La eurodiputada Clara Ponsatí, que fue consejera de Educación en el gobierno que proclamó la independencia en 2017, se descolgó un día diciendo que «íbamos de farol», como si la cosa no fuera con ella, como si se hubiese enterado más tarde, como si el gobierno de la Generalitat no fuera un órgano colegiado.
Con el mismo aire de despiste, que tan bien preparado lleva, ahora, en declaraciones al programa de TV3 Tot es mou, afirma que «cuando se repite el eslogan de “lo volveremos a hacer”, no se sabe bien qué quiere decir». Pues debe ser la única.
Todo el mundo entiende qué significa volverlo a hacer. No se trata de hacer algo nuevo, distinto, original, sino de hacer lo mismo. Lo que pasa es que nadie cree que estén en condiciones de intentarlo en un futuro próximo. Ponsatí parece dudar incluso que quieran intentarlo.
Todo el mundo entiende qué significa volverlo a hacer. No se trata de hacer algo nuevo, distinto, original, sino de hacer lo mismo. Lo que pasa es que nadie cree que estén en condiciones de intentarlo en un futuro próximo
Hijos de Caín
Hablando de los anunciados indultos, Enric Vila, en el Nacional —Hijos de Caín— advierte que, «con la complicidad de los partidos catalanes, las oligarquías intentan socializar sus corruptelas y convertir a todo el mundo en un hijo de Caín». Obsérvese la descalificación moral de todos los que, desde distintas posiciones, comparten el interés por la estabilidad económica y el rechazo de las quimeras políticas.
«Cuando Jordi Sànchez dice que si la Moncloa es valiente, los presos no fallarán, quiere decir que la Generalitat no volverá a permitir que se produzca un desbordamiento de libertad civil como el que llevó a las consultas de 2009.» Es una interpretación muy libre, aunque en todo caso la Generalitat no permitió sino que impulsó las consultas y todo lo que vino después.
En realidad, lo que Jordi Sànchez dijo, en una entrevista en el Periódico el domingo 30 de mayo, y erigiéndose en portavoz de todos los presos, es que si Pedro Sánchez quiere «resolver el conflicto político», ellos también. Y, desde su punto de vista, «el conflicto se resuelve con la amnistía y el ejercicio del derecho a la autodeterminación (…) Y haremos lo posible por que la movilización ciudadana y el trabajo institucional nos lleven a ello».
O sea, lo mismo de siempre: queremos negociar, pero si no se aceptan nuestras posiciones, aquí tenemos unos amigos en la calle dispuestos a lo que haga falta.
Enric Vila no acepta este planteamiento ni como farol: «El objetivo del Sánchez español y del Sànchez catalán, si es que se puede hacer esta diferencia, es restaurar la sociovergencia a través de la corrupción moral (…) En CataluÑAa, la gente ha pasado de dar por sentado que con terroristas no se negocia a ver como los partidos mayoritarios quedaban en manos de políticos que dirían lo que fuera para poder salir de la prisión.»
Pues por ahora más bien dicen lo que sea para que el gobierno no encuentre «razones de utilidad pública» en conceder los indultos. Bien puede ser que en privado digan lo contrario.
Suicidio electoral
Hablar de indultos mientras se mantiene la incertidumbre sobre la actitud que adoptarán los beneficiados cuando salgan es un riesgo, seguramente calculado, pero un riesgo considerable. Carles Castro, en La Vanguardia, demuestra sin lugar a dudas que el indulto se paga en votos: «Ante un rechazo que alcanza como mínimo al 60% de los españoles, aprobar medidas de gracia supone arriesgarse a un auténtico suicidio electoral», con el agravante que los electores socialistas comparten claramente ese rechazo.
Hablar de indultos mientras se mantiene la incertidumbre sobre la actitud que adoptarán los beneficiados cuando salgan es un riesgo, seguramente calculado, pero un riesgo considerable.
«El problema del PSOE no es que su iniciativa de “pacificación y concordia” ponga en pie de guerra al centro y la derecha sociológicos», sino que «una pérdida del 10% de su electorado (casi tres puntos), en combinación con el ascenso del PP a costa de Ciudadanos, dejaría a Sánchez visiblemente por debajo de Casado».
