En febrero de 2019 se habló de introducir la figura de un «relator» en las conversaciones con el gobierno español sobre la situación catalana, pero enseguida se olvidó el tema. Dos años después, hubiera sido más útil para intentar encauzar las negociaciones entre los partidos independentistas, porque está claro que solos no van a ninguna parte.
Al cabo de tres meses de las elecciones, se están cumpliendo las previsiones más pesimistas. Los mismos que no se entendían durante la legislatura anterior, siguen sin entenderse en la actual. Y, al igual que las líneas divergentes, cada día se alejan más.
Estaría bien ir pensando en acortar los plazos que establece la ley, de tres meses a un solo mes, por ejemplo, o en imponer que al cabo de ese mes, si no es posible una coalición, forme gobierno la lista más votada, que en este caso serían los socialistas.
Probablemente el interés por conservar los cargos será suficiente para que ERC y JxCat sigan compartiendo gobierno, pero lo que los odios fratricidas han separado no lo volverá a unir el presunto objetivo común de la independencia.
Los fiascos de Jordi Sànchez
Andreu Claret, en el Periódico, ha acusado al secretario general de JxCat, Jordi Sànchez, de ir de fiasco en fiasco.
Le hace «máximo responsable del fiasco que llevó al PDECat a presentarse por separado a los comicios, hurtándole a JxCat unos preciosos miles de votos que relegaron a los antiguos convergentes al tercer lugar, detrás de ERC», de haber anunciado que «las negociaciones iban sobre ruedas» pocas horas antes de «la decisión de Pere Aragonès de romper las amarras con Junts» y de haberse comprometido «a prestarle cuatro diputados a Aragonès si éste llegaba a un acuerdo de investidura con la CUP y con los “comuns”»
—compromiso que ya ha sido rebatido desde instancias más altas: JxCat avisa que los votos para la investidura de Aragonès no serán gratis, no dejando en muy buen lugar al secretario general—.
Enseguida, «los herederos de Convergència vieron en este compromiso un pasaporte hacia la irrelevancia política.» Y lo vio todo el mundo menos él. ¿Cómo ha llegado alguien proveniente del activismo a dirigir lo que queda de un partido que fue de gobierno durante décadas? Según Claret, «el encumbramiento de Sànchez es fruto de la desconfianza congénita de Puigdemont. Con un “outsider” que se lo debe todo a él, no corre el riesgo de que nadie se le suba a las barbas desde la dirección de JxCat».
«Los herederos de Convergència vieron en este compromiso un pasaporte hacia la irrelevancia política».
Sería una jugada parecida a la de dar la presidencia de la Generalitat a Quim Torra —que figuraba en la 11ª posición en la lista por Barcelona de JxCat—: no se iba a tomar demasiado en serio el cargo y preferiría pasar a la historia, no por su gestión al mando del gobierno, sino por algunas ocurrencias fuera de tiempo y de lugar.
Claret ve el peligro que se cierne sobre JxCat si finalmente no acceden a la coalición: «Trastocada por los resultados electorales y por los vaivenes de la negociación, la formación es una olla a presión que sólo se mantiene unida por la expectativa del poder. De quedar fuera del gobierno, viendo como Aragonès se apunta los tantos de la recuperación [económica], JxCat podría implosionar.»
¿Es posible un JxCat sin cargos?
También Francesc-Marc Álvaro, en la Vanguardia —Andreotti en Waterloo—, cree que «si Junts se va a la oposición, se romperá».
El Ara cifra en cerca de 500 los altos cargos que están pendientes del acuerdo de investidura. Por debajo de cada consejero de gobierno existen «secretarios generales, secretarios, asesores, directores generales, miembros de los gabinetes, delegados y un buen puñado de directivos de empresas públicas» cuya designación es meramente política. Que haya finalmente una coalición entre ERC y JxCat o un gobierno en solitario de ERC tiene una repercusión directa en las vidas y haciendas de un montón de familias.
Álvaro cree que «el alma institucional convergente», que pervive en los consejeros Calvet, Sàmper y Budó; en los presos Rull, Turull y Forn, y en «los casi doscientos cargos que saldrían automáticamente del Govern», «se ha evaporado de las bases del puigdemontismo, como quedó claro en las primarias en las que Borràs arrasó».
Ciertamente, el talante pactista y el interés por garantizar la estabilidad que caracterizaron los años del pujolismo parecen ahora parte del problema y no de la solución, en el parecer de mucha gente que hasta hace poco se situaba en el centro derecha.
«La dirección de Junts preguntará a la militancia, un ejercicio de resultado imprevisible, dado que para imitar a la CUP hay que ser tan listo (y organicista) como los anticapitalistas.»
Francesc-Marc Álvaro
Para complicar la política de pactos, han sacado el comodín de las bases. En palabras de Álvaro: «La dirección de Junts preguntará a la militancia, un ejercicio de resultado imprevisible, dado que para imitar a la CUP hay que ser tan listo (y organicista) como los anticapitalistas.»
