ECOS INDEPENDENTISTAS | Junqueras renuncia a la unilateralidad

El líder de ERC, Oriol Junqueras, en el centro de la imagen. EP.

Joan Coscubiela nos cuenta qué hay detrás de la reiterada frase «Ho tornarem a fer»: «No es sólo ni principalmente una reafirmación política del independentismo. Se utiliza como una declaración placebo con la que ocultar que en realidad sí se ha renunciado a volver a hacerlo, a la vía unilateral. Una renuncia que se ha expresado de la manera más nítida posible, con hechos, que es lo que en verdad importa.»

Desde luego los hechos avalan esta interpretación. Al menos por lo que respecta a los cargos políticos, está claro que en los últimos tres años y medio no ha habido más disidencia que la meramente retórica ni más desobediencia que la que Quim Torra protagonizó tan inútilmente con su pancarta.

En cuanto a las palabras, ciertamente se suceden los «juegos semánticos florales»: por una parte se apela al «mandato democrático del 1 de octubre» y por otra se pretende un referéndum pactado; se habla de «la República Catalana y del Gobierno de la Generalitat republicana mientras el nombramiento de Pere Aragonès lleva la firma de Felipe VI».

Según Coscubiela, «esta actitud puede considerarse un error político, que dificulta la salida del conflicto, pero nunca puede ser un obstáculo jurídico para la concesión de los indultos. Hechos y no palabras son lo que cuenta.» El problema, que no menciona, es que todo este tiempo ha estado lleno de incidentes a los que el gobierno catalán no ha sido ajeno, aunque sólo fuese por omisión.

A nivel de responsabilidad jurídica, no es lo mismo volverlo a hacer que preparar el terreno para que otros lo hagan, pero a nivel de responsabilidad política no hay mucha diferencia. Esto es lo que impide ver los indultos como un retorno automático a la normalidad.

A nivel de responsabilidad jurídica, no es lo mismo volverlo a hacer que preparar el terreno para que otros lo hagan, pero a nivel de responsabilidad política no hay mucha diferencia. Esto es lo que impide ver los indultos como un retorno automático a la normalidad

Coscubiela apuesta por intentarlo, pero pone el dedo en la llaga al afirmar lo siguiente: «Para que el uso del derecho de gracia tenga los efectos perseguidos, se requiere de un compromiso compartido con la concordia. Y para ello se precisa un reconocimiento del dolor causado, en y por todas las partes

En estos tiempos, se abusa mucho de las declaraciones solemnes de perdón con palabras vacias. En este caso, más que un reconocimiento formal de los errores cometidos por el movimiento independentista, se trataría de demostrar en el día a día que no se reincidirá en dinámicas que incitan al enfrentamiento civil.

La vía escocesa

Para disipar la desconfianza, Oriol Junqueras publica el día 7 en el diario Ara un artículo titulado Mirando al futuro, en el que mantiene que «tenemos derecho a gobernarnos con las mismas herramientas que cualquier estado» e insiste en que «tres cuartas partes de la ciudadanía de Catalunya defienden que la solución al conflicto político existente se tiene que resolver votando, con un referéndum». 

No especifica de dónde sale ese 3/4, debe ser la actualización de aquel 80% a favor del derecho a decidir con el que nos llevaron al referéndum ilegal en 2017. Entonces Junqueras se hartó de decir que «votaríamos como siempre», a pesar de haber sido declarado ilegal. Ahora afirma que «la mejor vía para hacerlo, como siempre hemos defendido, es la vía escocesa» —¿cuánto tiempo dura un «siempre» en boca de un político?—.

El compromiso actual con «la vía del pacto y el acuerdo, la vía del referéndum acordado», queda bien manifestado. También su justificación: «Es la opción que genera más garantías y reconocimiento internacional inmediato.» ¿Hemos dilapidado más de una década para llegar a este descubrimiento? Si llegara a plantearse en España algo parecido a la disolución pacífica de la unión entre Noruega y Suecia que se produjo en 1905, las instancias internacionales no tendrían más remedio que aceptar la nueva realidad; pero eso ya lo sabíamos desde siempre.

Junqueras, si también lo sabía, decía otra cosa. Como en 2014, cuando afirmaba que la independencia «será cosa de año y medio» y que «todo el mundo la reconocerá, aunque digan lo contrario»: Oriol Junqueras prevé proclamar la república catalana en 2016 como muy tarde.

También rechaza ahora explícitamente la unilateralidad, tan mitificada durante años: «Sabemos que otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo que hay que lograr.» ¿Serían deseables si, de hecho, nos acercaran aunque sólo fuera un poco al objetivo?

Es una declaración importante pero no suficiente para demostrar la lealtad necesaria para hacerse merecedor de un indulto. Una lealtad que no es nada del otro mundo, es la que manifiestan los representantes políticos cuando juran la Constitución.

