Aún no se han puesto a gobernar y ya están discrepando en público. La réplica de Jordi Sànchez al artículo de Oriol Junqueras del lunes llegó al día siguiente en el mismo diario Ara: El 1 de Octubre no fue un error:
«La carta firmada por Junqueras dibuja un terreno de juego que limita la capacidad de acción del president en el liderazgo que se espera de él. No es bueno para la institución de la Generalitat que un ex vicepresidente quiera tutelar al actual president, pero en todo caso hay que dejar claro que la decisión personal expresada en una carta no tiene fuerza para modificar el acuerdo de legislatura entre ERC y Junts».
Llamarlo carta es una sutil manera de quitarle importancia. Pero Junqueras sigue siendo presidente de ERC, y alguna importancia deben tener sus palabras. Afirmar que son insuficientes para modificar el acuerdo de coalición es una manera de decir que otras declaraciones podrían llegar a serlo. Y acusarle de querer tutelar la presidencia de Pere Aragonès parece una broma después de haber sufrido la presidencia de Quim Torra, tan condicionada y tan subordinada que ni siquiera llegó a instalarse en el despacho oficial del presidente.
Según Josep Martí Blanch, en La Vanguardia —Tengo una carta para ti—, se trata de «un ensayo forzoso, a la par que amateur, de la manera de hacer de los vascos: el gobierno gobierna, pero más allá de las cosas del comer, quien manda de verdad está en el partido». Y añade que «un ejecutivo tutelado no tiene por qué ser nada malo. Depende de la calidad de los alumnos y del saber hacer de los tutores».
Error de apreciación: un ejecutivo tutelado sí es algo malo. Aunque aquí cualquier gobierno concebible va a estar relativamente tutelado por la Unión Europea, más vale que los titulares de las carteras no estén supeditados a líderes remotos ni a estados mayores ocultos. En cuanto a la calidad de los alumnos, todo el mundo sabe que es escasa —el «gobierno de los mejores» que Àrtur Mas prometió en su momento no llegó nunca—, y el saber de los maestros, no irá más allá de lo ya demostrado por su trayectoria.
La herencia del 1 de octubre
Volviendo a Jordi Sànchez, lo que le preocupa sobre todo son «los giros de guión y algunas afirmaciones que de facto significan una revisión radical de aspectos esenciales del pasado reciente del independentismo». Estamos en lo de siempre. ERC y JxCat ya gobernaban en coalición en la legislatura anterior, y después de las elecciones de febrero han estado negociando casi hasta el último momento: ¿cómo puede haber sorpresas y giros de guión?
Sànchez no cree que «el 1 de Octubre fuese un error», «menos aún un acto ilegítimo», «y difícilmente habrá mejor embate para ganar la independencia que una urna y una papeleta. Bien, pero ¿ha llegado a concebir Sànchez, o el partido que representa, otro tipo de embate? Porque, si es así, ¿qué queda para debatir y negociar?
Refiriéndose a los no independentistas, afirma que «tenemos que trabajar para incorporar ese sector de la ciudadanía a una solución democrática», pero que «no podemos quedar atrapados en el imaginario de que sólo cuando el 100% de la población encuentre legítimo el ejercicio de autodeterminación este se podrá llevar a cabo».
Lo primero vendría a ser la postura de ERC; lo segundo, la de JxCat. Pero ambos coinciden en entender el referéndum, pactado o no, como la meta, la superacion de un conflicto. Nunca ha sido así. Los referéndum sirven para sancionar un acuerdo, un texto legal, una situación de hecho a la que se ha llegado; no para abrir la puerta a un mundo desconocido.
El desafío que tienen los independentistas no es convencer a una mayoría suficiente de la población de que hay que convocar otro referéndum sino convencerla de las bondades de la independencia y de la república que tienen en mente. El apoyo obtenido hasta ahora, más o menos la mitad de los votantes, es más por un anhelo que por un proyecto nunca concretado y lleno de contradicciones.
Unilaterales o no, esa es la cuestión
De Junqueras se ha destacado estos días su renuncia a la unilateralidad. En Vilaweb, repasan su trayectoria: El dia que Esquerra va deixar de desitjar públicament la unilateralitat.
En 2012 declaraba: «Estamos convencidos de que negociar con el Estado español no tiene ningún sentido, porque España siempre incumple todos los acuerdos a los que llega, no es de fiar.»
En octubre de 2017 se realizó el referéndum, «pero la ley que preveía la proclamación de la independencia cuarenta y ocho horas más tarde se incumplió», y «cuando Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones autonómicas, ERC se opuso».
