La rauxa, esa especie de locura catalana contrapuesta al tan manido seny, se ha instalado definitivamente en la política catalana. El enfrentamiento entre ERC y JxCat no solo ha provocado que, tres meses después de las elecciones y en plena crisis del COVID-19, Cataluña no tenga Govern sino que, además, ha llevado a una situación en la que cualquier acuerdo que alcancen los partidos deba ser cuestionado tras tantos reproches y enfrentamientos.
La situación este martes no invita a pensar en otra cosa que no sea una nueva convocatoria electoral. Es cierto que, en política, siempre es posible llegar a un acuerdo, por absurdo que parezca. Pero, en el caso de la Cataluña de mayo de 2021, solo el poder y no los intereses de los ciudadanos justificarían un pacto que diera luz verde a un nuevo Ejecutivo autonómico.
El plante de ERC y las humillaciones de Puigdemont
ERC ha decidido intentar gobernar en solitario con el apoyo de En Comú-Podem y Guanyem-CUP. Pero sigue necesitando de otro actor para poder tener cierta estabilidad. Por ello, paralelamente y a pesar de las constantes humillaciones, mantiene un resquicio de esperanza sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo con JxCat. El partido de Carles Puigdemont, por su parte, además de dedicarse a deshojar la margarita entre apoyar a Aragonés y asumir las órdenes de ERC o forzar una nueva convocatoria electoral, lanza a sus huestes contra los republicanos al ofensivo grito de «Junqueras, traidor, púdrete en la prisión«.
Se muestran, eso sí, dispuestos a seguir negociando un pacto a todas luces imposible. Básicamente porque la incompatibilidad entre ambas formaciones fue la que llevó al expresidente Quim Torra a dar por zanjada la legislatura en enero de 2020. El COVID-19 se interpuso en los planes de Carles Puigdemont de una convocatoria electoral rápida que permitiera a la derecha separatista rentabilizar la inhabilitación de Torra. Planes en los que también debía estar colocar a ERC en el disparadero del fanatismo aprovechando su buena sintonía con el Gobierno del socialista Pedro Sánchez. Y planes que, finalmente, pasaban por que el fugado de la Justicia gobernara Cataluña desde el privado Consell per la República instalado en Waterloo y en base a lo que él mismo llama «confrontación inteligente con el Estado«.
Illa insiste pero no avanza
No están mucho mejor las cosas en el resto de partidos que protagonizan este sainete. En el PSC, Salvador Illa, ganador de las elecciones del 14-F, insiste en poder «articular» un Govern encabezado por él mismo y que agrupe a las fuerzas de izquierdas. Tiene tres grandes obstáculos. El primero se llama Laura Borràs, que, como presidenta del Parlament, ha vetado a Illa en las dos anteriores y fracasadas sesiones de investidura del republicano Pere Aragonés. El segundo es que no cuenta con los apoyos necesarios para lograr ser investido presidente. Y el tercero, que no menos importante, es que uno de sus posibles socios, En Comú-Podem, ya negocia con ERC y le pide que ceda el trono de la Generalitat a los republicanos.
Los comunes, por su parte, intentan hacer valer sus ocho diputados. Aseguran que no quieren nuevas elecciones y que su apoyo a la candidatura de Pere Aragonés no está supeditado a ostentar cargos en el nuevo Govern, según ha explicado este martes uno de sus representantes, el diputado Jaume Asens. Intentan reeditar a nivel autonómico el pacto que mantienen en el Ayuntamiento de Barcelona (BCN En Comú más el PSC y con el apoyo externo de ERC) y en el Gobierno central (PSOE con Unidas Podemos y el apoyo externo de ERC). Pero los actores y los intereses no tienen nada que ver ni con la capital catalana ni con España.
CUP: «Resulta que podíamos hacer más el ridículo»
En la coalición de extrema izquierda Guanyem-CUP observan el espectáculo desde la postura de quienes ya han pactado con ERC a sabiendas de que este acuerdo no era compartido por JxCat. Su diputada estrella en estos momentos, Laia Estrada, ha recriminado a ambas formaciones su actitud, que ha definido como «lamentable espectáculo». «Pensábamos que los partidos independentistas ya habíamos tocado fondo», ha dicho este martes en declaraciones recogidas por Europa Press, «y resulta que no, que aún podíamos ir a peor y podíamos hacer más el ridículo. Parece que no se había generado por parte de los partidos independentistas suficiente frustración sobre el conjunto independentista y desilusión. Nuestra gente, en ningún caso, se lo merece».
Cada vez más cerca de las urnas
El seny ha venido de la mano del PDeCAT y, en concreto, del diputado en el Congreso Ferran Bel, quien ha definido el escenario como «un espectáculo triste y lamentable«. La falta de acuerdo de este partido con JxCat para concurrir unidos a las elecciones provocó que la posconvergencia quedara en tercer lugar, por debajo de ERC. Sus representantes observan con «cierta perplejidad» lo que está sucediendo y, si bien antes les parecía «una barbaridad inverosímil» la posibilidad de una nueva convocatoria electoral, hoy creen que «está muy cerca».
Así las cosas, quedan aún por delante unas dos semanas de incertidumbre. Si para el día 26 de mayo no hay un nuevo Govern, el Parlament surgido de las urnas en febrero quedará disuelto y se convocarán automáticamente nuevas elecciones. Una jugada que, de producirse, beneficiaría principalmente a JxCat, que podría rehacerse llegando a nuevos pactos con formaciones como el PDeCat para superar en votos y escaños a ERC. Los republicanos verían frustrado su sueño de liderar el Govern por primera vez en democracia. En el PSC, sería muy difícil mantener el llamado efecto Illa y más después del ya conocido como huracán Ayuso. Queda por ver cómo afectará la crisis de Unidas Podemos a En Comú-Podem y si los radicales de Guanyem-CUP consiguen mantenerse en la posición actual. Tal vez sea este el momento de unir fuerzas constitucionalistas para aprovechar el río revuelto del independentismo.