En conclusión, «mientras en ERC hay una estrategia clara, en Junts no hay estrategia alguna (a pesar de los esfuerzos de Jordi Sànchez) y todo se rige por la táctica que Puigdemont inspira a partir de su periplo judicial en Europa».
Traidores todos
El disgusto ante tanta incompetencia es comprensible en toda la sociedad catalana. A lo que se añade, en el electorado independentista, el malestar y el desconcierto por la incapacidad manifiesta de sus representantes en tiempos de emergencia sanitaria y económica. Estos eran los que decían que iban a construir una república, y no saben ir más allá del quítate tú para ponerme yo.
Ante este panorama, los hay que se desahogan a base de insultos y reproches, y se levantan cada día pensando a quién van a acusar de traidor y botifler. Un ejemplo:
Decenas de personas protestan ante la sede de ERC al grito de “traidores”. Si han llegado a gritar Junqueras, traidor, púdrete en prisión, debe ser porque el relato lacrimógeno de los sufrimientos carcelarios ya se da por amortizado.
Ante este panorama, los hay que se desahogan a base de insultos y reproches, y se levantan cada día pensando a quién van a acusar de traidor y botifler
Joan Vall Clara, en el Punt-Avui —Massa savi, massa ego—, detecta el mal ambiente reinante: «En estos momentos, a todas las cúpulas y a todas las tribus les tiemblan las piernas. Nadie sabe con qué rumbo han de zarpar y ven como la turba disgustada continúa rondando por el puerto avistando barcos que hundir y oficiales que tirar al mar.»
Y se pregunta: «¿Dónde está la jugada independentista de volver a hacer elecciones? Porque, vistas las declaraciones de ayer [10 de mayo], esto va a elecciones. ¿En qué preclara mente ha nacido la primera idea del pollo que han montado a quince días de la convocatoria automática?»
Hubo un tiempo en que el seguidor de partidos independentistas, y más todavía el creyente en la independencia, justificaban todas las palabras y todos los actos de sus líderes, por improvisados y contradictorios que fueran a veces, imaginando que se trataba de una «jugada maestra» al servicio de una estrategia mayor cuyo feliz desenlace aparecería muy pronto.
Tal vez, sólo tal vez, algunos han empezado a entender que no había ninguna estrategia, más allá de las ilusiones compartidas, y que la incompetencia es un defecto natural que no puede atribuirse a «la represión».
Tal vez, sólo tal vez, algunos han empezado a entender que no había ninguna estrategia, más allá de las ilusiones compartidas, y que la incompetencia es un defecto natural que no puede atribuirse a «la represión». Independientemente del voto de cada cual, es fácil coincidir en que la repetición de elecciones es siempre un fracaso, no de la política, sino de unos políticos muy concretos.
«Independientemente del voto de cada cual, es fácil coincidir en que la repetición de elecciones es siempre un fracaso, no de la política, sino de unos políticos muy concretos».
Todo sigue igual
Vicent Partal, en Vilaweb —S’acaba una etapa, res més que això—, constata una vez más que existe un «independentismo rupturista» y un «independentismo reformista» y que ahora «por primera vez desde 2012 [cuando Artur Mas y Oriol Junqueras acordaron convocar la consulta del 9 de noviembre de 2014] uno de los dos grandes partidos independentistas estará en la oposición al otro.»
«Si tenemos un gobierno de ERC con el apoyo de la CUP y los Comunes pero no de JxCat, simplemente el período que se abrió en 2012 se cerrará. Y ya está. Pasará esto, pero sólo pasará esto. No exageremos. Nada más que esto. Y si hay alguien que pregunta si esto significa el fin del proceso de independencia, la respuesta es que no. De ninguna manera.»
«Si tenemos un gobierno de ERC con el apoyo de la CUP y los Comunes pero no de JxCat, simplemente el período que se abrió en 2012 se cerrará. Y ya está. Pasará esto, pero sólo pasará esto. No exageremos. Nada más que esto».
Vicent Partal, Vilaweb
Siguiendo su costumbre de ver el vaso medio lleno aunque no haya ningún vaso, Partal repasa la historia del proceso a la independencia, destacando entre otras cosas «las movilizaciones más increíbles que ha visto nunca este país, en cantidad (Via Catalana, Marxes per la Llibertat, Diades, Perpiñán) y en calidad (aeropuerto, AP-7, Urquinaona)». Si recordamos estas tres últimas, nos daremos cuenta de cómo se mide la calidad de una movilización dentro del «independentismo rupturista».
«El independentismo tiene acorralada judicialmente a España ante los tribunales europeos»
Cuando «el independentismo tiene acorralada judicialmente a España ante los tribunales europeos» y la represión «no para de añadir gasolina al fuego», lo importante no es «cuántos independentistas quedarán ahora de un lado o de otro» sino que «ahora sabemos lo que durante cien años no sabíamos, que es como se gana». En definitiva, no importa la cantidad sino la calidad.