Mientras Pere Aragonès, presidente en funciones y a la vez in péctore de la Generalitat, está en el empeño de formar gobierno, en su casa siguen en la labor de mantener y llenar las dos mil habitaciones que oferta la empresa familiar, Golden Hotels, con siete hoteles todos ellos de cuatro estrellas enclavados entre la Costa Brava, desde Tossa de Mar, hasta Salou en la Dorada, con el Gran Hotel Taurus de Pineda de Mar como joya, centro y matriz de la corona.
Toda una historia de Cataluña, la de los Aragonés de Pineda de Mar; económica además de política, que tiene por vástago a este Pere Aragonès i Garcia. Ya su abuelo Josep Aragonés Montsant, pionero de la industria turística, fue de aquellos «hombres de Fraga en Cataluña» del tardofranquismo y la transición, junto al legendario Santacreu del Brusi y el Banco de Huesca, cuya sede central estaba en Castellar del Vallès, o el periodista Milián Mestre.
Así pues, quizá resultará chocante, y por tanto motivo de consideración, que Pere Aragonès se destaque entre los españoles, o catalanes en concreto, que aun con intereses directos en la hostelería y su industria, no les da por lamentar a voces la situación del sector, víctima de la pandemia donde los haya, amén de básico para la economía española y en particular la de Cataluña. En 2019, significó nada menos que el 12% del PIB catalán y el 14% del empleo.
Quizá resultará chocante que Pere Aragonès se destaque entre los españoles que aun con intereses directos en la hostelería y su industria, no les da por lamentar a voces la situación del sector, víctima de la pandemia donde los haya, amén de básico para la economía española y en particular la de Cataluña
Por político asimismo, le correspondería tratarlo en términos politicos, valga la redundancia, mediante análisis, diagnósticos y las acciones de gobierno a deducir y aplicar porque, sobre este y los demás sectores productivos, radica lo fundamental en la economía del país. Del todo obvio aunque, no obstante, Pere Aragonès ha eludido este tema tan crucial, tanto en su solemne conferencia del 4 de marzo como en sus recientes acuerdos con las CUP.
Indicaría que Pere Aragonès y con él ERC están planteando frente a Puigdemont y su Junts, en el Vietnam que Tardà auguró, dos batallas diferenciadas aunque correlativas. Una, antes crematística que económica, irá del manejo en los fondos europeos para la reconstrucción, en la parte que corresponda a la Generalitat. Y la otra, que va más de «política», del procés y sus avatares, ha valido a Aragonès una primera alianza con las CUP, todo un tanto táctico.
Los ejes del tal acuerdo consisten, según lo publicado, en una ofensiva más hacia un nuevo «referéndum», lo cual no ha gustado nada a Puigdemont dado que le desplaza, así como a reducir en la atención primaria los déficits de la sanidad pública, tanto o más clamorosos en el sistema hospitalario sin embargo, y a los recurrentes asuntos de la «amnistía» o las bolas y la BRIMO de los Mossos, como garantía de impunidades penales en lo que siga de procés.
Más procés, visto lo visto. De economía poco y de industria unos brindis al sol, o sin mayor alcance, como el de una eléctrica pública catalana. Aragonés, parece apartar el tema para la otra batalla, la del dinero, en la que tiene enfrente a Junts. En esta primera escaramuza, ERC se ha ganado un socio que sin tampoco mucho gasto le inviste de pedigree, marchamo de autenticidad, en lo «social» que dicen, así como en lo «nacional», en lo relativo al procés.
Va del Vietnam, en efecto, pero sin haber llegado todavía al valle de la Drang, con sus cargas de helicópteros. Y ni mucho menos señala La orfandad política de la burguesía catalana, que titulaba estos días una revista veterana de cierta izquierda histórica que medio reniega del procés, y esta vez se maneja entre tópicos, como aquellos grupúsculos presumidos de marxistas en los setenta. Digan lo que digan, Pere Aragonès ni es ni parece ningún inclusero.
Digan lo que digan, Pere Aragonès ni es ni parece ningún inclusero
Tampoco las CUP, ahora a las puertas de verse en el Consejo ejecutivo, o sea en el gobierno autonómico, encajan en aquello otro de los «desarraigados». Lo suyo será lo que sea, nada fácil de explicar ni reducir a categorías políticas, pero alejado del Mateo Morral anarquista, regicida frustrado e hijo de fabricante textil, que a su amigo y admirador Ramón del Valle Inclán le inspiró versos y los únicos pasajes luminosos de Luces de Bohemia, esperpento.
Parecería, más bien que mal, como si el mundo, y con él la vida económica, discurrieran más allá del procès y sus repartos de prebendas, con la CUP incluida y no de ahora. A pesar de tantos pesares, y sin ir más lejos, el futuro de la Seat se da por seguro toda vez que, además de sumarse a la fábrica de baterías, la SEPI (Sociedad estatal de participaciones industriales) acaba de rescatar a la estratégica y catalana metalúrgica Celsa, situada junto a Martorell.
