Politóloga, conferenciante internacional y autora de obras como Lo que todo revolucionario del siglo XXI tiene que saber (2018) o Capitalismo: un antídoto contra la pobreza (2020), la argentina Antonella Marty acaba de hacerse cargo de la edición de El manual liberal (Deusto 2021). El volumen, que reúne textos entre otros de Mario Vargas Llosa, Tom G. Palmer, Mauricio Rojas o la propia editora, trata de explicar a lo largo de casi 500 páginas en qué consiste el liberalismo político, económico y cultural, una doctrina que, recuerda Marty, «coloca al individuo en el centro de sus ambiciones» y constituye una «larga lucha contra la desigualdad ante la ley».
Pese a ser una filosofía tan influyente, mucha gente desconoce en qué consiste el liberalismo. ¿Nos lo explica usted?
El liberalismo va mucho más allá de basarse únicamente en libertades económicas que se refieren a la importante tarea de reducir la presión tributaria de un país, la reducción del gasto público, lo esencial de comerciar con el mundo, de tener mercados libres o de eliminar los terroríficos controles cambiarios o de precios. Lo mismo acontece con las libertades políticas: el liberalismo va mucho más allá de creer únicamente en la seguridad jurídica, la propiedad privada o en tener bien delineados los límites de quienes nos gobiernan. Todo esto es trascendental y vital, pero no es lo único que abarca el liberalismo.
«El liberalismo es una idea que despierta hostilidad porque está cimentada en la razón, algo que, como bien explicó Ayn Rand en el siglo pasado, es algo que a los dogmáticos, altruistas y colectivistas no les gusta para nada»
Nuestras ideas también están cimentadas, históricamente y desde sus inicios, en las libertades individuales que, podríamos decir, descansan en tres notables pilares: primero, que todos somos iguales ante la ley; segundo, que, como menciona siempre la fantástica economista Deirdre N. McCloskey, mi libertad de mover mis manos termina donde comienza la nariz del otro, es decir, la base del principio de no agresión; y, tercero, que mis libertades o derechos no terminan donde comienzan los sentimientos de los demás. El liberalismo es así, una filosofía política que defiende el derecho a la libertad de todos los individuos. El liberalismo, que permite la vida contractual, es lo que hace florecer la convivencia pacífica, donde nadie busca imponer su voluntad a otro y donde impera el respeto mutuo. La vida liberal es una vida regida por contratos voluntarios entre adultos, por eso, como dice Deirdre McCloskey, ser liberal es ser adulto.
Sostiene que ha coordinado este libro para —al igual que hizo Mario Vargas Llosa con La llamada de la tribu— defender el liberalismo de los ataques que recibe, provenientes de la izquierda y la derecha pero también de los nacionalismos y populismos. ¿Por qué es una doctrina que despierta tanta hostilidad?
Hoy algunos de los mayores enemigos de la libertad aparecen disfrazados de «amantes» o «defensores» de la libertad. El liberalismo es una idea que despierta hostilidad porque está cimentada en la razón, algo que, como bien explicó Ayn Rand en el siglo pasado, es algo que a los dogmáticos, altruistas y colectivistas no les gusta para nada. Es una idea que permite la liberación de la mente, que el individuo lleve al máximo su potencial a través del ejercicio de su libertad. Y eso, a muchos gobiernos, instituciones y seres humanos le molesta: la historia ha sido una puja entre colectivismo e individualismo. El colectivismo ha causado las grandes masacres sanguinarias de la historia, el individualismo ha logrado los mayores avances de la humanidad. El liberalismo responde a éste último y rechaza el primero.
¿Y qué opina de los que para desacreditar al liberalismo se refieren invariablemente a él como «neoliberalismo»?
Creo que aquellos que usan la palabra «neoliberalismo» demuestran una gran ignorancia y desconocimiento, así como aquellos que usan la palabra «liberprogre». Los primeros (quienes usan la palabra «neoliberal») han caído en un discurso de la izquierda que busca convertir al liberalismo en una mala palabra y además miente al asociar al liberalismo a políticas o gobiernos de los años noventa que nada tuvieron de liberales, por ende eso que llaman «neoliberalismo» es más bien «neomercantilismo». Los segundos (quienes usan la palabra «liberprogre») demuestran una absoluta ignorancia respecto de lo que significa ser liberal y dejan al descubierto sus ambiciones por imponer una moral a través del Estado o incluso muchos una religión, cayendo en el discurso de la derecha colectivista.
