Pocos pueden creer en Cataluña que la legislatura que acaba de comenzar bajo la presidencia del republicano Pere Aragonés vaya a ser tranquila. Y no porque teman que la crisis provocada por el COVID-19 vaya a afectar profundamente a la sociedad catalana o porque la otrora llamada nueva normalidad vaya a significar realmente que algo ha cambiado gracias al virus. La constatación de que la serenidad no será la nota predominante está en la constatación de cómo desde el partido de Carles Puigdemont intentan a toda costa reventar el Govern de ERC, aun siendo socios.
El socialista Salvador Illa ha sido el más contundente a la hora de diagnosticar en las últimas semanas que el pacto de los republicanos con la posconvergencia es un fracaso desde antes de ponerse en marcha. Y es que la pasada legislatura fue un desastre no solo por la pandemia sino, precisamente, por el elevado grado de enfrentamiento existente entre ERC y JxCat. Un enfrentamiento que, todo hay que decirlo, se atizaba de forma constante desde el partido de Puigdemont frente a una ERC que permanecía pasiva ante los ataques.
Poco más de dos semanas después de que Aragonés se haya convertido en el supuesto 132 presidente de la Generalitat (realmente sería el octavo), las redes digitales de JxCat son un hervidero de críticas y mofas contra el nuevo presidente. No se han salvado ni su esposa, Janina Juli, ni su hija.
Los muertos del abuelo franquista
A muchos les ha interesado rescatar en estos momentos, por otro lado, el pasado franquista de la familia del presidente autonómico, recuperando, por ejemplo, la esquela con la que su abuelo, José Aragonés, último alcalde franquista de Pineda de Mar, lamentaba el asesinato del almirante Carrero Blanco en un atentado de ETA.
Hay quienes, además, no han dudado en filtrar a los medios escándalos como el derrumbe del Taurus, un hotel de la familia Aragonés en 1962. Una tragedia en la que perdieron la vida nada menos que 18 trabajadores y que no tuvo consecuencias penales.
Acoso al president
Lo cierto, finalmente, es que el acoso posconvergente a Aragonés se ha convertido en la norma. Así se puede observar en Twitter, donde el CM del presidente no da abasto a la hora de bloquear a trolls de cuyos perfiles se deduce fácilmente que se sienten más cercanos a Puigdemont que al hoy presidente. Independentistas anónimos que no dudan en criticar cualquier decisión o declaración del republicano por nimia que sea. En un momento en el que Twitter se ha convertido en una caja de resonancia que condiciona la agenda política es fácil concluir que desde la derecha y la ultraderecha separatistas no están dispuestos a facilitar la gestión de la Generalitat por parte de ERC. Lograr la investidura ha sido una batalla, pero la guerra por la hegemonía del independentismo, visto lo visto, no está acabada.