Que no lo expliquen, que es peor (para ellos)

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i) y el portavoz de Esquerra Republicana (ERC) en el Congreso, Gabriel Rufián Foto: Europa Press

Son muy reconocibles esos políticos que todavía gozan de las mieles del coche oficial —«la erótica del poder»— pero ya han emprendido la cuesta abajo. Y es que a las primeras de cambio te sueltan ese latiguillo de «¡qué bien lo estamos haciendo! ¡pena que no nos sepamos explicar!». Cuando uno escucha esa cantinela, ya sabe lo que le espera fatalmente a su interlocutor: el trayecto será más o menos largo, pero termina conduciendo al Hades, de donde no lo va a sacar ni el mismísimo Orfeo. Alea jacta est.

No hace falta añadir que la manera de argumentar de los que se encuentran en esos escenarios declinantes —«trabajo con un standard X, pero mi capacidad de transmisión de relatos está a un nivel menor que X»— puede responder a la realidad, o incluso suele hacerlo. De la decadencia forma parte del hecho tozudo de que, cuando se tratan de justificar las decisiones (más o menos felices, que ya es otra cosa), sucede —una suerte de maldición bíblica— que la lengua se traba o incluso los cables se cruzan. Habría que decirles, con todo cariño, eso con lo que se intenta consolar a los que están en las últimas: «no corras, que es peor».

La reflexión anterior —un puro testimonio notarial— se ajusta perfectamente al espectáculo que estamos contemplando en relación con los indultos que el Gobierno quiere perpetrar en favor de los golpistas (y xenófobos y supremacistas) catalanes. La decisión es, en sí misma, difícilmente digerible para cualquier cristiano, pero resulta aún más indiscutible que las justificaciones que se van ofreciendo —no queremos venganza ni revancha, la concordia y el entendimiento son valores constitucionales, es un asunto de convivencia, el problema es la deslealtad del PP, …— suenan mucho peor todavía, si cabe: agravan la fechoría, por así decirse. Se ha corrido la voz de que en los Ministerios anida un ejército de asesores en comunicación, encargados de ponerle el celofán a los productos, pero sucede que en este asunto lo están haciendo rematadamente mal. Y no será porque no anden los pobres estrujándose el magín. Hay veces que el marketing de la mercancía es (aún) más defectuoso que la propia mercancía.

Que el Gobierno haga lo que quiera (o lo que pueda), pero, por favor, que no lo intente justificar. Lo digo por su bien: hay veces que la verguenza ajena resulta insoportable

Cuando, en noviembre de 2019, el candidato Albert Rivera se dejó convencer por sus expertos de cabecera para salir con una perrita, los votantes que pensaban apoyarlo huyeron en tromba. Ahora no sabemos si al PSOE de los indultos le van quedando electores, pero, con los genios que se han buscado para cuidar su reputación —ni buscados con un candil—, lo lógico es augurar que el deterioro vaya a acelerarse: a la hora de meterse goles en propia puerta, se muestran auténticos pichichis. Diríase que son los bisnietos de los que asesoraron a Cornelia, la hija del rey Lear.

Que el Gobierno haga lo que quiera (o lo que pueda), pero, por favor, que no lo intente justificar. Lo digo por su bien: hay veces que la verguenza ajena resulta insoportable. Que vuelvan a hablar de berberechos, por favor. Disertando sobre bivalvos se les nota menos torpes.

En la película Bienvenido, Mr. Marshall, el primer edil de Villar del Río, encarnado por Pepe Isbert, salía al balcón al haber pasado de largo los americanos —es una escena memorable— para decir eso de «como Alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y os la voy a dar». ¡Qué grande era Berlanga! Pero ahora a los que están en el machito habría que rogarles encarecidamente justo lo contrario: no os expliquéis, por Dios, que es muchísimo peor. Por supuesto que luego la decisión del Consejo de Ministros de indultar tendrá que motivarse. Para redactar el texto hay que hilar muy fino. Pero ese representa otro oficio, el de los legistas. Nogaret, en la corte francesa de comienzos del siglo XIV, fue el maestro. A ver ahora los discípulos: les espera tajo.

Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz
Antonio Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz
Catedrático de derecho administrativo y abogado.

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