Octubre de 2016 fue un mes convulso para los socialistas españoles. El día 1, tras un Comité Federal con intento de pucherazo incluido, Pedro Sánchez se ve obligado a dimitir como secretario general. El 29 de ese mismo mes entregaría su acta de diputado para evitar abstenerse en la cuarta votación de investidura de Mariano Rajoy.
Entre ese día y mayo de 2017, en el que gana las primarias a Susana Díaz y vuelve a ser elegido máximo dirigente nacional del Partido Socialista, Sánchez recurre a una especie de viaje iniciático con reuniones por diversas agrupaciones socialistas en todo el país. Durante esos meses se configuró la muerte del socialismo español y el nacimiento de lo que hoy conocemos como Sanchismo.
Un hombre resultó clave para Pedro Sánchez durante esa transición personal y de principios: Miquel Iceta. Iceta, secretario general de los socialistas catalanes desde 2014, fue ponente de la reforma del actual Estatuto de Autonomía de Cataluña, génesis de todos los conflictos que desembocaron en el desastre del 1 de octubre de 2017.
Entre octubre de 2016 y mayo de 2017 se configuró la muerte del socialismo español y el nacimiento de lo que hoy conocemos como Sanchismo. Un hombre resultó clave para Pedro Sánchez durante esa transición personal y de principios: Miquel Iceta
El dirigente catalán fue el principal apoyo de un Sánchez en retirada durante el otoño de 2016 y la primavera de 2017, y el que le convenció sobre cómo resolver el problema catalán (que él mismo ayudó a construir). Por aquel entonces, su hoja de ruta —veremos que Iceta siempre tiene una distinta— para resolver el conflicto entre España y una parte de los ciudadanos catalanes, incluía, cómo no, mayor financiación autonómica por ley y reforma federal de la Constitución.
El que decía, antes del 1 de octubre, que ese día «haría una paella» y no acudiría a votar en el falso referéndum independentista, descubrió tras esa fecha una nueva hoja de ruta. Ya no valía la España federal asimétrica, ahora era necesaria «una negociación, que debe culminar en un pacto que debe incluir el instrumento que permita votar a los catalanes con todas las garantías». Es decir, los catalanes deben votar, sí o sí, sobre su futuro y el de todos. La opinión del resto de españoles ya no es imprescindible y no hay nada innegociable, ni siquiera un referéndum de autodeterminación, si es pactado. Por cierto, en aquellas declaraciones, fue el primero en anticipar una moción de censura a Rajoy con el resto de fuerzas de la izquierda.
A finales de ese mismo año, durante la campaña electoral de las catalanas del 21D, Miquel Iceta volvió a sorprender a propios y extraños y pidió «el indulto de los encarcelados si hay sentencia condenatoria». Antes de celebrarse el juicio que llevaría a prisión a Junqueras y el resto de políticos que desafiaron al Estado y quebrantaron todas las leyes, incluido su propio Estatuto de Autonomía.
Para finales de 2019, durante el congreso de los socialistas catalanes, y antes de la investidura de Sánchez, incluye en su nueva hoja de ruta —otra más— la mesa de diálogo entre Generalitat y Gobierno de España. Mesa de dialogo entre iguales, según Iceta, en la que deben fijarse las bases de una reforma constitucional para la celebración de un referéndum en Cataluña.
Hay quienes quieren ver en Iván Redondo al Rasputín de Sánchez. Al muñidor de oscuros pactos y secretos de Moncloa. Hay que decir que, al menos en lo tocante a Cataluña, solo hay que mirar el rastro de migas de pan que deja Iceta a su paso, para vislumbrar el camino que seguirá el presidente del Gobierno.
Hay quienes quieren ver en Iván Redondo al Rasputín de Sánchez. Al muñidor de oscuros pactos y secretos de Moncloa. Hay que decir que, al menos en lo tocante a Cataluña, solo hay que mirar el rastro de migas de pan que deja Iceta a su paso, para vislumbrar el camino que seguirá el presidente del Gobierno
Habrá pues indultos, mesa de negociación con la consideración de iguales entre Generalitat y Gobierno de la Nación y, seguramente, nuevo Estatuto de Autonomía y consulta sobre autodeterminación. Esa es la nueva hoja de ruta de Iceta y será la que siga Sánchez al pie de la letra.
Da igual lo que diga el Tribunal Supremo, el 80% de los españoles consultados, o incluso más del 72% de los votantes del PSOE. Da igual lo que digan el resto de partidos constitucionalistas. Da igual lo que dijera el propio Pedro Sánchez, Carmen Calvo, o María Jesús Montero, en 2019, oponiéndose a esta idea.
No importa si los indultos suponen una humillación a todos los españoles que cumplimos la ley, no importa si, además, no solucionan nada, o dan la razón a quienes rompieron la convivencia en Cataluña. Incluso no importa si es contraria a Derecho.
Para Pedro Sánchez solo importan las palabras de quien le acogió en su noche más oscura. Quien le mostró el camino de la moción de censura, de la gobernabilidad del país con sus pactos independentistas y ahora, de una mesa de diálogo para mantenerse en el poder.
Para Pedro Sánchez solo importan las palabras de quien le acogió en su noche más oscura. Quien le mostró el camino de la moción de censura, de la gobernabilidad del país con sus pactos independentistas y ahora, de una mesa de diálogo para mantenerse en el poder.
Entre la palabra dada al colega que le permitió llegar a presidente del Gobierno y el sentido de Estado y la salud de la nación española, Sánchez elije al colega. Para que luego digan que no tiene palabra.