Parecería, más bien que mal, como si el mundo, y con él la vida económica, discurrieran más allá del procès y sus repartos de prebendas, con la CUP incluida y no de ahora
Y todo ello, tal vez se habrá decidido antes en Volksburgo que en Madrid, aunque en Madrid también. En los Juegos Olímpicos de 1992, Pujol tampoco decidió mucho, pero se aprestó a figurar ante las cámaras y se apuntó como méritos propios detalles tan obvios como el de la locución bilingüe en la voz de Constantino Romero. Quizá vino a ser un inidicio más entre lo que diferencia al autonomismo del independentismo, como momentos del nacionalismo.
Desde este punto de vista, da para volver a pensar, otra vez, si el procès no es también un medio de ocultar, distorsionar datos o promover conciertos fiscales («espoli», «Espanya ens roba»…). Se apuntó, y no sin motivos, que esta fue su razón de ser antes todavía de la crisis que perdura, y con ella los recortes en servicios públicos, el descenso de rentas familiares, la emergencia habitacional o el cierre de créditos en el reajuste financiero que sigue asimismo.
Sin mediar mayor desarrollo, se tratará de una lectura de lo más ideológico, desde luego. En lo del «espoli» o el «Espanya ens roba», lo aclaró mucho mejor Josep Borrell en aquel debate memorable que mantuvo con Oriol Junqueras. Con las CUP y el Junts de Puigdemont y Laura Borràs a su lado, resulta harto probable que Pere Aragonès regrese a aquellos términos, los mismos que promovió y difundió en sus tiempos de flamante secretario general en las JERC.
Pero esta vez, y más si cabe para él, no será del todo igual. A falta de programa económico, en el electoral, Pere Aragonès anticipó la intención de comisionar a Miquel Puig, economista que allá en Boston completó su formación entre el MIT y Harvard, y aquí dirigió entre 2000 y 2002 la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (TV3 y Catalunya Ràdio), para que en nombre de la Generalitat gestione las ayudas europeas del Fondo de Recuperación.
Pere Aragonès, pues, está dispuesto a controlar y capitalizar la parte autonómica de la tarta, en la medida que la CUP y Elsa Artadi se lo permitan. Lo demás, está por ver. Respecto a las inversiones desde la SEPI u otras instancias públicas o privadas, podría practicar más rituales folkóricos, como los esceníficados durante la visita a Martorell de Felipe VI y Herbert Diess, Ceo de Volkswagen. Y también podría desplegar una cierta política industrial, porque no.
Pere Aragonès, pues, está dispuesto a controlar y capitalizar la parte autonómica de la tarta, en la medida que la CUP y Elsa Artadi se lo permitan
A Pere Aragonès, no le debería faltar un cierto y oportuno conocimiento previo para saber donde pisa y cual es la magnitud del reto para Cataluña, más que para él mismo y las fuerzas incluso telúricas del procès. A la buena impresión que causó a sus profesores de Historia Económica en la Facultad de Economía y Empresa, en Pedralbes, añade la experiencia de su historia familiar, de la cual proviene, y con ella la eficiencia de los Aragonés en sus hoteles.
Hay más que similitudes entre las expectativas actuales, ante los fondos de recuperación, y el take-off de la industria turística española y a la vez catalana tras el ingreso en la OCDE y el Plan de Estabilización de 1959. Fue todavía más que aquellos Planes de Desarrollo, gran operación de estado, y los fondos vinieron a través de créditos otorgados por el FMI y el Banco Mundial, con criterios diseñados o supervisados desde esos mismos organismos
Desde el ministerio de Manuel Fraga, el de Información y Turismo, los fondos se canalizaron mediante instrumentos como el Crédito Hotelero. Aquel Josep Aragonés Montsant, antes y durante un buen par de décadas más empresario textil en el género de punto, acudió muy probablemente al despacho madrileño de rigor para financiar así su Gran Hotel Taurus de Pineda, que con sus 348 habitaciones era el mayor de España cuando se inauguró en 1963.
El Ministerio de Industria, mientras tanto, tiró del INI. Compró la barcelonesa Viajes Marsans, entonces la única agencia de viajes digna de tal nombre en España, y creó empresas públicas como Entursa o Atesa. A su vez, el Ministerio de Obras Públicas dio preferencia al turismo en la construcción de autopistas o aeropuertos. Asi fue como España se convirtió en primera potencia turística europea, en 1964, y equilibró con ello la balanza de pagos, algo inaudito.
La Escopeta Nacional de Berlanga queda como caricatura de aquella España de las familias políticas del tardofranquismo y sus ministerios. Como «hombre de Fraga», en la transición, Josep Aragonés riñó con el opusdeista López Rodó, convertido en barón regional de la Alianza Popular antecesora del PP. En aquellas llegó Jordi Pujol, que con Roca o Durán Lleida abrió plaza en el Palace. Y ahora, en lugar de Jordi Pujol está Jordi Aragonès, precisamente.
En cine, ministerio Fraga igualmente, se verá si se trata de un inédito, producción original, o si recuerda a Il Gattopardo, bien turística por lo demás y estrenada en España el mismo año inaugural del Gran Hotel Taurus, aunque doblada y cortada en diez minutos por parte de la censura. Del mismo 1963 data, además, El Verdugo de Berlanga que, a pesar del aprobado en Información y Turismo, disgustó al régimen. Pero la encajó. Europa empezaba a mandar.