La declaración de Junqueras es importante pero no suficiente para demostrar la lealtad necesaria para hacerse merecedor de un indulto

Además, Junqueras afirma que «la amnistía es nuestra prioridad para acabar con la persecución judicial. La cuestión no acaba ni con los exiliados ni con los presos y presas políticas, sino que hay que hacerla extensiva al resto de las 3.000 personas que sufren causas judiciales».

Reconocer que no hay una «persecución judicial» sino un Estado de derecho, y que entre esas 3.000 personas que tienen cuentas pendientes con la justicia hay de todo, hubiera sido una rectificación más significativa.

Ni 3.000 ni represaliados

Ya lo dijo Joaquín Luna en La Vanguardia, el día 1: Ni son 3.000 ni son «represaliados».

«La cifra incluye todas las personas contusionadas en todas las manifestaciones y todos los policías lesionados desde el 2017, de manera que los «represaliados» por cargas de los Mossos —cuerpo creado, formado y gestionado por la Genera­litat— son imputables a la represión «española». Y viceversa: los agentes policiales lesionados por los manifestantes independentistas son imputables ¡a España!»

No es lo mismo haber recibido una simple citación judicial «sin mayores consecuencias —el caso predominante entre los 700 ediles represaliados—» que estar imputado «por cortar la AP-7 y las vías del AVE, acciones que perjudicaron a miles de viajeros. ¡Y los represaliados son ahora los que les jodieron el viaje!»

Intentar meter a todo el mundo en el mismo saco y pedir la amnistía general se puede entender sólo como un intento de tranquilizar a las bases, siempre prontas a desautorizar como «botiflers» a sus dirigentes; pero se ve enseguida que hay actuaciones muy distintas a juzgar.

Intentar meter a todo el mundo en el mismo saco y pedir la amnistía general se puede entender sólo como un intento de tranquilizar a las bases, siempre prontas a desautorizar como «botiflers» a sus dirigentes; pero se ve enseguida que hay actuaciones muy distintas a juzgar

Pesimismo en la corte imperial

Como era de esperar, esta política aparentemente conciliadora es rechazada enérgicamente por el independentismo insurreccional. Su portavoz más hábil en la argumentación, Vicent Partal, afirma en Junqueras que el artículo Mirando al futuro «saludaba la visita y el aquelarre constitucionalista» con que «el presidente de la «Generalitat republicana» rendía homenaje, ni más ni menos, que al conde de Godó, el dueño de La Vanguardia, el diario mimado por todas las Generalidades anteriores (…) jugando en casa del unionista Fomento del Trabajo y del brazo —ay, madre— de Sánchez Llibre».

Partal reincide en su excelsa valoración del significado histórico del frustrado referéndum de 2017: «Superando la visión patrimonialista [de Cataluña] y con el encargo compartido de construir un país independiente, el Primero de Octubre ha puesto en pie un proyecto democrático, radicalmente democrático, en el que no unos cuantos sino la mayoría más amplia nos supimos —haciéndolo realidad— dueños de nuestro destino por primera vez.» Esa «mayoría más amplia» consistió en 2.044.038 votantes de un total de 5.313.564 ciudadanos convocados, según los datos ofrecidos por la Generalitat.

Y, una vez más, «da la sensación de que todo se acelerará mucho estos meses próximos. De modo que ya os podeis agarrar bien fuerte, que veremos que sucederán cosas extraordinarias en una dirección y en otra, en la de las renuncias, cada vez más aceleradas, y en la de la consolidación de la legitimidad del Primero de Octubre y el acorralamiento de la violenta reacción española».

En su editorial inmediatamente anterior a éste, Partal anunciaba: «Una combinación de factores y acontecimientos han provocado un cambio de humor repentino y bien visible en el conflicto entre Cataluña y España. El regreso inesperado de la inmunidad a los tres eurodiputados de Junts y la aprobación, por el momento sólo en comisión, pero ya de manera muy clara, del informe del Consejo de Europa que exige la liberación de los prisioneros y el fin de toda forma de represión contra el Primero de Octubre han originado un auténtico descalabro emocional, especialmente en Madrid. Están abatidos. De repente el pesimismo se ha apoderado de la corte imperial. El pesimismo, la sensación de derrota y los nervios, estos últimos poco disimulados, ya.» O sea: «burgueses, os quedan pocos meses», como repitieron durante muchos años algunos revolucionarios marginales.

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  1. El voto de Lérida vale casi 3 veces que en Santa Coloma de Gramanet. TENÉIS UN 26% DEL CENSO (UNA PERSONA UN VOTO)EN LAS «PLEBISCITARIAS» DEL 14-F.
    El separatismo ha perdido el 30% (casi 1 de cada 3) de los votos que obtuvo en 2017: de 2.079.000 a 1.456.000, més de 623.000 catalans han dit adéu al prusés, la secesión ya no les ilusiona, no ven necesario movilizarse.En 2019 hubo cuatro elecciones en Cataluña y , en todas, el separatismo perdió más de 300 mil votos.Por cierto, no había COVID .

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