El pleno del martes 30 era de trámite, se sabía de antemano el resultado —el mismo que el del viernes: 42 votos a favor (ERC más CUP), 32 abstenciones (JxCat) y 61 votos en contra—, pero ha puesto en evidencia que los tres partidos independentistas están más lejos que nunca. Es como un duelo mexicano: tres contendientes, cada uno de ellos pretendiendo vencer a los otros dos.
«Es como un duelo mexicano: tres contendientes, cada uno de ellos pretendiendo vencer a los otros dos»
«Las urgencias del país», en expresión del candidato Pere Aragonès, se las traen al pairo. Quedan un par de meses, hasta la fecha límite del 26 de mayo, durante los cuales van a reunirse las veces que quieran y van a celebrar los plenos de investidura que crean oportunos. Al final se van a poner de acuerdo, y saldrán los tres partidos, cada uno por su cuenta, a vanagloriarse de haber hecho muchas renuncias por el bien del país.
Sin embargo, ya han demostrado sobradamente tanto sus limitadas capacidades como sus respectivas incompatibilidades. Sabemos que no se entienden, y viendo en qué coinciden, mejor que no se entiendan. Lo que tenemos, como repite desde hace tiempo Xavier m, es «inestabilidad política, inseguridad jurídica, incertidumbre económica y parálisis legislativa»
«Sabemos qu,c e no se entienden, y viendo en qué coinciden, mejor que no se entiendan»
El papel del Consell per la República
Pere Aragonès ha dado en el clavo, conscientemente, al afirmar que no consentirá que el Consell per la República, la entidad creada por y al servicio de Carles Puigdemont, esté por encima del presidente de la Generalitat. A pesar de que tanto ERC como JxCat disimulen el antagonismo y prometan acercamientos, ése es un escollo insalvable. Repetir el gobierno en coalición, en estas condiciones, sería como botar un barco con una vía de agua: todo el mundo sabe que se acabará hundiendo.
«Repetir el gobierno en coalición, en estas condiciones, sería como botar un barco con una vía de agua: todo el mundo sabe que se acabará hundiendo»
No es extraño que Ástrid Barrio, en el Periódico, ya apueste por que vamos hacia la segunda vuelta: «La repetición electoral ha dejado de ser un anatema para convertirse en una alternativa plausible que permite una segunda oportunidad.»
Hay sistemas electorales que establecen votar dos veces, de tal manera que la segunda vez se produce una confrontación de bloques. No es nuestro caso, porque si hay que repetir elecciones, vuelven a presentarse todos. Corresponde al elector prescindir de las opciones menores y discernir el voto útil.
Según Barrio, «en esta segunda vuelta, hoy más cerca, probablemente los ciudadanos activarían la identificación partidista negativa y votarían para evitar la fórmula de gobierno que menos prefieren y que para muchos es justamente la actual». Algo a lo que no querrá arriesgarse la mayoría actual de 74 escaños independentistas.
Dinero y temor
Jordi Xargayó, en el Diari de Girona —El Consell de la República, com a tapadora—, destaca que «las escasas propuestas que han planteado, más allá de la ficción del proceso, son inconstitucionales y chocan con la legalidad vigente», quita importancia a las discrepancias sobre el Consell per la República —«una pseudoinstitución que no cuenta con ningún apoyo legal y que sólo sirve para que el hámster dé vueltas», «un capítulo más de las fantasías procesistas»— y cree que el meollo de las discrepancias está en «el dinero y el control de la propaganda pública»:
«Puigdemont pretende el control de las subvenciones a los medios de comunicación, que esta última legislatura ha estado en manos de ERC, y, por encima de todo, el mando de TV3, el medio de comunicación que marca las pautas políticas en Cataluña.»
