En un discurso plagado de referencias a sentimientos y sin presencia de representantes del Govern a pesar de estar invitados, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado este lunes en Barcelona que el Consejo de Ministros dará el martes luz verde a la concesión del indulto a los nueve separatistas que, en estos momentos, cumplen penas de prisión por el referéndum ilegal del 1-O. Responsables también de la indescriptible ley de transitoriedad, aprobada en septiembre de 2017, los condenados abandonarán en unos días la cárcel, aunque Sánchez no ha dejado claro si el indulto será total o si se mantendrán las penas de inhabilitación.
El presidente ha intentado equilibrar la balanza entre separatistas y constitucionalistas en Cataluña. Así, ha dejado claro en varias ocasiones que los primeros, amparados por la Constitución, están en su derecho de defender su ideal independentista pero que, para ello, deben hacerlo dentro del marco de la ley. Para los segundos, el mensaje ha sido que el Gobierno está con ellos pero que los indultos son un primer paso para lograr recuperar la convivencia en una Cataluña totalmente rota tras una década de procés.
Ilegítimo «si atropella a una parte de la sociedad»
«No pensamos que vayan a cambiar sus ideales», ha dicho Sánchez, «pero sí que se comprenda que no hay camino fuera de la ley y que ningún propósito es legítimo si atropella a una parte de la sociedad». Ha justificado, sin embargo, el presidente la amenaza del «ho tornarem a fer» preguntándose en voz alta quién cambiaría sus ideales si estuviera encarcelado. Pero también ha advertido al separatismo de que los partidarios de la unión tampoco están dispuestos a renunciar a los suyos. El Gobierno, ha añadido en otro momento de su intervención, «cree en la unidad de España» pero también en la de todos sus «pueblos» y está «orgulloso de la diversidad» del país.
En un discurso excesivamente dulce, que bien podría haber firmado el actual ministro de Política Territorial y líder del PSC, Miquel Iceta, Sánchez ha hecho numerosas referencias a la concordia vinculada a lo que se hace «con corazón«. También al afecto y, sobre todo, a la Constitución que, ha recordado, fue «una expresión de amistad cívica» y no «un simple contrato». «Es más poderosa la unión que se basa en el respeto, el sentimiento y el afecto», ha asegurado también.
Indultos legítimos y constitucionales
Los indultos se otorgarán porque el Gobierno considera que son útiles para recuperar «la convivencia». Sánchez, además, ha dejado claro a aquellos que los rechazan que se trata de una figura jurídica regulada en España desde 1870 y recogida por la Constitución. Por ello, ha pedido «a todos» que «reconozcan su plena legitimidad y su absoluta constitucionalidad».
Reiniciar el camino, propiciar el reencuentro y superar las crisis provocadas por el procés y por la pandemia del COVID-19 son también las bases de unos indultos que el presidente ha comprobado que no cuentan con el respaldo del separatismo más radical. A las puertas del Liceu se han concentrado cientos de ultras exigiendo «amnistía» e «independencia». Dentro del histórico teatro, puesto como ejemplo de colaboración y concordia por Sánchez, el presidente ha sido también abucheado y ha escuchado consignas a favor de la ruptura. Ha sido el único momento de su discurso en el que ha dejado de sonreír y ha advertido de que si bien comprende «las razones» de los discrepantes, entiende «aún más» las de quienes, tanto en Cataluña como en España, no creen que el perdón del Estado sea el camino adecuado.
PSOE y ERC, un acuerdo sólido
Así las cosas, si algo ha evidenciado el discurso de Pedro Sánchez en Barcelona es que PSOE y ERC mantienen un acuerdo mucho más sólido que el de los republicanos con Junts al frente de la Generalitat. Los indultos son un primer paso (el de la mesa de diálogo quedó paralizado por la pandemia) no solo para la resolución del conflicto creado por el separatismo sino para una reorganización del mapa político catalán. Buena prueba de ello es que Sánchez no ha hecho ni la más mínima mención al fugado Carles Puigdemont, al que los suyos consideran exiliado pero que, a diferencia de los condenados, no ha rendido cuentas ante la Justicia a pesar de ser el líder absoluto de la intentona golpista de 2017.
Los nueve condenados por el otoño caliente de 2017 volverán a sus casas en breve. Si el indulto es parcial, ocuparán seguramente puestos relevantes en sus respectivos partidos pero sin la posibilidad de acceder a cargos públicos. ERC seguiría condicionada por el fugado Puigdemont desde Waterloo y obligada en poco tiempo a renunciar al diálogo con el Estado si Pere Aragonés desea mantenerse al frente de la Generalitat. Si el perdón es total, son muchos los que apuestan por un Oriol Junqueras al frente de la Generalitat, aparcando para un mejor momento cualquier intento de independencia y gobernando como «el hombre bueno» que dice ser. Algo que acabaría de una vez por todas con la ultraderecha y la derecha separatistas herederas de la Convergència del 3% y agrupadas en Junts. Habrá que esperar al Consejo de Ministros para saber cuál de las dos opciones se impondrá.