Si se produce un vuelco electoral en las próximas generales, sin duda habrán influido otros factores, como la gestión del confinamiento, el aumento imparable de los impuestos, la política migratoria o las relaciones con Marruecos, pero desde luego el asunto de los indultos no ayuda al PSOE.
Además, «el contraste entre las posiciones dominantes en el conjunto de España y las que se registran en Cataluña —donde entre el 60% y el 70% de los consultados apoyaría la concesión del indulto— confirma el escaso margen en el que se mueve el Gobierno central».
Esperando una nueva ola
Los indultos, si llegan, no serán vistos por la población independentista como un punto final, ni mucho menos se traducirán en una ganancia significativa de votos para los socialistas.
Los indultos, si llegan, no serán vistos por la población independentista como un punto final, ni mucho menos se traducirán en una ganancia significativa de votos para los socialistas
En Vilaweb, Marta Rojals ve con inquietud que en la calle nadie habla de los indultos. Tampoco se está hablando mucho en la calle del Consell per la República, ni de la composición del nuevo gobierno de la Generalitat, ni de la bizarra interpretación del himno oficial en la toma de posesión de Pere Aragonès. Qué la vamos a hacer.
Lo que destacan en Vilaweb es que muchos fieles «han terminado hasta la coronilla de sus dirigentes: los encarcelados, los exiliados y los recién salidos de la inercia de las urnas»; pero no pierden la esperanza, ya que «lo que para España es la claudicación suprema, para Cataluña será un simple pie de página en la historia de su proceso de emancipación». Ven venir una «nueva ola de conversos a la causa indepe al estilo de 2012».
Cabe recordar que en 2012 los medios catalanes priorizaban la propaganda por encima de la información, rezumaban optimismo y marginaban a los aguafiestas que no compartían la magníficas hojas de ruta que se iban proponiendo.
Teníamos «derecho a decidir» —¿decidir qué? ¡todo!— y lo que decidiésemos nos sería reconocido en España y en el mundo entero. Pero ahora ya sabemos lo que significa «ir de la ley a la ley» —saltarse la ley y caer en el vacío— y no hay ningún motivo para pensar que la misma gente haya aprendido mejores trucos.
La esperanza del independentismo insurreccional reside en que las movilizaciones y la recogida de firmas contra los indultos en toda España demuestre la inutilidad de la política de diálogo y genere un malestar en Cataluña que propicie un nuevo intento.
La esperanza del independentismo insurreccional reside en que las movilizaciones y la recogida de firmas contra los indultos en toda España demuestre la inutilidad de la política de diálogo y genere un malestar en Cataluña que propicie un nuevo intento
Por eso Marta Rojals se posiciona claramente en contra de la cárcel y a favor del exilio, que viene a ser en estos momentos en contra de ERC y a favor de JxCat:
«En términos de coste-beneficio, el sometimiento de mis representantes a los tribunales españoles no me ha aportado nada. Yo quiero a los presos en casa, punto, que es donde deberían estar desde el primer día, pero a la vez considero que su sacrificio, hablo como independentista de calle, a mí no me ha servido de nada, ni individual ni colectivamente. En cambio, fuera de la camisa de fuerza del Estado español, sí siento que el sacrificio de los exiliados me sirve de algo.»
Básicamente, porque «la vía para salir de la prisión será una solución individual, y la vía para volver del exilio será colectiva». No necesariamente. El pasado marzo Meritxell Serret (ERC) volvió a España, se puso a disposicion del Tribunal Supremo, quedó en libertad y ya vuelve a ser diputada en el Parlamento de Cataluña. Desde luego, no sería tan sencillo en todos los casos. Hay diferentes responsabilidades a dilucidar y, sobre todo, diferentes actitudes ante el futuro.
El voto de Lérida vale casi 3 veces que en Santa Coloma de Gramanet. TENÉIS UN 26% DEL CENSO (UNA PERSONA UN VOTO)EN LAS «PLEBISCITARIAS» DEL 14-F.