«Hay conceptos del independentismo catalán que nadie sabe qué significan pero que se utilizan habitualmente», dice Francesc-Marc Álvaro en la Vanguardia —El embate y otros espejismos—, y cabe añadir que no es una exclusiva del independentismo ni de este país. La manipulación del lenguaje es el abono con que florecen las demagogias de todo tipo.
«La manipulación del lenguaje es el abono con que florecen las demagogias de todo tipo»
Se refiere Álvaro al tan esgrimido «mandato del 1-O», fecha cumbre en el largo proceso de desafío al Estado. Todo el mundo sabe que «el referéndum unilateral no fue reconocido por nadie y [que] de aquel resultado no salió ningún mandato efectivo». Dada la costumbre de invocarlo en todo momento, el 1-O se acaba convirtiendo en «un elemento que bloquea imaginar caminos nuevos».
El partido que más se aferra, al menos esta temporada, al susodicho mandato es JxCat, «una organización supeditada a la táctica que va generando el recorrido judicial de Puigdemont en Europa, lo cual impide que fije una estrategia clara que vaya más allá de una retórica de choque, basada en referencias vagas, espejismos y palabras-fetiche, como “embate”».
«El partido que más se aferra, al menos esta temporada, al susodicho mandato es JxCat, una organización supeditada a la táctica que va generando el recorrido judicial de Puigdemont en Europa»
Es significativo que lo diga alguien como Álvaro, que publicó un libro titulado Per què hem guanyat, en el que cuenta cómo la coalición entre CDC y ERC obtuvo la victoria, en setiembre de 2015, aunque sólo por 62 escaños. Una victoria tan pírrica que tres meses después Àrtur Mas tuvo que hacer mutis por el foro, aunque lo llamaron «dar un paso al lado». El uso de lenguaje fraudulento viene de lejos y perjudica también a los que más parecían dominarlo.
No a las declaraciones inútiles
La revolución devora a sus hijos, siempre se ha dicho, y las revoluciones fracasadas también lo hacen. Ahora le ha tocado el turno de caer en desgracia al abogado Jaume Alonso-Cuevillas, cuya labor profesional en defensa del presidente residente en Waterloo fue premiada con la entrada en la carrera política.
Recién elegido miembro de la mesa que preside la nueva legislatura del Parlamento de Cataluña, «ha tenido un momento de realismo y ha osado decir que el rey va desnudo», en frase de Francesc-Marc Álvaro. Está claro que ha exhibido «un grado de escepticismo intolerable», como dice Jordi Mercader en el Periódico —Una pregunta capciosa—, porque ha sido sustituido inmediatamente por Aurora Madaula, cuya fidelidad debe de ofrecer más garantías.
«Ha sido sustituido inmediatamente por Aurora Madaula, cuya fidelidad debe de ofrecer más garantías«
Entrevistado en Vilaweb el pasado día 2 ——, se declara partidario de no admitir a trámite las propuestas de resolución contra la monarquía española y en favor de la autodeterminación, porque significarían la inhabilitación casi inmediata de los miembros de la mesa».
Cuevillas parece tener, o haber recuperado, un sentido de la política cada vez más ausente del Parlamento en general y de su partido en particular: «No sé si tiene sentido que te inhabiliten por haber tramitado una resolución que no lleva a ninguna parte. La inmolación se ha de hacer si tiene alguna eficacia. Si no, me parece absurdo.»
«Cuevillas parece tener, o haber recuperado, un sentido de la política cada vez más ausente del Parlamento en general y de su partido en particular»
En su opinión, si llegan propuestas de resolución meramente declarativas, lo que hay que hacer es no admitirlas a trámite, a pesar de que «estaremos una semana sin poder entrar en Twitter porque nos dirán de todo». Se nota que conoce a su público.
«Creo que tenemos que hacer pedagogía, y que la confrontación inteligente implica hacer lo que sea más eficaz. Teniendo en cuenta cuál es nuestro objetivo, la independencia. ¿Cómo la queremos hacer? Desgastando el Estado español. ¿Qué es más eficaz para desgastar el Estado español? ¿Denunciar esto o dejar que nos inhabiliten sin pena ni gloria por una tontería?»
Esto debe haber sido el punto final. Que Cuevillas tenga una idea de la confrontación un poquitín más inteligente que la de quien ha acuñado el lema de «confrontación inteligente» basta para que el entrenador le devuelva al banquillo.
«Que Cuevillas tenga una idea de la confrontación un poquitín más inteligente que la de quien ha acuñado el lema de «confrontación inteligente» basta para que el entrenador le devuelva al banquillo»
Como afirma Jordi Mercader, «el abogado de Puigdemont no podía ignorar que lo esencial de la estrategia de su partido no es el objetivo final, sino la gestión del trayecto inacabable. La independencia de Catalunya no se vislumbra en el horizonte, por eso, tras el fracaso de la unilateralidad en 2017, los dirigentes trazaron un camino alternativo: socavar la credibilidad democrática del Estado español.»
Por eso se prescinde de la gestión política y los líderes se limitan a prodigar expresiones tan altisonantes como vacías. Por eso la política catalana ha quedado reducida a una guerra de desgaste, «a base de inmolaciones absurdas, como califica Cuevillas a las resoluciones parlamentarias sin consecuencias jurídicas, o tomando la calle de vez en cuando para acabar ante el juez de guardia». Una guerra de desgaste que a quien más desgasta es a todos los ciudadanos, al margen de su opción política.
Quim Torra, daño colateral
Por cierto, que esa inhabilitación «sin pena ni gloria» que Cuevillas rechaza es exactamente la que protagonizó Quim Torra. Hay en las palabras de Cuevillas una descalificación implícita del gesto de Torra, tan pretendidamente heroico y tan ridículamente innecesario, de desobedecer la orden retirar una pancarta. Imperdonable, cuando ya han decidido que haya más gestos de ese calibre y para eso han instalado a Laura Borràs en la presidencia del Parlamento.
Cuevillas ha emitido un comunicado en que matiza pero no retira sus declaraciones: «Como abogado con mentalidad estratégica, soy partidario de afrontar estratégicamente cada batalla.» Demasiado sutil para su partido y para el independentismo insurreccional.
Jordi Juan, en la Vanguardia—Cuevillas como síntoma— advierte que «los posconvergentes no quieren dar ninguna señal de debilidad en su férrea estrategia de plantar cara al Estado. Que nadie pueda interpretar que se han vuelto posibilistas como los republicanos».
Y evoca la conocida frase de Alfonso Guerra, en sus años de gobierno: «El que se mueva no sale en la foto». Es lo que tiene apuntarse a un partido hecho a imagen y semejanza de un líder incuestionable, que no se admiten reflexiones ni sugerencias.