A su parecer, diferenciar el liberalismo del conservadurismo resulta hoy esencial. ¿En qué se distinguen?
El liberalismo está asazmente lejos del conservadurismo, de los movimientos nacionalistas o de aquello que se denomina «derecha». Por este motivo, insisto, celebro la labor de autoras como Gloria Álvarez a la hora de exponer la verdadera cara de un conservadurismo o colectivismo de derechas que se ha camuflado a lo largo de estas décadas y que es sumamente temeroso ante los cambios o ante todo lo nuevo que pueda poner en jaque su «modelo ideal» de revista de los años cincuenta. Tanto desde la izquierda como desde la derecha se ha buscado mediante el Estado y, por ende, la coerción, la imposición de lo que cada una de estas tendencias políticas entiende por la «buena sociedad» o el «buen modelo de vida».
«Los que usan la palabra «neoliberal» han caído en un discurso de la izquierda que busca convertir al liberalismo en una mala palabra y además miente al asociar al liberalismo a políticas o gobiernos de los años noventa que nada tuvieron de liberales, por ende eso que llaman «neoliberalismo» es más bien «neomercantilismo»»
Los liberales sostenemos una actitud abierta porque defendemos la sociedad libre, defendemos el orden espontáneo, y sostenemos que el cambio surge libremente como resultado de la evolución de las cosas. F. A. Hayek en su libro Los fundamentos de la libertad (1960) pormenoriza con extrema lucidez su postura antagónica al conservadurismo al escribir Por qué no soy conservador, donde remarca que es conveniente trazar una clara separación entre la filosofía que él mismo propugna y la que tradicionalmente defienden los conservadores. Lo mismo hace Ayn Rand en Conservadurismo: un obituario. El liberalismo no busca imponerte un modo de vivir tu vida, no te dice con quién acostarte y con quién no, qué consumir y qué no, qué hacer con tu cuerpo y qué no. El liberalismo te trata como adulto; el conservadurismo te trata como si fueras un niño. El conservador rechaza la razón, esa es razón suficiente para mostrar lo lejos que está del liberalismo.
En el libro, cita a Vox como paradigma de partido que no tiene «absolutamente nada de liberal». ¿Por qué es una formación tan incompatible con el liberalismo?
El caso de Vox en España se presenta como un fenómeno que forma parte de este auge de los colectivismos nacionalistas. Este partido detesta todo tipo de libertad: plantea la creación de un «Ministerio de la Familia», la aprobación de una ley para «proteger» lo que llaman la «familia natural», busca otorgar subsidios a las familias numerosas, se opone a la adopción homoparental, al matrimonio igualitario, está en contra de la legalización de las drogas, de la gestación subrogada, en contra de la eutanasia, del aborto y busca promover una España nacionalista, cerrada al comercio y en línea con la postura autoritaria de Viktor Orbán o Jaroslaw Kaczynski. Pero además de esto, ni siquiera pueden decirse «liberales en lo económico» (como les gusta definirse a los que suelen ser «colectivistas» o «fascistas» en todo lo demás): declarados enemigos de la globalización, se han pronunciado a favor de proteccionismo económico, de la «industria nacional».
«Rechazo el concepto de «batalla cultural», porque utilizar un concepto bélico para referirse a la cultura que es en realidad un orden espontáneo, me parece algo inapropiado»
También afirma que el liberalismo apuesta por la «libre competición entre culturas». ¿Qué opina, entonces, de la denominada «apropiación cultural», según la cual una cultura dominante no debe tomar elementos de otra minoritaria sin oprimirla?
Creo que cuando hay libre competencia de culturas (lo mismo que sucede con las ideas, con los individuos y con los bienes en el mercado) la tendencia es hacia la innovación, la evolución, el desarrollo humano y el progreso en su más amplio sentido. Creo que, al fin y al cabo, se trata de adoptar lo más beneficioso de cada momento histórico, de cada logro, de cada avance humano. Por eso rechazo el concepto de «batalla cultural», porque utilizar un concepto bélico para referirse a la cultura que es en realidad un orden espontáneo, me parece algo inapropiado. Los que hoy hablan de «batalla cultural» son los que buscan imponer un conjunto de valores por encima de otros y muchos quieren hacerlo a la fuerza, sin libre competencia de ideas, personas, bienes y culturas, por eso son tan hostiles a la inmigración, a la globalización y al comercio.