Actualmente, las líneas maestras de Junqueras se resumen así: «La unilateralidad no es deseable, hay que ser más gente, hay que incluir a todos y hay que negociar y buscar el acuerdo a pesar de que el interlocutor se oponga frontalmente.»
Sànchez cree que lo del referéndum de 2017 no fue un error, pero viene a decir que fue un espejismo: «Soy de quienes creen que el 1 de Octubre fue concebido más para forzar al gobierno español a abrir una vía de diálogo y negociación para lograr un referéndum acordado que para proclamar efectivamente la independencia.»
Lástima que la gente fue a votar con la idea inculcada que aquello tendría consecuencias, y que el gobierno convocante realmente acabó proclamando la independencia —aún hay en Waterloo una Casa de la República que lo certifica—. Aunque los hechos ya lo han demostrado sobradamente, estaría bien que Sànchez, o quien sea, se dirija solemnemente a los ciudadanos y les diga: Os convocamos a votar por la independencia de Cataluña, pero pensando sólo en negociar algo con el gobierno español.
¿Error o jugada maestra?
Vicent Partal lee la cartilla a Jordi Sànchez:
«Decir en un mismo artículo periodístico que el Primero de Octubre no fue un error y afirmar inmediatamente después que tú crees que en realidad el referéndum no era para hacer la independencia es, ciertamente, extraño. Profundamente incoherente. Porque si el Primero de Octubre nos llevó a declarar la independencia, como efectivamente nos llevó, pero en realidad quienes lo impulsaron, y Jordi Sànchez era de los más importantes, no creían que fuera ésta su función, entonces la lógica más elemental obliga a reconocer que el Primero de Octubre sí fue un error. Porque nos llevó adonde sus impulsores no querían que fuésemos.»
La lógica más elemental obliga a considerar que nos mintieron. Y es difícilmente matizable la confesión de Sànchez: cuando dije independencia, pensaba negociación. La mentira no es nada excepcional en los políticos, pero cuanto mayor es la apuesta, más grave es la responsabilidad y mayor la frustración que genera, o debería generar, en los fieles, en la medida que perciban el disparate.
Partal, muy disgustado, pregunta «¿cuántos y quiénes fueron los que propusieron el referéndum, no como un referéndum de independencia, sino como una operación para asustar a Mariano Rajoy y nada más? ¿Dónde lo hicieron, y cómo? Quiénes eran los cómplices?»
«Lo sabía esto, y lo aprobaba, el presidente Puigdemont? ¿Lo sabía esto, y lo aprobaba, el vicepresidente Junqueras? ¿Lo sabía esto, y lo aprobaba, Jordi Cuixart, presente en el llamado “estado mayor”? Porque, si no, cuando Jordi Sánchez dice que es uno “de quienes creen…” a quiénes se refiere?»
Y como buen comisario político, tiene memoria: «No recuerdo a nadie, nunca, que me dijera que aquello no era para “proclamar efectivamente la independencia” sino para “forzar al gobierno español a abrir una vía de diálogo y negociación”.»
Podría ser, es una hipótesis, que muchos lo pensaran y nadie lo dijera, inmersos como estaban en una competición por ver quién era más independentista y más unilateralista. Como en el cuento del emperador desnudo, había una mentira compartida y nadie quiso ser el primero en decir la verdad.
El estrés que no cesa
Jordi Sánchez culmina su artículo con esta afirmación, que es más un deseo que otra cosa: «La sociedad catalana es madura. A pesar del estrés vivido desde el otoño del 2017, no se ha fracturado entre catalanes independentistas y no independentistas. Quién diga lo contrario miente o hace el juego a aquellos que mienten.»
Pues sí, la sociedad se ha fracturado, no irreversiblemente pero se ha fracturado. Que la inmensa mayoría de los ciudadanos, independentistas y no independentistas, sean lo bastante cuerdos para no tensar más la situación no ha de impedir a nadie, y menos a los altos responsables políticos, como Jordi Sànchez, reconocer los daños causados e intentar repararlos.
También hay una fractura, tal vez insalvable, dentro del campo independentista. Y eso a pesar de ostentar el gobierno de la administración autonómica y buena parte de la local. El poder desgasta, sobre todo a quien no lo tiene, decía Andreotti. Pues viendo el desgaste que padecen los independentistas mientras aún tienen el poder, da miedo pensar qué pasará cuando no lo tengan.