El preacuerdo alcanzado por Esquerra Republicana y la CUP para investir a Pere Aragonès y celebrar un nuevo referéndum secesionista ha suscitado un firme rechazo en la órbita constitucionalista, que ha confirmado que la presunta moderación de los republicanos era solo un espejismo. Uno de las voces más críticas con el entente alcanzado entre Aragonès y la formación antisistema —sin ni siquiera esperar a Junts per Catalunya— ha sido el líder de Ciudadanos en Cataluña, Carlos Carrizosa, que lo ha calificado de «terrible noticia».
«La CUP chantajeará al Govern con más fuerza que nunca hasta que no quede ni una institución en pie», ha vaticinado Carrizosa en redes sociales. Y ha añadido: «Tras diez años de procés, Cataluña va cuesta abajo y sin frenos hacia la batasunización y la ruina populista. Lucharemos por evitarlo».
Otra reacción crítica, también proveniente de la formación naranja, ha sido la de su portavoz en el Parlament, Nacho Martín Blanco. «Como catalán me duele admitir que lo que pasa en Cataluña no tiene parangón en nuestro entorno democrático: un partido antisistema cuyas juventudes destrozan a martillazos sedes de otros partidos condiciona el gobierno regional. Esto no puede acabar bien», ha manifestado Martín Blanco. De la misma manera, el eurodiputado de los liberales Jordi Cañas tampoco ha dejado pasar la oportunidad de cuestionar el acuerdo, que atribuido irónicamente al llamado «efecto Illa».
Por último, ya fuera del ámbito de los partidos, algunos intelectuales constitucionalistas también han manifestado su desacuerdo con el pacto en cuestión. Uno de ellos ha sido el autor de Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña, Juan Claudio de Ramón, que, en referencia a Esquerra, ha comentado en su cuenta de Twitter: «Pues sí que funciona darles etiqueta de partido moderado».