Joan Vall Clara, en el Punt-Avui —Sortiu i infecteu-vos—, hablando de la cuarta ola que nos caerá encima indefectiblemente, que todo el mundo ve venir pero ante la que nadie pide restricciones, hace una malévola observación:
«He llegado a soñar que el inexplicable retraso de esta investidura inexcusable es una estratagema conjunta para que el nuevo gobierno no debute en la cresta de la cuarta ola y tenga un aterrizaje algo más suave durante el interludio hacia la quinta.»
Buscando una hoja de ruta
Pilar Rahola, en la Vanguardia —Tiempo prestado—, hace equilibrios en el alambre para justificar la demora:
«La segunda investidura fallida no es buena noticia, pero, tal vez, tampoco es mala noticia. Al fin y al cabo, no se trata de tener un Govern rápido, con la prisa de la avidez del poder, sino un Govern que nazca de acuerdos y consensos trabados sólidamente. Y, hoy por hoy, estos acuerdos y consensos están por construir, sensiblemente alejadas las posiciones de ERC y Junts en temas clave.»
«La segunda investidura fallida no es buena noticia, pero, tal vez, tampoco es mala noticia. Al fin y al cabo, no se trata de tener un Govern rápido»
Pilar Rahola
¿Cómo puede ser tan difícil conseguir esos «acuerdos y consensos trabados sólidamente»? ¿Acaso no se trata de renovar la coalición entre dos partidos que ya estaban gobernando juntos, en la legislatura pasada? ¿Y que en la anterior incluso se habían presentado juntos a las elecciones? ¿No han tenido el gusto de conocerse todavía?
Rahola ve venir «dos meses difíciles» —el acuerdo «en días o semanas» que dijo Jordi Sànchez debió ser un ataque de optimismo— y «tres nudos gordianos» por deshacer: la «hoja de ruta» —¿aún?—, el «encaje del exilio» —no parece haber voluntad de ajustar cuentas con la justicia todavía— y la bifurcación entre «la voluntad de resiliencia de Junts y el apaciguamiento de ERC». Resiliencia debe ser una manera de aludir a aquello que Puigdemont llama «confrontación inteligente».
Màrius Carol —El gigot a las siete horas—, comentando «la estrategia que ha diseñado Carles Puigdemont para cocer sádicamente a Pere Aragonès sin ninguna prisa», «a fuego lento» durante sesenta días, concluye que «Aragonès debería salir ya de la marmita como hizo Obélix: con la cabeza alta y la fuerza en sus brazos para plantar cara ante tanta insensatez como se nos avecina».
«Aragonès debería salir ya de la marmita como hizo Obélix: con la cabeza alta y la fuerza en sus brazos para plantar cara ante tanta insensatez como se nos avecina»
El presidente perpetuo
Ferran Sàez, en el Ara —Presidente legítimo perpetuo—, evoca a dos figuras históricas: Kim Il-sung, fundador del régimen de Corea del norte, que después de muerto fue declarado presidente perpetuo de la república, y Hugo Chávez, que goza del cargo de comandante eterno de la República Bolivariana de Venezuela.
Aunque sin mencionarlo en ningún momento, todos sabemos que está hablando de Carles Puigdemont, y de su pretensión de dirigir, desde el limbo jurídico donde está, las instituciones catalanas:
«Desde una perspectiva democrática, la legitimidad de un cargo como el de presidente deriva de determinados procesos reglados que traducen la voluntad mayoritaria de los ciudadanos en una determinada geometría parlamentaria.
Quien no se ha sometido al juicio de las urnas, o bien quien ha sido descartado por los ciudadanos y no representa la opción mayoritaria, puede disfrutar de una legitimidad simbólica subjetiva, de carácter premoderno, pero de ninguna forma puede pretender que se haga efectiva en términos institucionales, e indefinidamente. Lo mismo se puede decir de las organizaciones privadas cuyos representantes derivan de una votación privada y restringida a sus socios: sólo se representan a ellas mismas.»
Dicho de otra manera, el Consell per la República puede ser un partido, o el sinónimo de un partido, pero no una organización a la tengan que supeditarse ni el presidente de la Generalitat, ni el gobierno, ni el Parlamento ni nadie.