Ha contado con la colaboración del Premio Nobel Mario Vargas Llosa para uno de los capítulos. ¿Por qué se asocia más la figura del intelectual comprometido a escritores de izquierdas que a autores liberales como Vargas Llosa?
Pues ese es un tema que la autora ruso-norteamericana Ayn Rand desarrolló de una manera excepcional tanto en su libro Filosofía: ¿quién la necesita? como en El nuevo intelectual. El altruismo, que es la doctrina que exige que el ser humano viva para los demás y coloque a los otros sobre sí mismo, es lo que ha calado en el ambiente intelectual. Una mentalidad colectivista, dogmática, altruista, que reniega de la razón. Es la llamada «barbarie filosófica». Lamentablemente el mundo de las ideas se ha descuidado y hoy más que nunca debemos luchar contra la base epistemológica del altruismo: el irracionalismo.
«Desde sus orígenes, el feminismo, al igual que el abolicionismo, hace énfasis en un punto que es el corazón del liberalismo: la igualdad ante la ley»
El capítulo escrito por María Blanco lleva por título: A lo mejor eres feminista liberal y no lo sabes. ¿Le ocurre a muchos?
Le sucede a muchos. Eso también sucede por desconocimiento de lo que fueron los orígenes del movimiento feminista desde sus comienzos con autoras como Mary Wollstonecraft, por ejemplo. Desde sus orígenes, el feminismo, al igual que el abolicionismo, hace énfasis en un punto que es el corazón del liberalismo: la igualdad ante la ley. Ni cuotas, ni privilegios, ni más Estado, ni paternalismo. Lo que se pide es libertad e igualdad ante la ley sin distinción por tu sexo, tu género, tu color de piel, tus preferencias sexuales, tus orientaciones ideológicas, tu religión o lo que fuere: el liberalismo no discrimina.
El volumen también se niega que los países nórdicos sean socialistas.
Exactamente. Los países nórdicos son líderes en los rankings de libertad económica, libertad política, libertades individuales, derechos de propiedad, transparencia, globalización, libre mercado: todos factores de los que el socialismo reniega y contra los que la izquierda ha peleado desde sus inicios. Se trata de hechos. El socialismo busca siempre maquillarse y mentir, porque jamás en la historia ha existido un solo caso donde el socialismo haya funcionado: es una ideología fracasada, basada en la obligación, en la coerción, en la irracionalidad y que está en fuerte oposición a la naturaleza humana. No por nada los marxistas querían «un hombre nuevo».
Finalmente, en el epílogo, Deirdre Nansen McCloskey sostiene que el liberalismo es «adultismo». ¿En qué se basa?
Esto quiere decir que los gobiernos deben tratarnos como adultos. No como niños. Que el gobierno no puede decirnos cómo vivir nuestras vidas ni cómo debemos comportarnos. La socialdemocracia, el marxismo, el comunismo, la derecha, la izquierda, el conservadurismo y demás ideologías que requieren imponer una moral, un modo de vida a través de la fuerza y que aniquilan los vestigios de la racionalidad y la individualidad son las enemigas de la concepción del ser humano como un adulto que razona; por el contrario, aquellas ideologías buscan tratarnos como niños, obligándonos a creer y a no pensar por nosotros mismos, obligándonos a obedecer y a no actuar por nosotros mismos.
Excelente entrevista. Abre la puerta a profundizar lecturas de autores/as liberales. Me intereso la idea de revisar el concepto clásico de familia, y no plantearlo como si fuese un grupo social natural, si bien desde la modernidad se ha fundamentado a esa institución como buena, ciertamente y en la gran mayoría de los casos resulta una institución falible, muy contradictoria y que de alguna manera hace mas extensiva la propia liberación de los sujetos modernos al camino de la vida de adulto, que como tal requiere asumir responsabilidades a fin de realizar un propio proyecto de vida personal sin afectar a los cercanos ni al resto de la sociedad.
Es muy joven, idealista y egoísta para apreciar lo que es bueno, bello y verdadero (R Scruton y teología Católica)
Repite argumentos sin sostén científico y cae en lugares comunes de violencia simbólica al atacar al ideas políticas que desconoce y no ha leído (parecido a lo que hace el Partido Social-Comunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias).
Tiempo al tiempo, ya tendrá tiempo para formar su familia y hacerse responsable de la misma; antes, es bastante improbable que entienda de que se trata la Filosofía del Conservadurismo.