Un comando itinerante de Arran se personó en la residencia de Pilar Rahola en Cadaqués y ensució el muro circundante con pintadas acusadoras. Hay testimonio visual aportado por los mismos responsables, el 31 de mayo: tweet.
Arran es una de las organizaciones constitutivas de la CUP, concretamente se considera el brazo juvenil del partido Endavant, al que pertenecen, por ejemplo, Eulàlia Reguant y Laia Estrada, diputadas del Parlamento en la presente legislatura.
La normalización de la política catalana requiere, entre otras cosas, preguntarse cómo un partido parlamentario puede estar relacionado con una cuadrilla de intimidadores y saboteadores sin sufrir ninguna consecuencia y sin que nadie se haga preguntas.
El Parlamento catalán ha dedicado muchas horas a debatir sobre cuestiones que escapan a sus competencias, pero nunca ha querido investigar el hilo que une ciertos escaños a determinados actos delictivos.
«La normalización de la política catalana requiere, entre otras cosas, preguntarse cómo un partido parlamentario puede estar relacionado con una cuadrilla de intimidadores y saboteadores sin sufrir ninguna consecuencia»
Se habla alegremente de «cordón sanitario» contra unos sin aportar prueba de ningún delito y nadie busca pruebas que bien podrían llevar a aislar a otros.
Cómplice de genocidio
Sorprende la escasa reacción de políticos e intelectuales ante la agresión y la amenaza. El pretexto es lo de menos. En este caso fue la eterna cuestión de Oriente Medio.
«Sorprende la escasa reacción de políticos e intelectuales ante la agresión y la amenaza»
Pilar Rahola ha sido acusada, mediante pintada a domicilio, de «cómplice del genocidio del pueblo palestino». Lo del genocidio es un tópico recurrente entre los defensores del terrorismo árabe que no necesita comentario: sería el único genocidio en la historia que provoca, año tras año, el constante aumento de la población.
El Triangle —Arran señala a Pilar Rahola—, simplificando en gran medida el asunto, afirma: «El conflicto entre Israel y Palestina es un factor de discordia principal en política internacional entre dos sectores del independentismo. Por un lado está el sector de la antigua Convergència, defensor de la postura de Israel, y de otro la izquierda independentista, particularmente la CUP, alineada con la causa palestina.»
«Lo del genocidio es un tópico recurrente entre los defensores del terrorismo árabe que no necesita comentario: sería el único genocidio en la historia que provoca, año tras año, el constante aumento de la población»
Mostafà Shaimi, en el Ara —L’ocupació de Palestina i el racisme europeu—, publica un artículo que es el perfecto resumen de los malentendidos que en Europa, y especialmente en Cataluña, se mantienen y se incentivan, desde las declaraciones oficiales hasta la mayoría de comentaristas:
«Desde su creación, el Estado de Israel ejerce formas de racismo que sufrieron las propias personas judías a lo largo de siglos en Europa y otros lugares. Paradójicamente, algunas formas de este racismo que aplica el Estado de Israel son propias del nazismo. La política de apartheid es estructural en el Estado de Israel y tiene forma de leyes. Algunas son leyes básicas que tienen carácter constitucional.»
Pero da la impresión que algunos no tienen bastantes medios de comunicación a su alcance ni escaños en las cámaras de representación para dar a conocer su punto de vista sobre uno de los conflictos existentes en el mundo, que tienen que enviar a pintores de aerosol para intimidar a los que no lo comparten.
Factor de desunión
Si esto es lo que sucede en Cataluña con un tema aparentemente menor, ¿qué pasaría ante cuestiones que nos atañen más de cerca? La independencia, sin ir más lejos.
Si se puede hablar hoy mismo de que hay una mayoría independentista en el Parlamento de 74 diputados es porque la propietaria de aquella casa de Cadaqués y los que han ido a ensuciarla comparten un gran objetivo estratégico. Al menos, eso quieren hacernos creer. A menudo es legítimo dudarlo, dudar que lo comparten y dudar que exista ese objetivo.
«Si esto es lo que sucede en Cataluña con un tema aparentemente menor, ¿qué pasaría ante cuestiones que nos atañen más de cerca? La independencia, sin ir más lejos»
No podemos olvidar que la llamada causa palestina es un tema unificador y emblemático de la izquierda global, pero sería de esperar que no se convirtiera en materia de enfrentamiento entre quienes están unidos desde hace años para desafiar al Estado español y derribar el llamado régimen del 197o.
Matar el pensamiento
Pilar Rahola, en su canal de Youtube —No me asustan los intolerantes. No me callarán—, recuerda que han intentado silenciar su voz muchas veces, «desde muchos ámbitos, creo que ningún partido se ha escapado».
Aprovecha para recordar que «en la época del poder más absoluto del pujolismo estuve permanentemente vetada en TV3 por mis planteamientos independentistas, cuando Convergència no era independentista» —¡cómo cambian los tiempos!— y se reafirma en sus posiciones: «Me he mantenido siempre, porque lo único que tengo en realidad es mi palabra y mis convicciones.»
«En la época del poder más absoluto del pujolismo estuve permanentemente vetada en TV3 por mis planteamientos independentistas, cuando Convergència no era independentista»
Pilar Rahola
Califica acertadamente el ataque a su casa como «un intento de matar socialmente el pensamiento o de matar mi pensamiento porque no les gusta», lo que viene a ser lo mismo. También lo es el paralelismo que establece entre la «extrema izquierda independentista» actual con el «fascismo de izquierdas que masacró a ciudadanos de Cataluña que eran republicanos pero que no pensaban lo mismo, ¿o no recordamos el mayo de 1937?», aunque el término es incorrecto.
En los años 30, en Cataluña no había fascistas de izquierda, y de derechas, pocos. Lo que sí había era anarquistas, socialistas revolucionarios y comunistas que intentaban aplicar su programa, que no tenía nada que ver con la democracia burguesa que denostaban. Y lo hacían a tiros, como en muchos otros lugares de Europa.
No fue sólo en mayo de 1937 —un episodio de guerra civil interna dentro de uno de los bandos de la guerra civil, en el que los comunistas se impusieron a los anarquistas—, fue durante todos aquellos aciagos años. La visión idílica de la II República que nos sirven los administradores actuales de la memoria histórica no resiste el más mínimo análisis.
Los de la CUP, como siempre, han hecho lo que saben hacer, que es con una mano apoyar un gobierno que debería devolvernos a una cierta estabilidad —ya que retomar la senda de la prosperidad no forma parte de su programa— y con la otra mantener encendidas las brasas del desorden. Que les comparen con los milicianos de barricada y saqueo que campaban en la Barcelona de los años 30 no hará más que enorgullecerlos.
«Los de la CUP, como siempre, han hecho lo que saben hacer, que es con una mano apoyar un gobierno que debería devolvernos a una cierta estabilidad y con la otra mantener encendidas las brasas del desorden«
Hace muy bien Rahola en mantenerse firme en sus convicciones, pero como, por desgracia, en España, quien siembra vientos republicanos acaba recogiendo tempestades revolucionarias, haría bien también en denunciar más alto y más claro la facilidad con que buena parte de las izquierdas actuales consiguen parecerse todavía, o de nuevo, al fascismo italiano de los años 20. Y no sólo, ni mucho menos, en cuestiones referentes a Oriente medio.