembre de 2019 Foto: Europa Press

“Oh, ya están otra vez los catalanes con su victimismo”

El monotema de la política española también puede servir para que los españoles nos conozcamos mejor a nosotros mismos. Y nos demos cuenta de la forma roma y tontorrona como solemos acometer los asuntos de cierta complejidad mental. ¿Puede que sea por eso que, siendo uno de los viejos países europeos, hayamos tenido una contribución a la ciencia y la técnica notablemente inferior a la de nuestros vecinos? ¿O que ciertos problemas políticos se nos enquisten sin encontrar la vía para superarlos?

El monotema de la política española también puede servir para que los españoles nos conozcamos mejor a nosotros mismos. Y nos demos cuenta de la forma roma y tontorrona como solemos acometer los asuntos de cierta complejidad mental.

Atenazados por lo primero que se ha dicho sobre un tema, carentes del sentido crítico para revisar lugares comunes, despistados para ubicarnos adecuadamente en un determinado escenario.

Alguien inventó la palabra victimismo y para mucha gente, empezando por sesudos opinadores, eso es el punto de partida (erróneo) para situarse en el asunto del nacionalismo catalán. Como lo de la conllevancia, que dijo el otro. O la engañifa del seny. ¿Y eso qué es? Ni idea, pero por si acaso, no le lleves la contraria a un catalán, que por definición sabe más que tú.

¿Y eso qué es? Ni idea, pero por si acaso, no le lleves la contraria a un catalán, que por definición sabe más que tú.

Victimismo es irte a un rincón a lloriquear y decir pobre de mí, esperando que alguien se apiade de ti y te resuelva el asunto que no sabes resolver por ti mismo. Es lo que hacen los defensores tradicionales del castellano en Cataluña, con el notable éxito de haber convencido, contradiciendo la realidad, a mucha gente castellanohablante de que su propia lengua es la lengua de los desheredados y fracasados, regalándole así al nacionalismo catalán la justificación ante ese sector de la población de la política de exclusión en la enseñanza de su lengua cooficial.

El nacionalismo catalán no hace victimismo, sino una cosa completamente diferente, que se llama chantaje emocional.

El nacionalismo catalán no hace victimismo, sino una cosa completamente diferente, que se llama chantaje emocional. En lugar de irse a un rincón a lamentarse, han desplegado una hiperactividad para imponer en todos los ámbitos un relato según el cual existe una deuda tremebunda hacia Cataluña que es perentorio reparar, so pena de terribles consecuencias si el pueblo catalán se enfada. Y de ser acusado de cosas muy feas. Si el receptor del mensaje entra en el juego, el mecanismo de dominio funciona, y de esa manera hemos llegado a esta situación de todo un país acomplejado ante sus minorías lingüísticas.

Como ejemplo del estado general de despiste en el resto de España sobre Cataluña, resulta ilustrativo un caso que se comentó en los medios hace unos años, de un político del PP andaluz que salió diciendo que se sentía gilipollas porque en unas vacaciones en Cataluña se dio cuenta de que a él le habían engañado. Decía el buen hombre que él había ido buscando a alguien que al decirle buenos días le tuviera que contestar: perdón, no le entiendo. Y que como no lo había encontrado, lo que le habían contado sobre Cataluña era mentira.

La perspicaz conclusión que sacó de ese experimento tan significativo y tan elaborado fue que era un gilipollas por habérselo creído. Todo un retrato del desconocimiento y la ingenuidad en el resto de España acerca de esta parte de su país. En los tiempos del puente aéreo, el AVE y las redes sociales, en el resto de España por lo visto desconocen que en la Cataluña de hoy en día y precisamente en sus zonas más pobladas, para bien o para mal (y si es para mal, yo no tengo la culpa), si a alguien le dices buenos días, hay una alta probabilidad de que te estés dirigiendo en su lengua, y por tanto te responderá sin problemas con otro buenos días. Y si no, la costumbre de responder en castellano a alguien que se expresa así está tan arraigada que cuarenta años de nacionalismo institucional no la han borrado. Y si no, ya ves.

Tú le dices a alguien buenos días y si te contesta bon día te deja completamente desorientado. A lo mejor te está insultando, y tú sin saberlo. Para rematar el despropósito, como éste no es un país de ideas sino de bandos, la conclusión del señor no fue rehacer su criterio personal sobre el asunto. La conclusión fue que estaba en el bando equivocado y lo propio era pasarse con armas y bagajes al bando opuesto. Así es como fue presentado el tema, con entrevista y todo, en la televisión nacionalista autonómica catalana, con notable regocijo del campo nacionalista.

«Se ha mencionado la idea de deuda pendiente como elemento del chantaje emocional del nacionalismo».

Se ha mencionado la idea de deuda pendiente como elemento del chantaje emocional del nacionalismo. Pero en la guerra de la propaganda, las palabras tienen una función distinta a la que dice el diccionario. El “España nos roba” no es la declaración de una deuda que se pueda cuantificar y que aunque no tengas ni idea de donde se la han sacado, quizás a base de pagarla puedas cerrar el asunto y quitarte de encima el incordio. Este error ha guiado la política del Estado hacia una serie vergonzosa de concesiones sin preguntarse nunca por la utilidad real para el conjunto del país, solamente por el “a ver si ya”. Muy al contrario, el mensaje del “España nos roba” está en otro terreno, y es: oye tú españolito, tú que no sabes hacer la o con un canuto, piensa que cada vez que te llevas un plato caliente a la boca o te permites un gusto es gracias a la capacidad de los catalanes de levantar empresas y generar trabajo.

«Oye tú españolito, tú que no sabes hacer la o con un canuto, piensa que cada vez que te llevas un plato caliente a la boca o te permites un gusto es gracias a la capacidad de los catalanes de levantar empresas y generar trabajo».

En esta vida hay que saber ubicarse en el escenario donde te ha tocado jugar y tomar decisiones con sentido. Puede ser que te hayan llevado a jugar un partido, pero no necesariamente al verte en un campo llano, amplio, de hierba y rectangular, tengas que asumir que estás jugando un partido de fútbol sólo porque es el juego que tú conoces. Si cuando empieza el partido te percatas de que el balón no es esférico sino ovalado, que en las porterías los postes se extienden una altura considerable por encima del travesaño y que el equipo contrario, para avanzar hacia la meta agarra el balón con las manos y se pega un carrerón, te conviene replantearte si realmente te han llevado a jugar al fútbol.

Y tomar decisiones apropiadas. Puedes aprender sobre la marcha a jugar al rugby. O puedes convencer al otro equipo (si tienes la capacidad de persuasión necesaria) de que se pare el partido y se juegue al fútbol. O decirles: señores, este juego no me interesa, jueguen ustedes solos. Pero lo que no puedes hacer es seguir en el partido haciendo un esfuerzo ímprobo para manejar el balón con los pies y meterlo entre los tres palos mientras los otros simplemente lo posan tras la línea de fondo sumando puntos a gran velocidad.

Después de cuarenta años forcejeando con el asunto, en el resto de España siguen completamente desubicados. Hace unos días, el director de un medio digital no precisamente afecto al independentismo titulaba un artículo diciendo que en una cosa sí tenía razón Pedro Sánchez. Lo abro para leerlo, y ¡como no!.

En lo que tenía razón el presidente es que con los indultos ¡el independentismo se queda sin argumentos para su victimismo! Justo lo que yo pienso cuando se me aparece un atracador por la noche en una calle solitaria, navaja en mano. Que si le doy sin rechistar la cartera lo dejo “sin argumentos” para agredirme. Ver la cara de planchado que se le queda no tiene precio.

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